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May. 24th, 2010

[info]nonsensepeople

Se acercó a la ventana de su pequeño apartamento londinense. Aún habían fuegos artificiales. Desde hacía horas que estaban en celebraciones. Era entendible la razón. No más miedo. No más eso de esconderse. No más de estar desconfiando de todos. Eran razones suficientes para salir y festejar por horas, días y hasta semanas. Sin embargo, en sus mejillas no dejaban de rodar las lágrimas, era imposible hacerlas parar. 

Pensaba en sus adentros, ¿Que nadie ve el otro lado de la situación?, ¿Nadie notó si quiera quienes fueron los responsables de esa alegría y lo que les pasó?, no, al parecer nadie lo hacía. Todo era sobre Harry Potter y el niño que vivió y todas esas boberías que si bien son ciertas, no eran lo más importante. Oh, bien sabía ella que ese bebé no tuvo que mover ni un dedo para sobrevivir, ella que sabía algo de los misterios, sabía de esa magia antigua, que todo lo había hecho Lily. Oh, Lily. 

Se alejó de las luces de la ventana para sentarse sobre el sofá, se cubrió los ojos con las manos. Oh, Lily, su querida amiga Lily. Nadie lloraba por ella, todos estaban celebrando, nadie pensaba en ella. Ella no merecía morir, no, por supuesto que no. Tampoco James. Oh, pobre James, él también era genial, su compañero. Las dos mejores personas que podría conocer en mucho tiempo. Y nadie lloraba por ellos. Tal vez Lupin. Si, Lupin debía de estar igual que ella. Peter. Oh, pobre Peter. Que destino tan cruel le había tocado. ¡Y en manos de....!. Merlín, no podía ni pronunciarlo. 

Ese era el otro pensamiento que la tenía mal. Él no podía haber hecho lo que dicen, no, él no era así. Lo conocía bien. Pero la evidencia...No, había algún error. ¡Era Sirius!. Sirius jamás delataria a James. Ellos se adoraban. Pero esos trece muggles, esas vidas inocentes, cobradas por un ser cruel, que no podía ser él. No, estaba convencida que no. Quería creer que no. Era muy doloroso pensar que Sirius, Su Sirius había hecho tales barbaridades. Y lo peor era que no podía averiguar la verdad. Su querido amigo ya estaba recluido en Azkaban. Oh, que terrible situación. Y nadie pensaba en ello, no, solo pensaban en el chico que vivió gracias a sus padres, sus amigos. 

Pero era imposible no llorar. No solo por James y Lily, sino por Sirius. Ya le había roto el corazón. Estar enamorado de un mujeriego no era tarea fácil. Pero era insoportable estar enamorada de un asesino. Porque si, aún lo amaba. ¿Por qué?, porque era una idiota que piensa que, a pesar de las evidencias, él era inocente. 

El sofá empezó a ser terriblemente incómodo, así que se sentó en el suelo, recostada sobre su anterior asiento. Se abrazó las piernas y allí lloró un poco más. Pero sus lágrimas fueron interrumpidas por un fuerte golpe causado por la puerta que se abrió súbitamente. 

Cathleen sacó su varita por instinto, apuntándola hacia la puerta, pero al fijar sus ojos hacia los azules claros de su amiga bajó la guardia de inmediato, rompiendo en un sollozo sin poder evitarlo. 

Sara corrió hasta ella para sentarse a su lado y poder abrazarla, llorando de igual manera junto a ella. 

-Vine en cuanto pude, estamos en las investigaciónes de lo de Black- Dijo por fin. 

Cath lloró más. ¿Por qué le decía eso?, ¿Que no se daba cuenta que eso le dolía?, no parecía su amiga ese día. 

-Oh, Cath, no llores por él, no lo merece- La tomó del mentón para secarle las lágrimas. 

-No- 

-¿No que?- 

-No lo creo, Sara, tu conoces a Sirius, ¿Como puedes pensar que le hizo eso a James?, sabes que es imposible- Le dijo entre sollozos. 

Sara se separó unos centímetros de ella, estiró las piernas y se secó las lágrimas -Lo se- La miró -Pero, ¿Como quieres que crea lo contrario después de todo lo que se ha encontrado en su contra?- Se mordió el labio inferior -Cath, no puedo, no puedo creer lo que tu, era James, Lily, y ya no están por culpa de él- Su labio comenzó a temblar -Y no podemos hacer nada para que regresen, tampoco podemos hacer nada para cambiar la condición de Sirius. Es culpable, debes dejarlo ir- 

Cath tomó aire por la nariz -Sara, creo que es mejor que te vayas- Se levantó se llegó hasta la ventana de nuevo, para ver los fuegos artificiales. 

Su amiga se levantó y caminó hasta la puerta -Debes entender Cathleen, que no puedes defender lo indefendible, llora por lo que hay que llorar- Al decir esto salió a la calle, iluminada por los colores. 

