Al escritor original de la historia, algo así como mi tataratío, le gustaban las tragedias. El príncipe y el cuervo se suponía sería su mejor tragedia, porque crearía un loop eterno de miseria. La bruja enamorada del príncipe que se sacrificaría por él, el caballero que moriría sin poder salvar al príncipe, el hada que desaparecería cuándo confesara su amor por el príncipe, y el príncipe siempre tendría que perder su corazón. La historia no tenía final porque ese era el chiste de Drosselmeyer, su última risa.