Eso solo significa que sus sonrisas son más valiosas, porque solo las muestra en ocasiones especiales, cuando se permite a si mismo demostrar la felicidad que oculta dentro de sí.
Uno no pierde la costumbre realmente, solo se hace a la idea de que no vale la pena sonreír, porque no hay nada ni nadie por quién hacerlo. Hace falta un fuerte empujón y darse cuenta que siempre existirán razones, aunque sean pequeñas, por las que vale la pena sonreír. Por ejemplo, saber que se cuenta con un buen amigo o tener al lado al ser más importante para uno.