Era fácil decirlo. Ella no había estado enamorada de un hombre por tantos años. Más bien lo había detestado. Por primera vez Cathleen no podía soportar una actitud de Sara. Después de tantos años y no podía encontrar apoyo en su mejor amiga en algo tan importante como aquello. 

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Diez de la mañana. Un extraño día soleado en Londres. Al parecer hasta el clima estaba feliz. Sacó su tazón de cereal para desayunar. Gerald seguía durmiendo. Al parecer la fiesta se había prolongado mucho tiempo. Cath tenía los ojos hinchados y rojizos. No tenía ganas de salir. Pero estar encerrada en casa la hacía deprimirse aún más. Tal vez entre la alegría de los demás a ella se le contagie un poco de eso. 

Aunque fuese soleado, se vistió abrigada. Sentía que en cualquier momento iba a aparecer una lluvia. El clima de Inglaterra era muy engañoso. Bien lo sabía ella. 

Abrió la puerta y lo primero que notó fue el correo en el suelo. Estaba acumulado desde hacía tres días. La casa Cowershof esta llena de gente con pereza al parecer. Tomó las cartas y volvió adentro. Se sentó en la mesa y pasó una a una. Gerald, Gerald, Gerald, deudas, Gerald, Sara, una nota doblada en cuatro, Gerald. Se detuvo. Tomó la nota y la desdobló. 

Conocía esa letra. Se puso pálida y la leyó una y otra vez. 

Yo no lo hice

Y ella lo creía.

*****************

Cumpliendo una promesa. Ustedes saben bien que yo solo sé escribir dramah. Si fue demasiado, lo siento. Espero que les guste igual. Especialmente a ti. Love ya.

May. 20th, 2010


[info]secretadmirer

♫ No dejes que te detenga ♪

Música: Don't Let Me Stop You - Kelly Clarkson
Tamsin Egerton as Joy Plucknett
Jamie Bamber as Sebastian Mayfield

Girl Power ♥ En celebración de que los hombres apestan, haha :)

May. 10th, 2010

[info]lemonincest

Amistad

La vio limpiarse el rostro con movimientos nerviosos, queriendo ocultar las lágrimas, había visto tantas veces esa actitud y no solo en ella, por supuesto que no, en muchas otras más, que lo sabía de memoria. Inspiro, buscando los últimos gramos de paciencia que quedaban en su organismo; esa era una situación realmente complicada, y además de eso, también comprometedora. Realmente necesitaba mucha paciencia.

Miro hacia arriba, el poco usual cielo despejado de Liverpool pronosticaba un clima excelente, bostezo, recostándose lo más cómodo que podía en el banco.

-No sales de una y ya estás en otra ¿Eh?- masculló, ahora inclinándose hacia adelante, mirando las palomas que picoteaban las migas de pan estúpidamente, estaba tan incomodo que ni una caja de cigarrillos entera podría ayudarlo.

No era la primera vez que tenían esa conversación, era en realidad, la tercera. La primera, había sido un par de años antes, al poco tiempo de conocerse (profundamente, porque siete años de 'hola y chao' no eran suficientes); la segunda, casi al cumplirse un año exacto, cuando ella se había emborrachado tanto que... Agh, aun se le subían los colores al recordarlo, y justo en aquel momento la tercera. Ella le había buscado por supuesto, en su agradable departamento en Liverpool, mucho más grande y limpio que el primero, para obligarlo a salir a tomar un paseo y charlar como en los viejos tiempos.

-¿Qué tiene ellas que no tenga yo?- Oh, esas preguntas..., no pudo evitar observarla inquisidoramente. Ella lo tenía todo, absolutamente todo, era mejor que cualquier otra, pero él no la veía de esa manera, ¿Era tan difícil comprenderlo? No entendía, siendo honestos, qué era lo complicado de entender…, era bastante sencillo: él no se la quería coger. Eso era todo.

Inspiro, sobándose las sienes -Te lo he dicho. Cien, no, miles de veces- comenzó, hablando claramente, sin rodeos y lentamente -No eres como ellas, nunca te veré como ellas porque eres mi amiga, Cathleen.

La vio romper en lágrimas dramáticamente, con todo el dramatismo que una persona como ella fuera capaz de contener. Estaba acostumbrado a que las mujeres lloraran por él, era casi imperturbable ante esas situaciones, pero ella no era cualquier mujer, antes que nada era su amiga. Después de un rato de oírla llorar sin sentido, acerco una mano al cabello oscuro de ella, acomodándolo correctamente para verle el rostro, luego la empujo por un hombro, obligándola a apoyar la espalda en el banco, mirándola fijamente.

-Seamos honestos esto es patético- concluyo.

Ella asintió, limpiándose las mejillas con fuerza, como se notaba que en el fondo estaba molesta, pero aun así, la expresión dolida no desaparecía.

-Te adoro, te quiero mucho- dijo, calmadamente, poniendo a prueba su paciencia, siempre era la misma conversación, siempre –Pero nosotros..

-¡Podemos intentarlo!- aporto ella interrumpiéndolo, tan entusiasmada que era imposible creer que segundos atrás lloraba.

