December 5th, 2010

[info]copynpastel in [info]bttpfics

Estaba sentado en el pórtico de entrada, leyendo atentamente un libro de historias de soldados. Había salido el sol por unos minutos de entre la espesa nubosidad que se situaba sobre Bexley y él parecía iluminado, mientras una suave brisa de verano revolvía su cabello, para su propio desagrado. Le gustaba la perfección y la rectitud, a diferencia de su hermano Faust.
Ella se había detenido a mirarlo por unos segundos, tragado saliva. Todavía no entendía como era que estaba con él, como era que él quería estar con ella.
Él no se percato (o lo disimuló muy bien) y no levantó la mirada o cortó su lectura hasta que el hizo le hizo sombra. Como respuesta no se movió en exceso, sino que levantó la mirada y la observó en silencio, por debajo de un gesto severo.

- ¡Que serio! – dijo ella con una sonrisa. - ¿Pasó algo?
- ¿Tenía que pasar algo? – preguntó él, un tanto ausente para su estilo.

No se levantó, ni la saludó, ni cambió su expresión.
Julie Olivier se sintió nerviosa de repente, como si algo fuese extraño en esa escena. Antoinè no era así, o al menos no con ella. Sin embargo no quitó su sonrisa.

- Siento llegar tarde. Nos emocionamos con las chicas y no nos dimos cuenta de la hora que era… - y sobre su hombro traído su instrumento musical. - ¿Estas enfadado?

Y recién ahí él se puso de pie, irguiendo su espalda extrañamente y parándose sobre el pórtico de su puerta.

- No me gusta esperar. – le dijo, brevemente.
- Lo siento, Tony…
- No me digas Tony. – le dijo él, cortándola. Alzó la muñeca y chequeó el tiempo.
- ¿Por qué no?
- Odio cuando me llamas Tony.

Ella se quedó pasmada. Mentira. Él amaba cuando lo llamaba Tony. ¿No?
Enrojeció notoriamente y se llevó la mano a una mejilla, tratando de disimularlo. Se suponía que ya no se ponía roja cuando estaba con Antoinè. Ya había pasado la época de enamoramiento idiota, ¿No? Después de un año esa etapa ya había pasado.
Pero este… este era un nuevo tono en su voz. Y las cosas nuevas medio que la ponían nerviosa. O la extrañaban y la hacían sentir un tanto insegura.

- Lo siento, no quería que te enfad-
- Vete. No te quiero ver ahora. – le dijo él.

Shock. Silencio.
Su cerebro tardó en procesar un par de segundos lo que decía.

- ¿Qué?
- Ya me oíste. – dijo él, dándose vuelta y subiendo los escalones del pórtico. – Vuelve otro día, hoy no quiero verte. – repitió.

Y ella se quedó mirándolo, en silencio, sin saber como reaccionar mientras él daba tres pasos cortos y un tanto poco ruidosos para su estilo antes de que le cerrara la puerta en la cara.
Dudó un par de segundos si no seguirlo y pedirle perdón, pero su propio carácter hizo que se diera vuelta y se fuera, tristemente, hacia lo de Kerry.
Sí, necesitaba una amiga que le explicara como actuar a partir de aquí. O qué era lo que había pasado.
Pf, sólo había llegado dos horas tarde.

***

Cerró la puerta y se apoyó en ella, suspirando. Miró el reloj. Dos horas, casi dos horas tarde había llegado. Bajó la cabeza y se rascó la nuca, revolviendo el cabello corto y rió un poco. Eso había estado cerca. Demasiado cerca.
Al quitar su mano, el cabello la acompañó, creciendo a velocidad anormal hasta llegar a la mitad de su espalda. Al mismo tiempo pareció encogerse en el lugar tanto en sentido vertical como horizontal. En su rostro la mandíbula se le afinó, la nariz y las cejas se le achicaron. Bajo de la camisa a cuadros aparecieron las sombras de un pecho femenino y los pantalones tendieron a caer al suelo y quedaron oscilando, un poco demasiado amplios para sus delgaduchas piernecitas.
Cuando el cambio acabó, se peinó el cabello hacia atrás, con los dedos de una mano, mientras que con la otra sostenía el libro de soldados y los pantalones.
Sonó el timbre y Regina dio un salto. ¿No se había ido acaso? Giró sobre si misma y miró por la mirilla, esperando ver a Julie y su estúpida cara de nada en su pórtico. Por Merlín, ¿Qué tiene que hacer una chica para que la novia de su hermano desaparezca?
Sin embargo, por la mirilla apareció otra cabeza rubia. Abrió la puerta.

- ¿Olvidaste las llaves de nuevo?
- ¿Puedes crees que Marge me dejó plantado? – preguntó Faust, entrando molesto a la casa. Regina alzó las cejas, a pesar de que sí le creía. – Me llegó un mensaje de su hermano como hace media hora, algo de San Mungo, no sé. No me importa.

Regina asintió, cara de compungida, como si ella misma no le hubiese mandado chocolates con veneno la noche anterior. No me miren así, era veneno del bueno. Del que solo te da una indigestión de aquellas, no del que te deja fría.
Faust, entro rezongando al grito de ‘¿Qué tiene que hacer un hombre para conseguir un polvo?’ pero se detuvo a mirarla.

- ¿Esa es ropa mía?
- De Toto. Me queda cómoda. – dijo ella, cerrando la puerta.

Pero a Faust no le interesaba, por que siguió hasta la cocina, hambriento, como para ahogar sus penas en algo masticable.

- ¡¿Es qué no hay nada más que Cremè Brulé en esta casa?! – escuchó que le exclamaba a la heladera.

Regina empezó a subir por las escaleras, dejando caer el libro de soldados en su camino y al llegar al primer piso enfiló hacia el cuarto de su hermanito menor. Abrió la puerta, sin tocar, y asomó la cabeza a la habitación oscura.

- ¿Toto?

Alguien gruñó desde adentro de manera somnolienta.

- Tu novia debería haber llegado dos horas atrás. ¿Qué le pasó?

Se escuchó un gruñido nuevo similar que tenía un aire a ‘Yo que sé’

- ¿Quieres que te traiga algo de comer para despabilarte? Debe estar por llegar.
- …dormir.
- Oh. Está bien. Te despierto cuando venga.

Y Antoine, desde su cama, volvió a gruñir algo como un ‘gracias’.
Regina cerró la puerta a su espalda y sonrió mientras chequeaba el estado de sus cutículas, tal vez se le había ido la mano con las judías soporíferas de la poción de dormir de Antoine.

April 2011

S M T W T F S
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930
Powered by InsaneJournal