May 24th, 2010

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Se acercó a la ventana de su pequeño apartamento londinense. Aún habían fuegos artificiales. Desde hacía horas que estaban en celebraciones. Era entendible la razón. No más miedo. No más eso de esconderse. No más de estar desconfiando de todos. Eran razones suficientes para salir y festejar por horas, días y hasta semanas. Sin embargo, en sus mejillas no dejaban de rodar las lágrimas, era imposible hacerlas parar. 

Pensaba en sus adentros, ¿Que nadie ve el otro lado de la situación?, ¿Nadie notó si quiera quienes fueron los responsables de esa alegría y lo que les pasó?, no, al parecer nadie lo hacía. Todo era sobre Harry Potter y el niño que vivió y todas esas boberías que si bien son ciertas, no eran lo más importante. Oh, bien sabía ella que ese bebé no tuvo que mover ni un dedo para sobrevivir, ella que sabía algo de los misterios, sabía de esa magia antigua, que todo lo había hecho Lily. Oh, Lily. 

Se alejó de las luces de la ventana para sentarse sobre el sofá, se cubrió los ojos con las manos. Oh, Lily, su querida amiga Lily. Nadie lloraba por ella, todos estaban celebrando, nadie pensaba en ella. Ella no merecía morir, no, por supuesto que no. Tampoco James. Oh, pobre James, él también era genial, su compañero. Las dos mejores personas que podría conocer en mucho tiempo. Y nadie lloraba por ellos. Tal vez Lupin. Si, Lupin debía de estar igual que ella. Peter. Oh, pobre Peter. Que destino tan cruel le había tocado. ¡Y en manos de....!. Merlín, no podía ni pronunciarlo. 

Ese era el otro pensamiento que la tenía mal. Él no podía haber hecho lo que dicen, no, él no era así. Lo conocía bien. Pero la evidencia...No, había algún error. ¡Era Sirius!. Sirius jamás delataria a James. Ellos se adoraban. Pero esos trece muggles, esas vidas inocentes, cobradas por un ser cruel, que no podía ser él. No, estaba convencida que no. Quería creer que no. Era muy doloroso pensar que Sirius, Su Sirius había hecho tales barbaridades. Y lo peor era que no podía averiguar la verdad. Su querido amigo ya estaba recluido en Azkaban. Oh, que terrible situación. Y nadie pensaba en ello, no, solo pensaban en el chico que vivió gracias a sus padres, sus amigos. 

Pero era imposible no llorar. No solo por James y Lily, sino por Sirius. Ya le había roto el corazón. Estar enamorado de un mujeriego no era tarea fácil. Pero era insoportable estar enamorada de un asesino. Porque si, aún lo amaba. ¿Por qué?, porque era una idiota que piensa que, a pesar de las evidencias, él era inocente. 

El sofá empezó a ser terriblemente incómodo, así que se sentó en el suelo, recostada sobre su anterior asiento. Se abrazó las piernas y allí lloró un poco más. Pero sus lágrimas fueron interrumpidas por un fuerte golpe causado por la puerta que se abrió súbitamente. 

Cathleen sacó su varita por instinto, apuntándola hacia la puerta, pero al fijar sus ojos hacia los azules claros de su amiga bajó la guardia de inmediato, rompiendo en un sollozo sin poder evitarlo. 

Sara corrió hasta ella para sentarse a su lado y poder abrazarla, llorando de igual manera junto a ella. 

-Vine en cuanto pude, estamos en las investigaciónes de lo de Black- Dijo por fin. 

Cath lloró más. ¿Por qué le decía eso?, ¿Que no se daba cuenta que eso le dolía?, no parecía su amiga ese día. 

-Oh, Cath, no llores por él, no lo merece- La tomó del mentón para secarle las lágrimas. 

-No- 

-¿No que?- 

-No lo creo, Sara, tu conoces a Sirius, ¿Como puedes pensar que le hizo eso a James?, sabes que es imposible- Le dijo entre sollozos. 

Sara se separó unos centímetros de ella, estiró las piernas y se secó las lágrimas -Lo se- La miró -Pero, ¿Como quieres que crea lo contrario después de todo lo que se ha encontrado en su contra?- Se mordió el labio inferior -Cath, no puedo, no puedo creer lo que tu, era James, Lily, y ya no están por culpa de él- Su labio comenzó a temblar -Y no podemos hacer nada para que regresen, tampoco podemos hacer nada para cambiar la condición de Sirius. Es culpable, debes dejarlo ir- 

Cath tomó aire por la nariz -Sara, creo que es mejor que te vayas- Se levantó se llegó hasta la ventana de nuevo, para ver los fuegos artificiales. 

Su amiga se levantó y caminó hasta la puerta -Debes entender Cathleen, que no puedes defender lo indefendible, llora por lo que hay que llorar- Al decir esto salió a la calle, iluminada por los colores. 

Era fácil decirlo. Ella no había estado enamorada de un hombre por tantos años. Más bien lo había detestado. Por primera vez Cathleen no podía soportar una actitud de Sara. Después de tantos años y no podía encontrar apoyo en su mejor amiga en algo tan importante como aquello. 

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Diez de la mañana. Un extraño día soleado en Londres. Al parecer hasta el clima estaba feliz. Sacó su tazón de cereal para desayunar. Gerald seguía durmiendo. Al parecer la fiesta se había prolongado mucho tiempo. Cath tenía los ojos hinchados y rojizos. No tenía ganas de salir. Pero estar encerrada en casa la hacía deprimirse aún más. Tal vez entre la alegría de los demás a ella se le contagie un poco de eso. 

Aunque fuese soleado, se vistió abrigada. Sentía que en cualquier momento iba a aparecer una lluvia. El clima de Inglaterra era muy engañoso. Bien lo sabía ella. 

Abrió la puerta y lo primero que notó fue el correo en el suelo. Estaba acumulado desde hacía tres días. La casa Cowershof esta llena de gente con pereza al parecer. Tomó las cartas y volvió adentro. Se sentó en la mesa y pasó una a una. Gerald, Gerald, Gerald, deudas, Gerald, Sara, una nota doblada en cuatro, Gerald. Se detuvo. Tomó la nota y la desdobló. 

Conocía esa letra. Se puso pálida y la leyó una y otra vez. 

Yo no lo hice

Y ella lo creía.

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Cumpliendo una promesa. Ustedes saben bien que yo solo sé escribir dramah. Si fue demasiado, lo siento. Espero que les guste igual. Especialmente a ti. Love ya.

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