-Claro que no. Jamás funcionaria.

Un pequeño silencio, casi incomodo.

-Pero si no lo intentamos, jamás lo sabremos. Escucha David, no perdemos nada- las manos frías de la mujer se posaron en sus mejillas, queriendo darle más profundidad al asunto, acercando sus cuerpos y sus rostros, -Si me quieres tanto y me adoras, nada saldrá mal, después de todo yo te am-

-¡No digas tonterías!- exclamo, alejándose, ya cansado de todo eso, nunca había dudado del estado mental de su amiga, hasta ese momento; -¿Cómo puedes ser tan sádica? ¿Cómo puedes seguir diciendo eso? ¿No te das cuenta? Tú no puedes amar a nadie más

Los labios le temblaron y supo que había dicho algo muy cruel, existían temas que aun para mujeres como ella, fuertes y alegres, eran difíciles de afrontar. No importaba cuanto tiempo hubiese pasado, él sabía que ella tardaría mucho más de lo planeado en aceptar aquello, que se aferrara a él tan estúpidamente era la prueba más contundente de eso. No lloro más, por el contrario, el rostro de Cathleen mostraba un gesto doloroso combinado con estupefacción y rabia, como un extraño cóctel de emociones.

-Lo siento yo no quise decir...

Inspiro, moviéndose un poco para tomar una de las latas de cerveza que descansaban al pie del banco, una bolsa llena de Guinness, la mejor cena para un jugador de quidditch profesional. Respiro intranquilo, dando un trago largo a su bebida. Sabía a gloria, porque sin importar que sabor tuviese esa afamada gloria, la Guinness era lo más cercano. Diablos, pensar en cosas tan intrascendentes conseguían relajarlo tanto…

-Soy una ridícula, haciendo estos dramas sin sentido. No sé porque de verdad... ¿Sería horrible si le echo la culpa a la costumbre?

Asintió, disfrutando de su cerveza, le extendió la lata después de unos minutos, invitándola a tomar un poco. Ella acepto y le dio un largo sorbo, cerrando los ojos al hacerlo. Si, realmente era horrible si se excusaba de esa manera, él prefería continuar con su teoría del sadismo y la negación inconscientes, más cercana a la realidad.

-Tengo el estomago vació, David

Alzo las cejas, queriendo decir ‘Gracias por el aviso’, recordando a la vez lo fácil de emborrachar que era en ese estado, despechada y con el cerebro trastornado. Oooh, noo. El clima ya no se pronosticaba tan excelente. Hasta sentía como una extraña ventisca le recorría la espalda.

-Esta vez te llevare con Sara a tiempo.

En silencio la observo un rato, a su querida amiga, evaluando cuantas posibilidades existían que se hubiese vuelto loca y nadie se diese cuenta. Teniendo en cuenta el lugar donde trabajaba, ese sótano mugriento del ministerio de magia, no había razones para dudar de ello. Cuando se levanto, con un movimiento decidido y mirando los niños que jugaban al otro lado del camino, sobre el césped, evitando mirarle directamente, supo que toda esa maravillosa tragicomedia (que no tenía nada de comedia ni de tragedia), comenzada hacía tres horas ya, estaba por terminar.

La voz entrecortada de la mujer lo saco de sus cavilaciones, -¿Puedo ir a ver tu juego la próxima semana?

Sonrió, extendiendo una mano para que su lata regresara, -¿Lo llevaras?- ella asintió, sin dejar de mirar los niños y sin devolver la lata –Te daré un buen puesto entonces.

Ahora era ella quien suspiraba, -¿Cómo no llevarle? Nunca me perdonaría que fuese a ver sola al Puddlemere en la gran final, teniéndole allí.

-Debes de amarle mucho.

-Pero me asusta lo mucho que se parecen también- concluyo, dándole la cerveza por fin y mirándole con una sonrisa. David vacilo, realmente se veía muy triste, con esos ojos rojos e hinchados y esa expresión de mártir medieval. Ella dio media vuelta, acomodándose la cartera y el chaquetón beige, emprendiendo su retirada a paso tranquilo.

-No, no quiero verte hasta el día del juego. Me traerás mala suerte- aclaro al verla intentar voltear, sonrió, porque sabía que en fondo todo aquello la haría reír.

Decidió, después de asegurarse que Cathleen realmente se había marchado, y no estaba escondida tras un árbol esperando para lanzársele encima, irse de aquel lugar. Recogió sus cosas, miro a los niños que jugaban y se preguntó, que tan adecuado sería regalarle una escoba voladora a un niño de tres años. Meneo la cabeza, adecuado era, pero no dudaba que la escoba regresaría vuelta trocitos con una carta amenazadora escrita en lápiz labial.

Todo muy chic. Con lo que fuera que significara esa palabra.


