[El soldado pensó mil veces en hablar con la bailarina, y mil veces encontró algún motivo para no hacerlo, así que siguió observándola desde la banca de la plaza, y observaba día a día como la bailarina ofrecía su baile para las risas y los aplausos de los demás.
Y un día, la guerra, cuál terrible monstruo, envolvió también a ese pueblo. El soldado conocía su rugido y conocía las pesadillas que provocaban. Recordaba a su señor y a su familia, y al pensar en la bailarina decidió que aun sin su pierna, él pelearía por proteger esa esperanza que ella había encendido en él]