[Ríe.] ¡Mi querido amigo! Más bien me refería al asunto de tu tamaño, y que probablemente no quepas por la puerta. De hecho, te sorprendería saber la cantidad de robots que tenemos aquí en Nadalandia.
Pero tanto para solucionar lo primero, como para comprobar lo segundo, hay una solución no demasiado compleja. [Saca un pañuelo de su túnica y lo extiende en su mano. Lo apunta con la varita, y la superficie del pañuelo se vuelve reflectante-- mejor dicho, el pañuelo se convierte en un espejo mediano.]