Nota: Lo prometido es deuda (:, no se puede ir por el mundo debiendo cosas. Yo no hago series de novelas rosas, pero pongo mi granito de arena (?)
<3

[info]the_dietrich

Lo más loco del destino

.............................. jajajajaja XD, algo que creo nunca va a pasar:




Y pondría la que hice de Diane & Dietrich, pero tiene la foto de la actriz anterior que usó (o sea Heather Marks) por eso no la posteo.


Y...





JAJAJAJAJA.....................

May. 9th, 2010

[info]nonsensepeople

Chapter X

Miró las luces del hospital con ojos desorbitados. El dolor era tan insoportable como decían que era y no paraba, iba en aumento conforme los minutos pasaban.
El sudor caía por todas las partes de su cuerpo. Tenía la mano agarrada de Matthew con fuerza. Podría hasta jurar que le cortó la circulación. 

-¡Doctor Highmore!, ¿¡Podría empezar ya!?- Le pidió Emma en gritos. 

-Por favor, tiene que respirar, todo será más sencillo si se calma- Le decía una enfermera idiota. 

-¿Calmarme?, ¿¡Quiere que me calme!?, ¡Intente soportar el dolor que se siente cuando un bebé quiere pasar por un hueco del tamaño de un limón!, ¡Cuando lo entienda me avisa¡- Le gritó ejerciendo más fuerza sobre la mano de Matthew.

Comenzaba a ver borroso cuando escuchó las voz del doctor. 

-Ya podemos comenzar- Dijo con una calma que le desesperó -Emma, quiero que respire y cuando le diga comienza a pujar, ¿Vale?- Le dijo tranquilamente. 

Hizo lo que le pidió al pie de la letra. Esperando el dolor terminara de una vez por todas. 

Fueron los cuarenta y cinco minutos más largos de su vida. 

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Su hijo recién nacido yacía en una cuna al lado de su camilla, durmiendo. Matthew había salido a buscarle más ropa, porque ese día le daban de alta en el hospital.
Estaba dormitando cuando sintió que alguien le tomaba una mano. 

-¿Cómo te sientes?- Le preguntó Alfie con voz tierna. 

-Antes me sentía mejor- Le dijo molesta -¿Que haces aquí?- Le preguntó con voz cortante. 

-Vine a verte, ¿Que más iba a hacer?- Sus ojos miraban a Emma y a la cuna simultáneamente. Ella lo notó. 

-Puedes verlo- Le dijo rendida. 

Alfie le sonrió y se levantó -¿Verlo?, ¿Entonces es niño?- Preguntó mientras se acercaba. 

-Si, es un niño- Se acostó de lado para ver mejor lo que hacía. 

Él se quedó tieso viendo la cuna. Era un bebe hermoso, sin duda alguna, con las mejillas sonrojadas y cabello castaño. Miró a Emma mordiéndose el labio inferior. 

-Está bien, puedes cargarlo, pero con cuidado- Le pidió y él no reparó y estiró los brazos con cierta torpeza, pero logrando por fin poner en sus brazos al bebé. 

El movimiento hizo que se despertara pero no lloró al instante, pasaron algunos segundos antes de que Alfie se viera obligado a dárselo a Emma. 

Ella lo tomó con facilidad, acariciándole el poco cabello que tenía para calmarlo. 

-Tiene mis ojos- Le dijo él sin despegar los ojos del bebé. 

-No, son los ojos de mi abuelo- Le explicó con seriedad. 

Pero si, eran indudablemente los ojos de Alfie. 

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Estaban en el jardín de la nueva casa, mirando como su hijo gateaba sonriente sobre el césped espectacularmente verde. Estaban pasandola de maravilla. Por fin las cosas se veían bien para Emma.
Aunque no vio venir lo que sigue. 

-Emma, sabes que he notado algunas cosas- Le dijo con calma Matthew. 

Ella lo miró curiosa -¿Que cosas?- Preguntó comenzando a preocuparse. 

-Tiene casi un año y aún no le noto ningún parecido a mi- Dijo por fin. 

Emma lo miró sorprendida -¿Que te sucede?, ¡Tiene tu nariz!- Señaló a su bebe que estaba distraído con un insecto. 

-No seas ridícula, es tu nariz, ¿Y háblame de sus ojos?, no son ni tuyos ni míos, y ese azul es completamente desconocido para mi- Se cruzó de brazos y la miró serio. 

-Mis ojos son azules, Matthew, los de él son un poco claros pero es por la herencia de mi abuelo, son idénticos a los de él- Le dijo convencida, pero luego lo miró fijamente -¿Estás insinuándome algo, Matthew?- Preguntó lo obvio. 

Él alzó una ceja -Si, y vas de nuevo con tu abuelo- Hizo una pausa -Jamás e visto una foto de él, Emma, pero si he visto a otra persona, la conocí, de hecho- El tono de seriedad que usó no era común. 

El corazón de Emma comenzzó a acelerarse -¿Estás insinuando algo?- Alzó un poco más la voz. 

-¿Me crees idiota, Emma?, ¿Pensaste que nunca lo iba a notar?, ¿Creíste que no me iba a fijar que ese bebé es igual a ese bastardo de Alfie?, pues pensaste mal- Le dijo con odio. 

