'Soy realmente inútil', pensé. Por días, me dediqué a lamentar mi debilidad.
'No puedo salvar a nadie', era mi mantra, pero aquí estabas, mi hermano, llorando por días y noches. La persona que más necesitaba de mi justo bajo mi techo, y lo único que atiné a hacer fue ignorarte.
Rompí a llorar. Corrí los últimos pasos separándome de tu cuna, me agarré a ella y comencé a disculparme.
'Estoy aquí, lo siento, lo siento, por favor para de llorar, lo siento'.
Eras muy pequeño, y me daba pánico cargarte, pero temía que si me iba por tu leche, comenzarías a llorar otra vez.