[Sonríe comprensivo aunque en gesto más bien serio, y te pone una mano sobre la cabeza.] Pero mientras tanto, mi pequeño señor, creo que haríamos bien en no llenarnos la cabeza con preocupaciones por aquello que no podemos cambiar, y evitar desesperar. Porque si desesperamos, le quitamos a nuestras buenas damas lo único que sí está en nuestras manos asegurarles.