May 1st, 2010

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Chapter VIII

-¡Las flores!, ¿DONDE ESTÁN LAS MALDITAS FLORES?- Exclamó molesta y estresada mirando a su alrededor. 

-¡Aquí están, ¡Aquí están!, hija, ¡Cálmate!, por amor a Merlín, cálmate- Le rogó mientras le entregaba el racimo de flores blancas. 

-Madre, estoy nerviosa y ansiosa, no esperes mucho de mi- Le dijo en tono de impaciencia, justificándose. 

-Lo sé, cariño, pero tranquila, todo va a salir bien- Le dio un beso en la mejilla y miró sobre su hombro -¡Oh!, ahí viene tu padre, buena suerte- Le dedicó una sonrisa y salió por la puerta de atrás. 

Su padre se deslizó hasta ella para tomarle el brazo. 

-Te ves hermosa- Le dijo sincero.

-Gracias, papá- Le sonrió y se mordió el labio inferior nerviosa cuando vio que las puertas comenzaban a abrirse. 

La pequeña multitud se puso de pie cuando ella entró en el lugar. Con paso lento, al ritmo de la música típica, avanzó hasta el final del pasillo. Donde otro brazo la sostuvo. Dejándo que su padre se sentara en el lugar que le correspondía. Todos tomaron asiento y se hizo el silencio. 

-Queridos hermanos, estamos aquí reunidos...- Comenzó el cura a dar su monólogo. 

Ella no era del tipo religiosa. Nunca lo fue. Y aunque esa ceremonia le parecía algo cursi e innecesaria, sin embargo, tradiciones eran tradiciones y ahora que tenía a su familia con ella, no iba a dejar de complacerlos ni un instante. 

El cura avanzó con el protocolo hasta llegar a la parte importante. 

-Emma, ¿Aceptas a este joven, en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?- Preguntó leyendo su librito color negro. 

Sonrió -Acepto- Se mordió el labio inferior. 

-Y tu, Matthew, ¿Aceptas a esta joven, en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?- Repitió.

-Acepto- Contestó sonriendo. 

-Entonces los declaro marido y mujer- Hizo una pausa -Puede besar a la novia- Concluyó. 

Matthew le apartó el velo color blanco del rostro y la sostuvo por la cintura, para luego posar sus labios con los de ella en un beso suave. Se tomaron de la mano y salieron de la iglesia, pasando por entre la gente alegre hasta llegar hasta el convertible blanco. 
Emma se sentó sobre el respaldar del asiento para despedirse de sus familiares y amigos. Aunque una persona, al otro lado de la calle, atrajo su atención. Sus ojos azules se clavaron sobre ella, mostrando una mirada triste, al borde del llanto. Ella cerró los ojos con fuerza y se acomodó sobre el asiento. Intentando ignorar aquella imagen en su cabeza. Tomó la mano de Matthew que comenzaba a avanzar por entre la calle. Iban a aeorpuerto. Directo a su luna de miel. 

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Sus cualidades culinarias habían mejorado luego de casarse, hasta el punto de querer aventurarse a hacer pollo al horno. Toda una hazaña considerando los resultados obtenidos con otros alimentos cocinados en el horno. Pero era una ocasión especial. Su primer aniversario tenía que ser inolvidable.
Miró el libro de recetas, en donde decía que para mejor toque mojar con algún tipo de licor el pollo antes de meterlo al fuego. Miró en las gavetas. Nada. Suspiró con pesadez y tapó la bandeja con papel de aluminio. La metió en la heladera y salió al supermercado. A comprar una botella de algún vino caro. 

Caminó por los pasillos hasta encontrar la sección de bebidas. Se detuvo y tomó una botella de vino tinto y miró su etiqueta. Una voz conocida hizo que se sobresaltara. 

-Siempre te gusto el vino blanco. ¿Cambiaste tus gustos?- Preguntó el hombre casi en su oído. 

-Alfie, creí haberte dicho que no quería volverte a ver. Aléjate de mi- Le dijo seria sin mirarlo, con sus ojos fijos en la etiqueta del vino. 

-Tranquila, Emms. Vengo por algo que seguramente te interesa. Es sobre Charlie- Le dijo calmado. 

¿Cómo se atrevía a mencionarlo sabiendo que fue gracias a eso que todo terminó entre ellos?. Dejó la botella sobre la estantería y se giró lentamente. Lo fulminó con la mirada y se cruzó de brazos. Esperando. 

Carraspeó -Tengo algunos objetos personales que seguramente te gustaría tener- Se encogió de hombros y se mordió el labio inferior. 

-¿Por qué me lo vienes a decir ahora?- Preguntó indignada. 

-Porque después de un año y medio seguramente dejarías que te hablara- Le contestó con naturalidad. 

Emma dudó unos instantes. Miró su reloj de muñeca -Está bien, pero debe ser rápido. Tengo que llegar a casa- Se adelantó para caminar delante de él. Alfie la siguió.

Se aparecieron en el apartamento. Que lucía casi igual que cuando lo había dejado, tantos meses atrás. No pudo evitar tener un flashback con todos los recuerdos de ella y él. Juntos. Cuando estaban bien. Pero la imagen del anillo contra su rostro le regresó, lo que hizo que volviera en si. 

-¿Donde están las cosas?- Preguntó con cierto desdén. 

-Ya las busco- Le dijo sonriendo entrando en la habitación. Al parecer aún encontraba gracioso que Emma se molestara, aunque la razón de su enfado no fuera del todo agradable. 
Volvió a la sala con una caja cerrada. La colocó sobre el sofá -Aquí hay algunas prendas, perfumes, relojes y su libreta negra de telefonos- Suspiró y la miró -Estuve a punto de robármela, pero no pude hacerlo- Se mordió el labio inferior. 

