Un día el hombre volvió a casa para quedarse y morir. Le dijo al niño, quien ansiaba ser un héroe como él, que estaba triste porque jamás logró sus sueños.
También le dijo que cuando se es adulto, es difícil llamarse a sí mismo un héroe. El chico inocentemente le dijo que no se preocupara, él se volvería un héroe para cumplir los sueños del hombre que le salvó la vida.
Luego de esa conversación, la vida de Emiya Kiritsugu llegó a su fin. Y el chico cumplió su promesa, hallando sentido a las palabras del hombre demasiado tarde.