[... No es una sorpresa. ¿Cuantos duelos han tenido? ¿Cuantas veces te ha visto practicar? A éstas alturas los movimientos de tu cuerpo le son tan conocidos como los propios.
Sin embargo... sí. Si ha de confesar algo, ha de ser el calor de él a través de tu camisa, o cómo su mano se desliza y descansa como si perteneciera. Nunca antes había sido sostenida así. Nunca había pensado en tocar a otro.]