Emma jamás había conocido a esa parte de Matthew, nunca se había molestado con ella, nunca -Estas mal de la cabeza, ese bebé es tuyo, deja de hacer este melodrama, no quiero pelear frente al bebé- Le quitó la mirada para ver fijamente a su hijo, que por suerte estaba ajeno a todo lo que ocurría en ese momento. 

-No, Emma, me cansé que de me vieras cada de estúpido- Se levantó y se colocó frente a ella. La tomó por la muñeca y la alzó con toda la fuerza que tenía -Ahora, me vas a decir la verdad- Le dijo sin soltarla. 

La mano en su muñeca la lastimaba -Matthew, me haces daño, suéltame por favor- Le pidió viéndole a los ojos. Pero ese no era su Matthew. No, ya no lo era. 

-No, no lo haré hasta que me digas la verdad- Alzó la voz y la miró con odio. 

Ella comenzó a llorar -Yo no tengo nada que decirte, no te he mentido- Se mordió el labio inferior, intentaba ver hacia donde estaba su hijo, procurando que no viera esa escena. 

-¡No me mientas más!,. ¿Ese hijo es de Alfie?, sólo admítelo, Goulding- La sacudió con fuerza. 

-¡No!, es tuyo- Le gritó suplicante. 

Matthew no pudo soportarlo y la tiró al suelo. El bebó comenzó a llorar. 

-¿Por qué lo hiciste, Emma?, todo iba bien, ¿Que hice yo para que te fueras con ese maldito?- Se sentó en el suelo y se tapó la cara con las manos y comenzó a llorar cual niña. 

Ella pronunció un enorme 'Auch' cuando cayó al suelo. Pero no se levantó de allí. No pudo. Sus fuerzas no eran suficientes. Se arrastró hasta donde estaba su hijo y como pudo se levantó con él en sus brazos. Lo abrazó llorando y miró a Matthew que seguía en el suelo. 

-Alfie jamás me hubiese hecho eso- Le dijo en un sollozo.

Eso volvió a despertar la ira de Matthew -¡Entonces lo admites!, ¡Admite que te acostaste con él y que ese hijo es suyo!, ¡DILO!- Le volvió a gritar. El bebé lloró más. 

-¡SI, LO ADMITO!- Le contestó -Y agradezco que lo sea-
Luego de decir estas palabras entró a la casa directo a la habitación para recoger sus cosas. 

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-¡Hijo!, ten cuidado- Le gritó. 

-Esta bien, madre- Le respondió el pequeño con voz fastidiosa mientras seguía jugando en el columpio. 

Emma lo seguía con la mirada. 

-Es un chico, no debería de reprenderlo tanto- La avisó una voz nueva que se sentó a su lado en el banco. 

Emma lo miró con curiosidad -Es que no sabe como es mi hijo, hay que vigilarlo de cerca para que no se lastime- Le dijo con calma. 

-¿Que edad tiene?- Le preguntó. 

-Tiene seis- Le contestó en una sonrisa -Unos terribles seis años- Agregó bromeando, aunque en el fondo no lo hacía. 

Ambos vieron por un rato al pequeño, cuando jugaba en el trampolín, en la caja de arena, cuando le entregó una flor una niña que jugaba en la caja de arena. 

-Su hijo tiene grandes dotes de casanova, si me permite el comentario, señora- Le dijo el hombre mirándola. 

-Señorita- Le corrigió -Soy señorita de nuevo- Hizo una pausa -Y si, lo sé, los sacó de su padre- Suspiró con cierta melancolía. 

-¿Señorita?, ¿Es divorciada entonces?- Preguntó con tranquilidad. 

-Si, hace como cuatro años- Le contestó intentando hacer memoria. Los años pasaban con una velocidad alarmante. 

Pasaron los minutos en silencio hasta que el hombre habló -Hace un calor de los mil demonios, ¿Me dejaría invitarla un helado?- Le preguntó sonriendo. 

-Sólo si mi hijo está invitado- Le avisó. 

-Claro, el siempre estará invitado- 

Emma le sonrió y se levantó -¡Cariño!, este señor te va a invitar un helado- El niño la miró sonriendo. Despidió de su nueva amiga y corrió cual cohete hasta donde su madre. 

-Gracias, señor- Le dijo al hombre de antemano como Emma le acostumbró a decir. 

-No me digas señor, dime Alfie- Le pidió al joven mientras la acariciaba la cabellera. 

El niño asintió alegre -Pues, Alfie, ¿Puedo pedir del sabor que quiera?- Le preguntó con los ojos muy abiertos, mostrando unos hermosos ojos azules. 

Alfie lo miró sonriendo -Todos los sabores que quieras- Él chico sonrió, esbozando una fila de dientes blancos y perfectos, en una sonrisa muy conocida -Pero antes debes decirme tu nombre, porque no puedo llamarte cariño como tu madre- Agregó bromeando. 

