[Esa respuesta la inquieta, no sólo porque no le gusta que no quieras mirarla, sino porque te conoce lo suficiente como para suponer que esperas que te rechace de algún modo. Y eso la inquieta aún más, y por eso quizás la siguiente vez que te llama su voz suena más severa.]
Fuego. [...][Su tono es suave ahora, casi una súplica.] ... Por favor.