Dos costillas rotas y [gira los hombros, se escucha un crack] oh sí, la clavícula. Aunque no te sientas mal, creo que esa ya venía de antes. ¿O era los pulmones? Siempre me confundo con estos cuerpos humanos.
[Se levanta, limpiándose la sangre de la comisura de los labios] Yo puedo seguir.
No te prometo que tanto pueda el cuerpo del querido Perseus, claro.