Creo que ahí radica la diferencia entre abogados defensores y fiscales, justamente: yo tengo que desconfiar, tú que confiar. Disculpa si al final sonó como si estuviésemos juzgando a Herr Edgeworth y él fuese tu cliente. No fue mi intención ni trataba de sembrar cizaña, sólo... no sé, ¿amistad?