[Ríe por lo bajo, lo más quieto que puede, feliz. Y este es un juego que, a diferencia de otros, no le importa jugar.]
Sobre la falda tenía el libro abierto; en mi mejilla tocaban sus rizos negros; no veíamos las letras ninguno, creo; mas guardábamos ambos hondo silencio. ¿Cuánto duró? Ni aún entonces pude saberlo. Sólo sé que no se oía más que el aliento, que apresurado escapaba del labio seco, Sólo sé que nos volvimos los dos a un tiempo. Y nuestros ojos se hallaron y sonó un beso...