[Te contempla un momento, despectivo.] Tan obediente, tan ingenuo. Igual que todos los demás. [Se acerca.] He escuchado ese mismo discurso una y otra y otra vez, pero nunca ninguno de ustedes ha sido capaz de responder mis preguntas.
[Su rostro se endurece.] Si ese en verdad fue el último deseo de nuestro Padre, entonces me temo que Él no haya sido tan Sabio como pensábamos, o que nos abandonó para nuestra destrucción.