August 23rd, 2010

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Frunció la nariz al tocar la manija de la puerta y empujó, con un poco de asco. Ugh, odiaba ensuciarse, por todos los Merlines. Jamás te hubiese pasado esto si escucharas a... No. No, no. Mejor ni siquiera pensarlo.
Entró a la casona abandonada en las afueras de Londres mirando alrededor, tratando de distinguir figuras entre las penumbras, el humo y el impactante y avasallador olor a decadencia que había ahí adentro. Distinguió unos ojos observándola a dos metros de distancia, pero no eran los de él, por que tras unos segundos la voz de esa figura la invitó a acercarse. No era él, no era su voz. Miró alrededor y caminó cuidando sus pasos por un sinfín de mugre, objetos rotos y restos de lo que era una casa pintoresca ocupada por... ellos.
Debería haberlo sabido. No, rectifico: Debería haber escuchado. Por que de no haberse interesado en él, tan lejano e imposible, jamás se hubiese metido en ese portal al infierno.

***

Lo reconocería a kilómetros de distancia, por su inconfundible charme de chico malo y dolido. Aun cuando había tanta gente a su alrededor, él no perdería esa desgarbada postura y esa expresión de 'No me importa lo que pienses de mi'. Avanzó por el mugriento pub, estirando su ropa, e insegura de lo que fuese a decir.
Y lo único que salió, al pararse a su lado sin que él siquiera la note (tan distraído como siempre, mirando una banda de mala muerte) fue un horroroso: - Dame un cigarrillo, Vaughan.

***

- ¿Dante? - preguntó agachándose, mientras echaba su cabello hacia atrás de sus orejas aproximándose a un joven excesivamente delgado y alto y de cabello claro. Estaba a contraluz, no veía bien.

El muchacho la miró de vuelta, pero tampoco era Dante.

- ¡Danny! - exclamó el chico, sin camisa, rascándose el hombro con la misma mano con la que sostenía un cigarrillo de dudosa procedencia.

Cerró sus ojos, tratando de no sentir el olor que emanaba, pero era inútil. Estaba tratando de no ver lo mal que estaba todo esto, pero era en vano. Por que ella sabía que Dante estaba ahí para hacer una sola cosa: Caer más profundo en ese pozo de autodestrucción que él mismo (y el destino) lo habían mandado a cavar.
En cierto modo, no lo culpaba. No podía hacerlo, en primera por que entendía. En segunda, por que lo quería. Y no era humillante decirlo, por que él necesitaba alguien que lo quiera. Ahora, que quisiera era algo totalmente distinto.

- No me llamo Danny. - dijo una voz rasposa, desde cerca de una ventana, al otro lado del salón.

Ella volteó y suspiró, con eterna calma. Oh, gracias a todos los santos. Estaba ahí. Escuchar su voz fue un bálsamo.

- Es tu novia de nuevo. - le dijo el tipo cerca de ella, sin reparar en mirarla demasiado.

Dante gruñó, para variar. No era su novia.

***

- No. No te lo voy a permitir. - dijo él, tomándola del antebrazo.
- Suéltame, Edward. - dijo zafándose un grito que lo hizo dar un paso atrás mirándola con horror. - Dante me necesita.
- ¡De todos los hombres que pudiste elegir te quedas con...!
- Sólo cállate. - dijo ella, frunciendo el ceño. - Cállate.

Y dio media vuelta, cerrando con un portazo lo que había sido la relación más larga y querida que había tenido.

***

Estiró la mano, para tocarle la mejilla y hacer que la mire. Lucía destruído, pero relativamente mejor de lo que esperaba. Se le llenaron los ojos de lágrimas, no supo si fue de alegría, por encontrarlo, o de tristeza, por su estado.

- Vete. - le dijo él, tras mirarla por un segundo, volviendo a la ventana.
- Vienes conmigo. Hay que volver a casa. - Y acarició su mejilla, esperando que él no se apartara.

No lo hizo, pero suspiró, con culpa cerrando los ojos. Tenía un cigarrillo en su mano, uno legal. Dio una pitada larga, llena de necesidad y angustia. Su mano le temblaba un poco.

- Vamos, Dante. - dijo ella, aferrándose a su destruido cárdigan. - Te busqué por todos lados, no me hagas volver sola.

Él cerró los ojos y se pasó la mano por la frente, secándose unas gotas de sudor frío, sin responder.

- Lo siento. - respondió tras unos segundos. - No quiero.

Apretó sus labios con angustia.

- No me dejes, por favor. ¿No me amas?

Y Dante no supo qué responder.

***

Lavaba los trastes con excesiva fuerza, pero no se dio cuenta hasta que rompió una taza. Él, que secaba con su calma habitual, la miró, alzando las cejas. ¿Le pasaba algo?

- ¿Estas bien?
- ¿Por qué vino Meghan? - preguntó ella, frunciendo el ceño. - Tu sabes que...
- Lo siento. - respondió Dante, sin dejarla terminar.

