Aquarian Red Tea Bunny (sha_chan) wrote in mansion_ooc, @ 2009-05-11 18:18:00 |
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Current mood: | morose |
Entry tags: | fanfics |
Mis musos y yo somos unos dorks
Se me ocurrió esto ayer en la mañana, pero no tuve oportunidad para escribirlo sino hasta ahora.
Son un conjunto de drabbles relacionadas con el día de la madre y mis personajes. Y algunos de los suyos |D (No especifico para que sea sorpresa :p)
Disfruten, espero les guste :D
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Ese día, cuando Raine entró a la enfermería, se sorprendió al encontrar un ramo de flores sobre su escritorio. Se quedó viéndolo un buen rato, pensando en quién podría habérselo traído y por qué. No fui sino hasta que decidió levantar el ramo para colocar las flores en agua, que notó una tarjeta decorada debajo. La tarjeta decía, en letras enormes, “Feliz día, mamá”.
Con mayor curiosidad, tomó la tarjeta entre sus manos y la abrió, descubriendo la distintiva letra de Pato en el interior, agradeciéndole por ser su ‘mami’.
Raine sintió que un par de lágrimas humedecían su rostro y una enorme sonrisa cruzaba sus labios. Colocó las flores en agua y puso la tarjeta en su escritorio. No pudo dejar de sonreír en toda la mañana.
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Cuando Sparrow se enteró que era un día especial para su fiel Verdecín utilizó la excusa aprovechó para invitar a todos los miembros de la tripulación –léase, de la habitación- celebrar la ocasión con un gran festín en el bar. Muu voló inmediatamente a los brazos del pirata, Yamamoto tan sólo río y tuvo que declinar la invitación por ser menor de edad.
Sparrow insistió, pero Muu determinó que sería lo mejor: Yamamoto podía quedarse en casa cuidando a Lupito. Yamamoto aceptó, sonriente, y no los vio regresar sino hasta la mañana siguiente, cuando ambos cayeron directo en la cama vecina con sus mejillas notablemente coloradas y enormes sonrisas bobas en sus rostros.
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Haruhi sabía que todo esto era una mala idea, pero Tamaki insistió una y otra vez, diciendo que era una tradición muy importante que debía ser respetada y honorada de aquí al fin de la eternidad. Tsuna tampoco estaba de acuerdo, sobre todo porque ya había visto lo que podía suceder, pero no pudo evitar ser arrastrado también por su ‘padre’. Kobato, por supuesto, adoró la idea y fue quien ayudó a Tamaki a reunir a todos y convencerlos –o arrastrarlos-. Chi tan sólo les siguió la corriente porque le pareció divertido.
Esa mañana, Tamaki, Tsuna, Haruhi, Kobato, Chi, Antoinette, las perritas –Verena y Millicent- y todos los peluches –Kuma-chan, Yattaro, Trouc y Kasumi- se adentraron en terreno peligroso a horas muy tempranas de la mañana, con el fin de despertar a Kyouya con un grito alegre y amoroso de: ¡Feliz día, mamá!
Kyouya gruñó. Abrió los ojos a penas, los vio a todos y de un grito, los corrió fuera de su casa. Haruhi y Tsuna fueron los primeros en salir, seguidos del resto, todos espantados por el terrible Demonio de las Sombras.
Kyouya se acostó de nuevo inmediatamente, pero no pudo evitar que sus labios se curvaran en una pequeña sonrisita antes de volver a dormirse.
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Harry se sorprendió al abrir la puerta esa mañana y ver a Jack con un ramo de flores en la mano. Harry lo miró, arqueó las cejas y le preguntó afablemente qué rayos quería. Jack sonrió esa sonrisita irresistible e insoportable y le comentó que hoy era un día especial y por eso venía a ver a ‘Mami Murphy’.
Murphy apareció de pronto, miró a uno y a otro y se lanzó a abrazar a Jack, riendo; éste le dio un cálido beso en la mejilla y le ofreció el ramo. Murphy lo aceptó gustosa y lo invitó a pasar a desayunar.
Harry no estaba seguro si esta situación le agradaría del todo.
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Oruha pudo oírla venir desde el interior del bar, había aprendido a reconocer el característico tamborileo de su pequeña desde hace varios meses, así que se anticipó a su llegada con un vasito de leche y dulces galletas, y abrió la puerta justo cuando la alegre Uzura se acercaba al edificio.
Oruha se agachó para saludarla y Uzura se lanzó inmediatamente a sus brazos; Oruha la cubrió de besos y Uzura rió y rió y luego que hubieran dado muchas vueltas juntas, Uzura le extendió una rosa roja y brillante. Oruha abrió los ojos de par en par, aceptándola y le preguntó a qué se debía la ocasión. Uzura respondió recitándole el poema que tanto ella y Pato habían practicado por días, un poema para la mamá.
Oruha no supo qué decir cuando su nena hubo terminado, tan sólo volvió a estrecharla de nuevo con fuerza, besándola más que nunca y haciéndole cosquillas y disfrutando del adorable sonido de la risa de su hijita.
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Todo había sido planeado a la perfección: Merlina se había asegurado de especificarle al tío Alucard la hora correcta de la madrugada en la que se reunirían, de tal forma que pudiera despertar a su madre de la forma correcta.
Ese día, Morticia y Homero despertaron al coro de muchísimas criaturas del bosque siendo torturadas, sus chillidos como música para sus oídos.
Merlina llegó no mucho después, con un animal moribundo y sangriento en manos clavado con varias rosas llenas de espinas y se lo ofreció a su mamá.
Morticia no podía pedir mejor regalo.
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Un baile de ballet, un, dos, tres. Maléfica aplaudió, emocionada, al ver a la princesa cuervo moverse con tanta gracia por el salón. Diablo, en su hombro, también estaba maravillado. Kraehe siguió bailando hasta que terminó la música, y se quedó quieta luego, rígida como una estatua, para poder darle el final que la pieza se merecía. Maléfica se quedó observándola, orgullosa, y aunque Kraehe nunca le mencionó el porqué del baile, Maléfica creía adivinarlo.
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Chagum había desaparecido ese día desde muy temprano, algo que a Balsa le pareció muy peculiar. Pensó buscarlo, pero e este lugar no había real necesidad; además, confiaba en él y sabía que era prudente y no se metería en problemas.
Estaba a punto de salir a entrenar, como todos los días, cuando Chagum llegó de pronto, agitado y sonriente y prácticamente se lanzó a abrazarla. Balsa parpadeó, sorprendida, pero lo abrazó al instante. Chagum le entregó un paquetito, diciéndole que la quería. Balsa, conmovida, se quedó sin palabras, pero abrió la cajita. Dentro había un precioso brazalete.
Balsa intentó decirle a Chagum que no era necesario, pero el niño no aceptaría un no por respuesta, y para convencerla, le mostró que el brazalete tenía algo grabado en su interior. Balsa enmudeció al leerlo y se colocó el brazalete al instante, abrazó a Chagum de nuevo con más fuerza y besó su frente. No planeaba quitarse ese brazalete nunca.