January 27th, 2011

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Alzó las cejas, con incredulidad. ¿En serio? ¡¿En serio?!
El otro le sonrió, inmerso en su infantil sonrisa. Alzó por un segundo las cejas, como diciendo 'Genial, ¿No?'

- Eres un retrasado. - concluyó en voz alta el menor de los dos. No bromeaba.

Faust Duke cambió su expresión al instante, confundido. ¿Cómo que retrasado?

- ¿De qué hablas? Esto es arte, Antoine.

Tony Duke pestañeó, confuso, preguntándose mentalmente si su hermano sería adoptado, habría caído de cabeza de bebé o si su madre había tenido un ataque en el pasado y lo había bañado en alguna poción que había causado un daño irreparable en él. Ese tipo no podía ser su hermano. Tener sus genes casi que lo aterrorizaba.
Suspiró, frustrado, pasándose la mano por el cabello y cerrando los ojos. No era un tipo con una paciencia eterna, Faust.

- Pintar la pared de la cocina con jugo de horklump no hará más que atraer duendes. - explicó, con voz condescendiente. Suerte que Regina había practicado un hechizo repelente a los duendes la semana pasada. - Lo cual sería hilarante si esta no fuera nuestra cocina.

Tony miró a Faust, esperando una reacción acorde a la información recibida. Faust parecía confundido, como si se hubiese dado cuenta de algo.

- Entonces sí es gracioso. - aclaró Faust, agitando su cabecita rubia.

Este tipo no tiene caso, pensó Antoine suspirando.

- Nuestra cocina. - repitió, en voz un poco más alta.

¿Por qué no podían ser él y Regina? Hubiesen sido felices. Lou, Benji, Oscar, Regina y él. Y Meghan y Kirley, si insisten mucho. Pero Faust era innecesario. Negó con la cabeza, rodando los ojos y hubiese deseado que su madre y su hermana no fueran tan obsesivo-compulsivas como para odiar los elfos domésticos, así no tendrían que limpiar ellas las idioteces que se le ocurrían a Faust.
Abrió la nevera y sacó un tarro con creme brule (siempre hay de eso en la casa de los Duke) y le dio una cucharada, como para descargar la tensión con el postre. Cerró la puerta de la heladera con la rodilla.

- Tú no entiendes, hermanito. - le dijo Faust. - Te estoy dando lecciones de vida. - Y lo tomó del hombro.

Ah, ahí tenían que estar de acuerdo. Pero Tony no estaba seguro de cuál era la lección más apropiada para el momento. Estaba en algún lugar entre 'Nunca dejes a tu estúpido hermano mayor sólo en la cocina' o 'No tengas hijos, por que pueden salir así'

- Después de todo, esto recién es el inicio. - le dijo Faust.

Tony alzó las cejas. Oh, no.

- Lo que sea que estés pensando, no lo hagas. - le dijo, serio. - Es una mala idea.
- ¿Tú crees? - preguntó Faust, con toda la intensión del mundo. Miró su reloj. - Sólo mantente lejos de esa pared. - Y lo tomó del hombro para pararlos junto a la mesada, lejos de la pared rosada.

No pasaron más de quince segundos antes de que la puerta de la cocina se abriera y por ella entrara Regina, pálida, arrastrando bajo su abrazo a su novio, Austin Cooper, que lucía hinchado. Austin traía una remera que Faust amablemente le había prestado al llegar, por que había caído en una de sus trampas del jardín delantero. Una remera extrañamente rosada. Pero lo más vistoso que tenía era que su piel se estaba llenando de pústulas rojas, mientras gemía suavemente del dolor. Tenía los párpados tan hinchados que ni siquiera podía abrir los ojos.
La puerta de la cocina no se cerró, extrañamente.

- No pregunten. - dijo a sus hermanos. - Austin es alérgico a la saliva de duende. Lo mordió uno. - pero se detuvo, a mirar la pared que Faust había pintado. - ¿Desde cuando la cocina es rosada? - preguntó.

Faust habló. O más bien, alzó los hombros.

- Mamá.

Y con esto de que estaba un poco... huh... ida, Faust usaba a su madre como excusa de todo. Regina no tenía mucho tiempo para pensar, así que no ahondó, apoyando a su novio en la pared, para que se sentara. Si sus hermanos la conocían bien sabían que no lo acercaría a ningún lugar donde se cocinara o comiera, por su propio carácter.
Regina salió corriendo al piso de arriba. Probablemente a buscar algo contra las alergias.

- Pensé que Regina había puesto un hechizo para los duendes la semana pasada. - dijo Tony, intrigado. Su hermana no solía fallar mucho en lo que hacía.
- Me preguntó que habrá pasado. - dijo Faust alzando las cejas con una gran sonrisa que le indicara a su hermano quién era el culpable de por qué no estaba ahí.

Y mientras hablaba, abrió la puerta de la alacena de la cocina, de la que salieron una multitud nueva de duendes que había encerrado en una jaula la noche anterior.
Mientras Antoine Duke observaba como los duendes simplemente se abalanzaban hacia la remera de Austin y la pared, comía creme brule pensando por primera vez que su hermano era un genio.

April 2011

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