Agarrada de las manos de su compañera no pudo evitar saltar por entre las camas de la habitación en una muy privada celebración, llena de gritos mudos, expresiones eufóricas y abrazos inesperados.
Después de dos largos años de preparación lo había conseguido y esa vez, ni una enfermedad, ni un profesor quisquilloso habían conseguido detenerla. A partir de ese día por los dos años de estudios que le quedaban en el castillo, pertenecía al equipo de quidditch de Gryffindor.
No podía esperar ni un segundo para ver su uniforme, que según fuentes no oficiales pertenecía a Lou el antiguo cazador, de quien decían nunca se bañaba, pero eso no importaba. Lo importante era que sería la nueva portadora del número seis y además sería una excelente jugadora, nadie tendría queja de ella, nadie, limpiaría su casillero, guardaría los bates, las toallas, los zapatos, lo que fuera necesario...
Estaba tan emocionada, que hasta limpiar la basura de Sirius se veía emocionante.
-¡Felicidades!
Detuvo su festejo, dejando que el resto de sus compañeras de habitación la abrazaran, le dieran besos en las mejillas y le llenaran los bolsillos de caramelos. Luego de unos minutos se vio arrastrada hacia la puerta, las escaleras, la sala común y la salida de la misma.
-Ve a decirle a John- le susurro la más rubia de sus compañeras de habitación, dándole un empujoncito.
Por unos instantes, la mirada azul de su mejor amiga choco con la suya y un pequeño apretujón en el estomago, le hizo saber que ir a ‘decirle...’ no era lo mejor, pero era imposible, su sentido común era un fiasco.
Con pasos largos camino en dirección al Gran Salón, toda nerviosa por lo que iba a hacer. No es que se le fuera a declarar, (no por Merlín, claro que no), pero era su amigo y era bueno comunicárselo ¿verdad? Oh diablos, las manos le sudaban demasiado, eso no estaba bien.
Al final del pasillo, justo al dar la vuelta, choco contra una persona que iba en la dirección contraria, un par de manos fuertes la sostuvieron por los hombros, impidiendo su caída.
-Lo lamento…, fue mi culpa. Oh, hola- la persona que le hablaba, con un acento muy irlandés del norte y unos modales muy británicos, era justo la que buscaba.
Mordió sus labios, distrayéndose un poco al mirarle el cabello castaño, los ojos verdes, la piel libre de acné, las mejillas sonrojadas, queriendo comprobar que nada había cambiado, sintiéndose estúpida al hacerlo. Y de nuevo ese apretujón, que le decía inconscientemente, que estaba mal, que nada saldría bien si hacía lo que la sonrisa de él le proponía.
Negó con la cabeza, realmente era una estúpida. John era el mejor amigo que hubiese podido encontrar en toda su vida, era un buen chico y era simpático; le ayudaba con los deberes y la invitaba a tomar el té en el verano; tenía una casa muy bonita y una madre amigable; sabía jugar quidditch y era malo cocinando (lo cual era genial, porque así ella y sus cuestionables habilidades culinarias quedaban en alto).
-Quería decirte, que entre en el equipo de quidditch- informo, sonriendo nerviosa –Frente a ti, tienes a la nueva cazadora de Gryffindor.
A diferencia de las felicitaciones anteriores recibió un abrazo, uno muy reconfortante, cálido y lleno de buenas intenciones. Entrecerró los ojos, sintiéndose muy cómoda entre los brazos de su amigo, que había empezado a revolverle el cabello. Oh, eso seguía estando tan mal.
-Creo que le gusto a tu amiga
Busco algo de fuerza de voluntad en su interior y logro separarse de él. Mirándolo estupefacta, como si él estuviera diciendo una gran mentira o estuviera bromeando, pero no lo hacía, tenía una expresión sería y nada que delatara burla.
Esforzó su mente, intentando encontrar alguna señal o algo que le indicara cual de sus amigas era, dentro de su memoria, pero era bastante difícil percibir cosas tan delicadas como aquella para una persona como ella.
-¿Ah?
