[Si no tuvieras su mano ocupada en eso, probablemente estaría acariciándose la barbilla. Piensa sin dejar de mirarte hacer, y cuando se le ocurre una sonrisa se extiende por su cara.]
El derecho a dar órdenes, la próxima vez. [Busca pasar su pulgar por tu labio inferior.] El perdedor las acata, sin quejas ni insubordinaciones.