Se quejaba por muchas cosas, y siempre actuaba sin pensarlo; no, en realidad, sería más adecuado decir que actuaba sin dejar que las consecuencias de sus actos para el resto lo detuvieran. A primera vista, era un anciano egoísta y pervertido que nunca dejó de meterse en los asuntos de otros.
... Pero, nunca se quejó de lo larga que era su vida. De la infinidad de reclamos que abandonaron sus labios e impuso en otros, ni una sola vez mencionó algo sobre todo lo que seguramente perdió para llegar al lugar en el que estaba. [...] Nunca nadie se lo preguntó. Aunque estoy segura de que era algo en lo que pensaba.
Aún así... reía, bebía y vivía con un gusto igual al de un mozo. Hasta el punto de hacerme pensar: 'ah, incluso cuando no estemos, esta persona seguramente estará bien'.