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Para acompañar con música, por supuesto. Los versos románticos no son nada sin música. [Se aclara la garganta, y rasga el arpa, sacando un par de notas no muy elaboradas.]
Érase una vez, en una tierra lejana y misteriosa, un joven cabellos de oro y una doncella mejillas de rosa. Juntos en una búsqueda para hallar su corazón, preguntáronse un día soleado qué podría ser el amor.