Al principio, la princesa se sentía muy triste por estar ahí sola, sin tener con quien hablar o jugar. Pero pensar en eso le dolía, así que trató de evitarlo. A fuerza de repetirlo, recluyó sus sentimientos en un arconcito en un rincón de su corazón y los cerró con llave.
Se había convencido de que ya no dolía, que era feliz así y que era su deber hacerlo para complacer a su padre.