Negó con la cabeza repetidas veces -No, no me llames cariño, por favor-  Hizo una pausa -Soy Charles Goulding- Dijo haciendo énfasis. Siempre le había gustado su primer nombre, especialmente porque sabía de quien venía. 

Alfie tragó saliva -¿Y no tienes segundo nombre?- Alzó una ceja -Todo joven debe tener un segundo nombre, Charlie- 

Charles hizo una mueca -Si tengo, pero no me gusta- Rodó los ojos -Bueno, está bien, te digo pero no se lo digas a nadie- Le jaló la camisa para que se agachara. 

Emma miraba la escena enternecida. 

-Mi nombre completo es Charles Dwight Goulding- Le murmuró en el oído. 

Alfie se incorporó. Miró a Emma con rostro de desaprobación. 

-Mala mujer- Le dijo sonriendo, mientras le tomaba la mano y avanzaban hasta la heladería más cercana con Charlie corriendo frente a ellos. 

FIN

[info]copynpastel

Autos y Dientes (I)

La miró, de nuevo.

- .... -
- Que no se te ocurra. - Dijo furiosa, con los dientes apretados.
- Está bien.

Oh no. Él no debería meterse en esto. Sabía como era el carácter de ella en estas situaciones. Tomó mucho aire por la nariz, llenando su pecho y llamando a todos los Dioses de la paciencia, para que lo amparasen.
Tragó saliva, mientras miraba al frente, rascándose la cabeza y se mordió el labio inferior. No. No podía con la presión. Soltó el aire y miró a su novia de nuevo, dudoso.
Emma Goulding volvió a girar la llave del auto. El motor hizo un sonido extraño, ahogado, y Alfie contrajo la cara, con dolor. Volvió la mirada al frente, incapaz de mostrarle su sufrimiento a ella.
Por Merlín, que alguien la detuviese. Estaba matando a su auto.

- Emms, deberías...
- Cállate, Alphonse.
- Pero...
- Estúpida cosa muggle - murmuró envilecida, volviendo a girar la llave.

El auto volvió a quejarse.
¿Por qué había dicho que sí, de nuevo? Oh cierto. Era por que cuando habían empezado a salir le había prometido que le enseñaría a conducir. Estúpida idea. Que ganas de emgramparse la lengua a la mandíbula para dejar de prometer cosas.
¡¿Cómo le iba a prometer su auto?! ¡Era su auto, por el amor de todos los Dioses!
Emma trató de arrancarlo de nuevo y de nuevo, pero nada parecía funcionar. Con cada quejido del motor, Alfie creía que se le iba el alma del cuerpo. ¡Su auto, su auto! ¡Su preciado y hermoso auto! De veras que amaba a Emma, pero esto era totalmente innecesario.

- Emms, creo que...
- CA-LLA-TE.

Y no tenía el corazón para decirle que no. Nunca había podido, ni siquiera el día que se la había cruzado por primera vez.
Y entonces se le ocurrió. Ella volvió a intentar arrancar el auto y él deslizó su varita lentamente fuera de sus pantalones. Tocó la manija de cambios, disimuladamente, y el auto empezó a vibrar, en primera. Por arte de magia. Y del amor, que todo lo puede.
Suspiró, con calma.

- Bien hecho. - la felicitó con una sonrisa.

Giró la cabeza, para mirarla y ella le devolvió una mirada furibunda. Estiró la mano, haciendo un ademán para que pusiera algo sobre ella. Alfie sonrió con culpa.

- ¿Me viste?
- Por supuesto, no soy ciega. Tienes una varita de veintitrés centímetros, Alphose.
- Oh, por eso te dolió tanto la primera vez... - bromeó él.

Ella le dio un golpe en el hombro. No queria recordar ese día, que horror. Tanto dolor y él ni siquiera le había dicho 'te quiero'. Estúpido Alfie. Estúpido problema con el compromiso.

- No es gracioso. Dame tu varita.
- Pero mi auto...
- Elige. La varita o yo.

La elección era un poco más difícil que eso: ¿Su auto o Emma? Realmente difícil de elegir entre ambos. Una era su novia, el otro su templo. Le entregó la varita, suspirando. Por que Alfie era fácil.
Emma se quejó, echando la cabeza hacia atrás.

- ¿¡QUE MIERDA ESTOY HACIENDO MAL!? - dijo, guardando la varita lejos del alcance de su novio. Golpeó el volante una vez, como si eso fuese a cambiar algo.
- Uhm. El embrigue. Tienes que...
- ¿Cual es el puto embriague? - dijo mirando alrededor, harta.

Tantos botoncitos. Tantas palanquitas. Estúpidos muggles y estúpido auto. Y estúpido Alfie por manejar mucho mejor que ella.

- Es el pedal, ¿Recuerdas?

Oh, cierto. El pedal.
Emma bajó la mirada y miró el suelo del auto, sintiendo un alivio inmediato. Ahí estaba el problema, claro. Que boba. Se sintió anesteciada, de repente.