No pudo ignorar el comentario -¿Por qué no?, me parece muy raro en ti- Alzó una ceja mirándolo. 

-Porque no he podido estar con nadie más. Pienso en ti cuando lo hago- Admitió sincero. La honestidad se le veía en los ojos. 

Bajó la mirada con rapidez. ¿Por qué ahora si es importante?, ¿Por qué ahora es que la toma en cuenta cuando sale con otras mujeres?. Eso le molestó mucho, lo que hizo que al abrir la caja lo hiciera con fuerza. Miró el interior. Sus ojos se empañaron en lágrimas al percibir el olor de Charlie. 

Miró a Alfie -¿Por qué tienes que darte cuenta de las cosas tan tarde?- Le preguntó entrecortadamente. 

Se acercó a ella tomándola por la cintura -Aún no es tarde Emma, nunca es tarde- La miró a los ojos y se acercó para intentar besarla. 

Emma lo empujó. 

-No, Alfie, estoy casada, no puedo hacer esto- Se secó las lágrimas y luego se volteó para cerrar la caja. Él se acercó hasta ella y la tomó por las caderas. 

-No pudiste olvidarme, Emma. No puedes- Dijo con voz seductora mientras acariciaba la parte de su abdomen por encima de su ropa. 

Se colocó derecha y le entró un escalofrío en la espalda -S-si lo hice- Dijo torpemente intentando aclarar su mente, pero aún sin mover las manos para apartar las de él. 

Acercó su rostro hasta el cuello de Emma, para rozarlo con su nariz -Tu sabes porqué hice lo que hice, debes entender que yo nunca deseé verte triste, en especial porque me preferiste a mi sobre Charlie. Nunca estaré conforme por como actué. Yo solo quiero que tu seas feliz- Besó con suavidad todo lo largo del cuello mientras sus manos se metían dentro de su camisa para acariciarle el abdomen. 

-N-no, Alfie, no puedo. Me hiciste daño y está Matthew- Comenzó a hiperventilar. Su corazón latía a mil por minuto. 

-Yo aún te amo Emma, nunca dejé de hacerlo y sé que tu tampoco porque puedo sentir como tu corazón viene y va por el pulso de tu cuello- Besó con lentitud esa parte de retumbaba -Y Matthew no te conoce mejor que yo ni es mejor amante que yo- Una vez dichas esas palabras, Alfie comenzó a besarle el lóbulo de la oreja mientras sus manos subian de a poco y volvian a bajar hasta su vientre. Emma soltó un gemido he intentó pensar en Matthew de nuevo, logrando colocar las manos sobre las de Alfie para que se detuviera en ese moviendo de vaiven. 

-No, Alfie por favor, detente, sabes que no puedo- Dijo en un hilo de voz. 

Alfie la soltó. Emma se dio la vuelta y lo miró a los ojos. Esos ojos azules que jamás pensó que podrían volverla a derretir. Trataba de buscar una razón por la cual irse de allí y volver con Matthew. Y el dolor por la mentira de Alfie intentaba llegar. Pero era cierto, no podía odiarlo. 

Él le acarició el cabello y sus ojos se pusieron vidriosos -Creo que después de todo, si es demasiado tarde- Una lágrima se resbaló por su mejilla -Te he perdido- Se mordió el labio inferior - Ni tampoco puedo creer que él sea mejor en la cama que yo- Sonrió mostrando su larga fila de dientes blancos. 

Emma pasó la yema de sus dedos por la mejilla de Alfie para secarle la lágrima. Sonrió -No, no es mejor que tu- Se mordió el labio inferior. Entre Alfie y Matthew había una gran diferencia en muchas cosas. Alfie le superaba por mucho en el sexo porque él sabía lo que le gustaba y lo que no, lo que no aún no había experimentado y lo que debería dejar de hacer. Matthew era como su mejor amigo, su compañero y Alfie era su complemento. 

Entre todos esos pensamientos Alfie no perdió tiempo y la besó en los labios. Ella le puso las manos en el pecho con intención de separarlo. Pero cuando sus lenguas se rozaron fue imposible detenerlo. Subió sus manos hasta su cuello y entrelazó una mano con su cabello. Alfie se metió debajo de su ropa de nuevo para acariciar la piel de la espalda, el abdomen, el brassier, el broche del brassier, su piel sin brassier, sus pechos, sus piernas. Todo. Era piel que conocía a la perfección. 
Piel que volvía ser suya depués de tanto tiempo.  

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Estaba en una de sus guardias normales. Comía un sandwich que se había preparado antes de venirse al trabajo. Últimamente había comido demasiado, o por lo menos el doble de lo que siempre consumía. Matthew bromeaba con que se iba a volver una gorda enorme, lo que le molestaba pero no podía dejar de comer. Era casi una necesidad. 
Terminó de tragar el último bocado del sandwich cuando en su estómago comenzó a librar una batalla dentro de ella. Tuvo que correr y dejar su puesto de vigilancia para subir por el ascensor y llegar a un piso con servicios. Por suerte para todos, logró llegar al baño a vomitar. Estuvo allí gran parte de la mañana y eso le preocupó, porque no eran síntomas normales en ella. 

Una idea de pasó por la mente y se le hizo un vuelco en el corazón.
Al salir del trabajo se llegó hasta la farmacia a comprar un pequeño paquete azul. Llegó al apartamento y entró directo al cuarto de baño. Abrió la cajita y siguió la instrucciones que indicaba. 
Estaba nerviosa. Miró el aparatito que en pocos segundos le revelaría la posible razón de sus nuevos síntomas. 
Tres. Dos. Uno. 

Pregnant.

Fuck.

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