Supongamos que, un día, alguien a quien estimas nota que estás triste. Y, para animarte, esa persona te prepara tu comida favorita, pero no es un profesional. Quizá la comida esté salada, o le falte sal, o no tenga la apariencia perfecta.
Pero es algo que alguien hizo por amor hacia ti. Esa comida te va a valer más que la que te pudiera hacer un chef profesional, incluso si la del chef supiera mil veces mejor.