April 15th, 2010

[info]copynpastel in [info]bttpfics

Abrió los ojos y suspiró.

Había un número de factores que definían si el despertar de Regina Duke era agradable o no. Seamos sinceros, cuando eres una obsesiva compulsiva, no todo es tan sencillo como parece.
Ser tan detallista como ella incluía un millón de rutinas que la gente no podía entender: Iba mucho más allá de la dirección hacia donde apunta el asa de su taza, la manera en que limpian sus ventanas y la forma en que caen las cortinas. Ser un obsesivo compulsivo era mucho más difícil que eso.
Así que la mañana de Regina usualmente estaba definida por su despertar. Y esa era la razón principal por la que despertaba de mal humor en la escuela: Nadie se fijaba en la forma en que las cortinas caían, las ventanas eran limpiadas o dónde exactamente estaba tu bata de cama. Te tocaban en suerte otras cuatro locas con las que compartir la habitación. Y que sea lo que Dios y tu paciencia quiera. Ahora, sin embargo, era tiempo de felicidad: Vacaciones de verano llenas de cremè brulé materno, sábanas no utilizadas por Merlín sabe quién y buenos despertares, como suponía, ocurriría esa mañana.
En principio, le gustaba despertar sola en su cama, boca arriba, rodeada por el abrazo de su camisón de seda rosada y sus sabanas de algodón egipcio de 800 hilos. Luego de desperezarse, solía sentarse y chequear en primer lugar si escuchaba sonidos detrás de su puerta y luego, si ésta estaba apropiadamente cerrada. Le gustaba dormir con la puerta de su habitación cerrada y en silencio. Y punto.
Suspiró, nuevamente, peinando con los dedos el cabello hacia atrás y se masajeó el cuello, sonriendo. Las cosas iban bien esa mañana, todo como le agradaba. No podía pedir más. O menos, en realidad. Se puso de pie, tranquilamente y fue a chequear su apariencia al espejo, levantando de la butaca al final de su cama su bata, que había dejado ahí la noche anterior. Se pasó el cepillo por el pelo y lo peinó en un rodete, antes de caminar hacia la ventana, dispuesta a abrir sus cortinas (y chequear que cayeran del modo adecuado).
Las abrió.

-…-

Del otro lado de vidrio, Edward Goldsmith, en persona, la miró. Estaba tan sorprendido como ella, aparentemente. Él se puso de pie rápidamente, había estado acostado. Específicamente en su sillón tapizado en color manteca que tenía unas inusuales hojas verdes y manchas de clorofila.
Esas hojas, esas manchas le parecían conocidas. Muy parecidas a las de la libustrina que limitaba la casa de los Duke con la calle.

- ¿Qué haces en la habitación de Meghan? – preguntó él, a través del vidrio, volviéndose repentinamente rojo, de furia. En su mano, sostenía lo que Regina reconoció como el libro que había leído la noche anterior y estaba prácticamente segura de haber dejado sobre su mesa de luz.

Edward tenía la ropa arrugada y desprolija, además de llena de tierra. Tierra similar a la que estaba manchando su suelo, impecable, y sus tapizados. Sobre su hombro, colgaba todavía una hoja de la libustrina.

- ¡¿Estás haciéndole algo?! ¡LE VOY A DECIR, SERPIENTE PONZOÑOZA QUE…! - continuó, sin detenerse. Regina, extrañamente, escuchaba sus insultos a medias, mientras volvía al libro en la mano de Edward.

Volteó la cabeza, hacia su mesa de noche, ignorando la sarta de insultos totalmente inadecuados del joven del otro lado de la ventana. El joven que tenía aspecto (y humor) de quién se levanta en un sitio extraño, poco conocido.

- ¡...No puedes hacerle nada! ¡Por que Meghan...! ¡Yo amo a ...! - ¿Le importaba? No. Definitivamente no. Pero en cambio, la mesa junto a su cama...

Mesa, sí. Lámpara, sí. Reloj, sí. Banda del cabello, sí. Libro, no. Volvió a mirar la mano de Edward y cerro la cortina, muda, con los gritos del chico como música ambiental.

- ...Y nunca, jamás, podrás ser como ella. Morirás vieja, fea y...

Se puso sus pantuflas y salió de la habitación, con una expresión en blanco. Bien podrían haberle borrado la memoria. Al salir de su habitación, todavía escuchaba los gritos aislados de Edward, y sus puñetazos sobre el vidrio que no se rompería.
Antes de darse cuenta, entraba en la cocina, donde toda la familia trataba de acomodarse a la nueva dinámica de tener dos miembros más. Meghan se había terminado por adaptar, al igual que su hermano menor, a la forma de ser Duke.

- Bastarda. – la llamó, con calma, casi cariñosamente.

Se sentó en su lugar habitual y acomodó el asa de su taza hacia la derecha, mientras pasaba la punta de la servilleta por el borde del plato, limpiándolo.
Meghan, vestida con sus pantalones de Jogging viejos y una remera de Quiddich enorme (su pijama preferido: desarreglado y abiertamente desaprobado por Regina) la miró, superada de su apodo cariñoso.

- Tu acosador te busca en mi ventana.

Un segundo, nada. Dos, nada. A los tres segundos, todas las caras giraron en torno a Meghan.

- Dile que no quiero mi libro de vuelta – Se sentó en la mesa y alineó el asa de la taza hacia la puerta, como todas las mañanas, mientras servía su té. - …Jamás.

***
Reality killed the video Star.
University killed my imagination.

April 2011

S M T W T F S
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930
Powered by InsaneJournal