[Se agacha para quedar a tu altura, y te mira a los ojos. Rebusca en su bolsillo y saca una daga de plata, apoyando la parte roma en tu brazo. Ve que nada sucede, y vuelve a mirarte con sospecha. Finalmente toma una decisión.] Sí, Lilo. Iremos a casa. Vamos. [Vuelve a tomarte, manteniéndote más alejada esta vez.]