Starscream, Molly y galletas Ya era hora que hubiera lectores electrónicos del tamaño adecuado, pensó Starscream mientras revisaba el catálogo de la vasta biblioteca de Nadalandia. No que fuera la única forma en que los podía leer, pero era importante por principio.
Tras pasar algunas páginas de lo que trajo el resultado de su búsqueda, encontró algo prometedor. Un rectángulo en el medio de la pantalla presentaba como título "30 deliciosas galletas" sobre la fotografía de un plato lleno de las mismas. Starscream lo presionó y una vez que el libro se descargó, buscó una receta cuyos ingredientes coincideran con los de la alacena de la torre. No tenía ganas de salir.
—¡Papá!—exclamó Eva desde el corredor mientras él seguía revisando.
—Aquí —respondió el por reflejo y con aire distraído.
Un par de segundos después, la escuchó entrar.
—Vaya, en serio cambiaste el laboratorio por la cocina.
—¿Eh?—gruñó él sin molestarse de verdad siquiera, y sin levantar la vista del lector electrónico.
Eva comenzó a trepar por la pata de la mesa.
—No es que me queje.
—Pudiste haberme pedido que te subiera.
—Estás ocupado. Además, con tantas galletas, tengo mucha energía que gastar.
Él gruñó otra vez como respuesta, pero la dejó ser. Había encontrado una receta perfecta para sus necesidades.
—¿Te ayudo?
Starscream lo consideró por un segundo, pero desechó la idea. Curioso cómo sus ganas de tener a alguien a quien darle órdenes por el momento no le interesaba.
—Puedo hacer esto yo solo. Pero puedes quedarte a ver si quieres —añadió con rapidez.
Eva se encogió de hombros y se sentó sobre una de las tazas de medir que estaban boca abajo.
Starscream dejó el lector en un repisa donde no fuera a ensuciarse, apoyado contra la pared para sostenerlo de pie y verlo con facilidad. Una vez con su mandil puesto, comenzó a trabajar amasando con las manos. Terminó tan concentrado en lo que hacía que de hecho brincó ligeramente cuando Eva habló de nuevo.
—¿Vas a hacer galletas de tu tamaño?
—No —Starscream levantó una planilla de cortadores de galleta. La planilla era de su tamaño, pero los agujeros eran del tamaño de las galletas humanas.
Eva soltó un silbido apreciativo.
—¿De dónde sacaste eso?
—De la tienda —Starscream la miró con el rabillo del ojo—. ¿Quieres que te prepare una grande?
A Eva se le iluminó la cara.
—¡Claro!
Starscream la señaló con el dedo índice cubierto de la masa aún pegajosa.
—¡Sólo promete que no tratarás de comértela toda de una vez!
—¡Prometido, prometido!
—Más te vale —replicó Starscream, y siguió trabajando.
Poco más tarde, cuando metía las bandejas al horno, Starscream se descubrió preguntándose si debería sorprenderse de lo poco que le sorprendía tanta domesticidad. Pronto descartó el pensamiento, sin embargo, y se concentró en preocuparse si había calculado bien el tiempo de horneado de la galleta de Eva.
Más te vale que salgas bien, galleta.
*
Quemada por debajo, cruda por dentro.
—¡Estúpida receta! -chilló Starscream señalando el lector electrónico con un dedo acusador.
—No es para tanto —dijo Eva.
—¿Cómo que no es para tanto? ¡Esos son todos los intredientes que tenía! —pero se le ocurrió que como la culpa era de la receta, entonces era la receta la que debía cambiar. Sujetó a Eva con la mano y se transformó en jet, asegurándose de que la chica quedara sobre el asiento—. Vamos a comprar más.
—Como quieras —respondió ella recargándose en el respaldo.
Starscream salió por la ventana hacia el centro comercial, dispuesto a obtener su venganza. Ninguna tonta receta se interpondría en el camino de los caprichos de su hija. Además, alterar una receta de cocina era algo para lo que estaba perfectamente capacitado para hacer, así que esta también iba por la ciencia.