Tomó la taza y la reparó, con ayuda de su varita. Sabía que Meghan siempre levantaba polemicas. Era su amiga, pero ella ni siquiera podía escuchar su nombre. No la culpaba de todos modos, por que la comprendía.
Se comprendían uno al otro, pero aún así hacían su voluntad.

***

- Dan, ¿No me amas? - preguntó de nuevo, con las lágrimas precipitándose por sus mejillas.
- No seas así, Lana. - dijo él, volteando la cabeza. Le dio una pitada más a su cigarrillo, y más que nunca ella supo que había que devolverlo a casa. - No puedo.

Ella estiró la mano, con una sonrisa. El sonido de su nombre en la voz de Dante hizo que sonriese.

- Sé que es difícil.

Y el calló, por que es cierto que ella sabía.

- Es mi culpa.
- Dante, no es tu culpa. Fueron los mortíf...
- No me refiero a eso. Hablo de Edward. - Negó con la cabeza. No quería escucharlo. No podía. Él debería haber estado ahí. Jamás debería haber permitido que Bea fuera parte de la Orden del Fénix. - Vuelve con él.

Ella negó con la cabeza.

***

Era la primera vez que lo veía así. Era la primera vez que creía que había un sentimiento claro en la expresión de Dante. Estaba llorando desconsoladamente, ahogándose con sus propias lágrimas mientras dos desconocidos le decían que lo sentían.
Sin embargo, en sus expresiones no había nada como en la de Dante. Estaba muriendo ahí sentado,aferrando un papel entre sus dedos.

'Muerta en acción'

¿Se suponía que se sentía mejor por que había muerto como heroína? Por que no era así.

***

- Ed está bien. Yo no lo estoy sin ti. - rodó Lana.

Dante sonrió repentinamente, negando con la cabeza.

- Vete.

Ella no lo necesitaba a él. Él necesitaba a Lana y jamás sería de la otra manera. Y lo peor es que jamás sería suficiente, por que sin Bea, tampoco estaba bien. ¿Qué iba a hacer? ¿Volver con Lana y ser lo poco que quedaba sin su hermana?
Lana merecía algo más. Todo el que lo conociera necesitaba más. Y él jamás lo había dado.
Sin embargo, ella no se movió, todavía aferrada a su ropa.

- No te amo, Lana. - insistió en un murmullo poco creíble.

Y ella sonrió, negando.

- Eres un pésimo mentiroso. - Y ella sabia de mentiras y manipulaciones. - No me voy sin ti. - Y bajó por su brazo para entrelazar sus dedos con los de él.

Aún a través de la ropa, pudo sentir como la piel se le ponía de gallina, al contacto. Jamás iba a cambiar. Sin embargo, él, con su horroroso poco talento para mentir, le aseguraba que no era repulsión, sino más bien alivio.
Sintió el anillo frío, sobre su dedo y sonrió.

- ¿Te vas a ir con tu novia, Danny? - preguntó el drogadicto tras ellos. El segundo. - ¿Cuándo vuelves?
- No me llamo Danny. - insistió, Dante, dándole una última pitada a su cigarrillo. - Y no es mi novia.
- Y no volverás. - completó Lana, tocando su hombro. - Podemos salir de esto.

Él la miró frunciendo el ceño y preguntándose de donde diablos sacaba ella tanta confianza en él. No mentía, ella era una cabeza dura y cuando quería algo, no había nada que la detuviera. Él era la prueba (casi) viviente de ello.
Pero demasiada fe era idiota.

- No quiero salir de esto. - dijo, apagando su cigarrillo y arremangándose, por que empezaba a tener calor. Se secó con el dorso de la mano el sudor frío sobre su frente.

Quitó su brazo y trató de dar un paso hacia atrás, pero se tambaleó y cayó al suelo sentado. Sus ojos verdes eran casi indistinguibles incluso ahora, que estaba de frente a la luz. Sus flacuchos brazos parecían magullados por las marcas de agujas en su piel.
Dante la miró con culpa y se bajó las mangas. Ella no debería haber visto eso.

- ¿Quieres dejarme sola? - preguntó ella, con su natural expresión de borrego.
Él negó con la cabeza. - Vuelve con Edward.
- Ed es mi hermano. Ed tiene su familia. Tu eres la mía.

Dante suspiró y la miró, entrecerrando los ojos. Lo estaba convenciendo. No quería eso.

- Vamos a casa.
- Esta en casa. - dijo el otro tipo, desde su rincón. - Dile, Danny.

Dante cerró los ojos y se rascó la nuca. Apoyó sus manos en el piso y suspiró.

- No me llamo Danny. - insistió, poniéndose de pie. Se incorporó sobre Lana y le dio un beso en la frente, que hizo que su corazón se volviese a llenar de esperanza.

Podía quitarse a si mismo, pero jamás iba a quitarle la casa. Ella lo había dejado todo por él. Y aun lo dejaba todo, cuando nunca iba a merecerlo.
A su espalda, el drogadicto rió.

- Estarás de vuelta en unos días.

Y a pesar de que él estuviese más lejos de la realidad que Lana y Dante, era claramente el que tenía más razón.

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//Nota: Ya sé que prometí que no más drama, pero no me pude resistir.//

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