Pero sí la recuerdo. A Oruha nunca la olvidaría. Incluso si no la recordara a ella, mi corazón ha cambiado. Por ella. Gracias a Oruha no estoy vacía. Y si no me acordara de ella o de su voz, aún así, lo que Oruha ha puesto dentro de mi no desaparecería. Habría algo que no sabría que es, quizá, dentro de mi corazón, pero estaría ahí. Con su nombre o sin él, Oruha es parte de mi.