Así que dejé que el fantasma entrara en mí y borrara mi espíritu. Aunque confiaba en mi plan, fingí que de verdad estaba acorralado, fingí que luchaba en duelo por mi vida contra su voluntad pero luego de algo de lucha le dejé rematarme. No dolió, realmente. Seguro a él sí que le dolieron las quemaduras más tarde. Al final, obviamente, funcionó. Mi espíritu regresó a casa por un tiempo, pero eventualmente desperté en el cementerio en Día de Todos los Santos como si el tiempo no hubiese pasado.