En efecto. Para ese entonces había recordado comprar con anticipación una botella pequeñita de champaña para hacer un brindis mirando los fuegos artificiales. Y de ahí en adelante, esa era mi pequeña celebración.
El caso es, luego de esa noche trataba de mirar por la ventana de vez en cuando para acordarme que también existía un mundo afuera de mi departamento.