Pero Minrir también era capaz de crear otros seres. Cuando sus emociones se salían de control, creaba seres opuestos, que destruían todo a su paso. Minrir no sabía como controlarlos y como además era el único en su especie, siempre estaba solo con la compañía de las criaturas que creaba.
Hasta el día en que conoció a una mujer con una voz melodiosa y especial que podía apaciguarlos y encantarlos.