[Pero un día, mientras descansaba en la plaza de un pueblo, vio a una bailarina muy singular: también le faltaba una pierna. Pero esto no parecía importarle a la bailarina, quien usaba sus muletas de madera como si fueran extensiones de si misma, y si su pointé era más rudo a comparación del de las bailarinas que tenían dos pies, nadie podría negar la belleza de su baile, ni la intesidad que ella podía proyectar.
Tano la observó el soldado, que de un momento a otro supo que se había enamorado de ella.]