-La castaña de ojos claros.
¿Era eso? Ahora todo era más claro, si, sí que lo era. ¡A Sara le gustaba su súper amigo John! El que a veces era cretino, a veces huraño, a veces molesto. No, no podía ser verdad.
-¿Te gusta?- pregunto, convencidísima de que esa era la razón de semejante revelación, porque ella no merecía saber ese tipo de cosas de boca de otras personas.
La cara de John estaba muy cerca de la suya para cuando quiso averiguar porque no le respondía. Dio un paso hacia atrás, sorprendida, con las neuronas trabajando a millones de revoluciones por segundo.
-Le gustas- dedujo, alejándose otro paso de su amigo, el que le gustaba a su súper amiga. Olvido la felicidad que sentía, olvido que hacía frío, que estaban a finales de otoño y que extrañamente estaba en medias, y justo en ese momento, la mirada de Sara cobró sentido.
-Cath..
-Esto está muy mal John- dijo, sintiendo que el apretujón del estomago subía hasta su pecho. Esa situación parecía sacada de una telenovela, de esas que miraba su madrastra, en la que todos sufrían y morían al final –Le gustas a mi mejor amiga.
-Pero a mí no me gusta- se adelanto él, moviendo las manos nervioso, haciendo el amago de abrazarla de nuevo -me gustas tú.
Cathleen sintió que el mundo se le iba encima, porque en sus quince años de vida, jamás había experimentado una situación tan irreal como aquella, y sabía, que no habría otra si se empeñaba en que así fuera.
Termino por convencerse: era tan estúpida como un conejo desequilibrado.
¿Cómo podía no haberse dado cuenta antes? ¡Se suponía que eran las mejores amigas!
-Entonces nos vemos mañana- concluyo, convencida de otra cosa más: John seguiría siendo su amigo, ya no tan súper como antes, porque había cosas que no podía arriesgar a cambio de sentimientos efímeros, como su amistad con Sara.
Y entre ellas dos, no podía haber una ganadora y una perdedora. O ganaban o perdían juntas, los estados intermedios no eran validos.
Giro su cuerpo, asustada por el revoltijo de sentimientos que recorrían su cuerpo, y sin responder a los llamados de su amigo, regreso a su sala común con la misma cantidad de pasos largos que la vez anterior y con las manos menos sudorosas.
Al entrar, la vio sentada en el sofá con los ojos rojos y una expresión nunca antes vista en su rostro. Sintió un nudo en la garganta, que se apretaba más y más, con cada paso que daba para acercarse, sin que los azules ojos de su amiga dejaran de observarla.
-No lo sabía- y eso, era todo lo que era capaz de decirle, no habían escusas, reproches o palabras lastimeras que sirvieran. Había incumplido con sus funciones y su amiga, estaba en el derecho de golpearla y retirarle la palabra por el tiempo que quisiera.
Sara la abrazo, apoyando la cabeza sobre su hombro y reteniendo inútilmente un sollozo. –No te culpare jamás si decides salir con él- dijo con voz entrecortada.
Pero el solo pensar todo lo que había sufrido Sara al verla tan unida a John no hacía más que convencerla de su decisión: si se iba a enamorar, tenía que ser alguien de quien jamás pudiesen estarlo las dos al tiempo.
-No seas tonta, el no es de mi tipo.
Tampoco había vacilado al decir eso, los Gryffindors no vacilaban era algo ajeno a su naturaleza. John podía buscarse una buena mujer en otro lugar porque ella prefería quedarse con Sara, hasta encontrar a un chico del cual no pudieran enamorarse a la vez.
Ella necesitaba a alguien como… como… ¡Oh, rayos! ¿Qué no existía un chico lo suficientemente no apto para ambas? Por supuesto, necesitaba a alguien como Sirius Black, que era todo lo opuesto a lo que su amiga buscaba, si eso era. Con algo así todo iría muy bien, porque era como un plan a prueba de conejos desequilibrados.
Nota: Lalalalala... amo las cosas largas, y detesto el drama. Ok, miento :D