[El soldado lo había perdido todo en la guerra. Su familia y amigos, su hogar y su señor e incluso el uso completo de sus piernas, pues había perdido, también, una de ellas en combate. Sin nada más que un corazón pesado como el plomo, el soldado empezó a viajar, por montañas y valles, sin importarle a donde debía ir o lo que debía hacer.
Le había sido arrebatada la gloria de una muerte en combate, junto a sus compañeros, la alegría de regresar a casa con las personas con las que había crecido, incluso la dicha de poder ver a su señor en la gloria.
A cada paso de muletas y pierna, el corazón del soldado se hacía más y más pesado, pero el soldado apenas y podía sentirlo. No recordaba cómo era no tener esa carga, y no existía nadie en el mundo a quién pudiera interesarle.]