- Lo siento. - le dijo a Alfie, sonriendo un poco. - No me gusta no lograr lo que quiero.
- Lo sé.
- De veras que lo siento, Alfie.
- Tranquila.
- ¿No te enojas?
- Claro que no, Emms.

Y él le sonrió.
Y ella podría haber muerto en ese mismo instante que no le importaría, mientras pudiese ver la brillante sonrisa de Alfie. Era extraño y perturbador como la distraía.
Apretó uno de los pedales despreocupadamente, olvidando que el auto finalmente estaba en marcha. Tres milésimas de segundo después de acelerar, el auto de su novio chocó contra un poste de luz.

*
NdA: Después de trágicamente destruír uno de los Pairings de NSP con '¡Pendejo!', el spin off de su fic, cumplo mi promesa de reparar mi error <333

[info]nonsensepeople

Chapter IX

Se sentó con las piernas estiradas en el piso del baño. 
¿Y ahora?, ¿Que carajo iba a hacer?, todo sería perfecto si supiera que el hijo era de Matthew, pero había un ligero problema...Ni ella sabía de quién era. Fuck. Se sentía como una completa prostituta que se acuesta con cualquiera y no sabe de quien es el padre cuando queda embarazada.
Suspiró y puso una mano en su vientre. Ahora iba a ser madre, sin importar quién fuese el padre lo sería y quería a ese bebé, no iba a abortar ni ninguna otra blasfemia parecida. Iba a continuar con o sin nadie. 

Pero ahora tenía que tomar una decisión, si decirle las cosas como son a Matthew y buscar otro refugio, o ir con Alfie, o mentirle y continuar con su vida actual.
Se levantó y tiró la prueba de embarazo por el inodoro. Esperó a que se fuera y salió hasta la cocina para preparar la cena. 

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-Matthew, tengo que decirte algo- Le dijo con su mirada puesta en el plato de pasta que había preparado. 

Él la miró algo preocupado, por el tono que había usado -Dime, amor- Dejó de comer. 

Emma suspiró para armarse de valor -Él día de nuestro aniversario, ¿Recuerdas?, que fue hace como dos semanas- Hizo una pausa para ver si Matthew la seguía. 

-Si, lo recuerdo perfectamente continua- Le pidió. 

-Pues ese día, sabes que tu y yo, ya sabes- Normalmente no tenía verguenza de hablar de su vida sexual con él, pero en ese caso en particular si. 

-Si, también recuerdo eso- Agregó en una sonrisa. 

-Pues hay cosas que pasan y bueno, lo que intento decir es- Cerró los ojos y luego los abrió, para verlo fijamente a los ojos -Ese día quedé embarazada. De ti- Dijo por fin, aclarando la última parte que puede que estuviese clara para él pero para ella era una posible mentira. 

Matthew la miró, sin hacer ni decir nada, sin ninguna expresión en el rostro. Tragó saliva y se levantó, para ponerse de rodillas al lado del puesto de Emma. Le tomó la mano le beso el dorso. 

-Emma, me has hecho el hombre más feliz que ha podido existir en esta tierra- Le dijo esbozando una enorme sonrisa. 

Ella, sin pensarlo demasiado, lo besó en los labios con fuerza.
Se sentía como una basura. Como la peor escoria del planeta. Pero lo estaba haciendo feliz. Y si el hijo era de él todo iba a salir bien. 

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Pasaron cuatro meses y su vientre ya estaba notablemente más grande. Las felicitaciones hechas por todo el mundo no la hacían sentir mejor. La incertidumbre le quitaba las noches de sueño y hacía que comiera más y más. Lo cual traía como consecuencia que tuviera que buscar proviciones a menudo. 

Estaba en el pasillo de los dulces, su pasión desde que comenzó el embarazo. Miraba las galletas cuando escuchó una voz en su espalda. 

-Ya me enteré. Te ves hermosa- Le dijo al voz masculina que si no se equivocaba era en un tono meláncolico. 

Se dio la vuelta y miró a Alfie a los ojos. Esos ojos azules que le bloquearon la mente unos segundos. 

-Alfie, creo que por el bien de ambos deberíamos de dejar de vernos- Le dijo al bajar la mirada. 

Él abrió los ojos sorprendido -¿Acaso vas a fingir que lo que pasó ese día no fue nada?- Le preguntó casi indignado. 

-No, no puedo fingir, pero quiero, creo que eso fue solo para revivir viejos recuerdos, es todo, Matthew es el hombre de mi vida ahora, tu no- Le contestó aún sin levantar la mirada, con la mano aferrada fuertemente al carrito de compras. 

-Sabes que mientes, que aún me quieres, que él no te es suficiente, yo si lo soy Emma y lo sabes- Insistió. 

Ella negó con la cabeza, ya viéndolo, reprimiendo su nudo en la garganta -Me lastimaste Alfie, me mentiste por mucho tiempo y no puedo estar con una persona así, y yo nunca te fui suficiente, siempre te ibas con otras en la noche, ¿O piensas que yo soy tan estúpida como para no notar tu perfume de mujer cuando llegabas?- Sus ojos comenzaron a ablandarse. 

