[pausa] Érase una vez una diosa, la madre de la luz y del sol. Ella estableció un reino en un llano más allá de las estrellas, donde los seres celestiales vivieron en armonía por siglos.
Un día llegó una nave voladora a su llanura desde la luna, y se estrelló. Los dioses tuvieron misericordia de los exiliados que huían del mal. No pareciera que fuese a ocurrir nada que irrumpiera la paz.
Pasaron los años, y una terrible sierpe demoníaca, de ocho cabezas y cuerpo como una montaña, azotó la planicie celestial. Su aliento era como el veneno para la vida, y la tierra quedó maldita. La mitad de los habitantes quedaron paralizada en muerte para siempre.
A la diosa no le gustó ni un pelo que este mal hiciera daño a nadie. Ella decidió pelear con todo y hundir sus garras en esos cuellos gigantes, si le fuese posible.