Alfie avanzó dos pasos -¡Yo nunca te fui infiel!, frecuentaba bares, conocía a algunas amigas, ¡Pero nunca te fui infiel!- Se mordió el labio inferior. 

-Claro, Alfie, claro- Apartó la mirada hacia un lado antes de darse la vuelta y seguir mirando distraida las galletas. Deseaba que se fuera, realmente lo deseaba, porque una parte de ella le estaba creyendo y eso no estaba bien. No podía creerle, sería una pendeja si lo fuera. 

-Emma, sé que no he sido la mejor persona del mundo, lo sé, pero mis sentimientos no han cambiado, nunca lo hicieron, no tenerte a mi lado cuando despierto es como despertar sin la mitad de mi cuerpo, me cuesta levantarme. Te necesito- Se acercó ella la tomó por el estómago. 

El bebé pateó por primera vez en ese momento. 

Fue como un escalofrío que le recorrióo todo el cuerpo. Pero debía resistir. 

Le quitó con brusquedad la mano de su estómago y se giró para verlo a la cara, con las lágrima callendo en sus mejillas -¿Y que esperas que haga, Alfie?, ¿Que me vaya contigo y rehacer nuestra vida juntos como si nada hubiese pasado?, pues no, las cosas no son siempre como tu quieres, ni siquiera son como yo quiero, nunca lo son, este bebé es lo único perfecto que me ha pasado y ni tu ni nadie me va quitar eso- Se secó las lágrimas con una mano. 

-No me importa que el hijo sea de Matthew, yo lo querría como si fuese mío, no me importa, yo solo quiero estar contigo, por favor Emma, volvamos, ese tipo no te hace feliz, todo será diferente- Le insistió mordiéndose el labio inferior. 

Emma comenzó a sollozar en la parte de 'Yo lo querría como si fuese mío'. Se tapó la cara con las manos. Estaba especialmente sucepcible en esos momentos y no podía controlarse. 

-Alfie, solo vete, te lo suplico- Dijo aún con el rostro cubierto. 

Antes de que ella le dijera otra cosa él la abrazó. Ella sin poder soportarlo lo abrazó igual y hundió su cara en su pecho. Y estuvo allí un rato. 

-Emma, quiero preguntarte algo- Comenzó -Ese bebé, ¿No podría ser mío también?, porque nosotros no nos protegimos,además, tu tiempo es el mismo que...- No puedo terminar porque ella lo empujó. 

-¿Piensas que no sé de quien es mi hijo?- Le preguntó molesta sin esperar respuesta alguna -Es de Matthew, y de nadie más- La voz tembló. Porque mentía. Y Alfie sabía cuando lo hacía. 

Alfie dio dos pasos atrás, por la sorpresa -Es mío- Dijo casi en un hilo de voz -Ese bebé es mío- Repitió viendo a la nada. 

-¡No, no es tuyo!- Gritó. 

-¿Por qué lo niegas?- Le preguntó ya viéndola confundido. 

Comenzó a llorar de nuevo -Porque no puede serlo, tiene que ser de Matthew, el es mi esposo, tu no, no puedes volver a mi vida Alfie, no puedes hacerlo como si mi vida te perteneciera- Dijo entrecortadamente. 

-Emma, ya estoy en tu vida, y tu no me perteneces, yo te pertenezco- Le dijo acercándose y tomándola por la barbilla, rozanzo con su dedo pulgar los labios de ella. 

Emma se puso de puntillas para besarle, y luego salió disparada sin comprar nada hacia la calle. 

Estaba confundida. Todo sería más sencillo si su hijo fuese de Matthew. Pero si era de Alfie, era una excusa para irse con él. Y una parte de ella quería, si quería.

May. 1st, 2010

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Chapter VIII

-¡Las flores!, ¿DONDE ESTÁN LAS MALDITAS FLORES?- Exclamó molesta y estresada mirando a su alrededor. 

-¡Aquí están, ¡Aquí están!, hija, ¡Cálmate!, por amor a Merlín, cálmate- Le rogó mientras le entregaba el racimo de flores blancas. 

-Madre, estoy nerviosa y ansiosa, no esperes mucho de mi- Le dijo en tono de impaciencia, justificándose. 

-Lo sé, cariño, pero tranquila, todo va a salir bien- Le dio un beso en la mejilla y miró sobre su hombro -¡Oh!, ahí viene tu padre, buena suerte- Le dedicó una sonrisa y salió por la puerta de atrás. 

Su padre se deslizó hasta ella para tomarle el brazo. 

-Te ves hermosa- Le dijo sincero.

-Gracias, papá- Le sonrió y se mordió el labio inferior nerviosa cuando vio que las puertas comenzaban a abrirse. 

La pequeña multitud se puso de pie cuando ella entró en el lugar. Con paso lento, al ritmo de la música típica, avanzó hasta el final del pasillo. Donde otro brazo la sostuvo. Dejándo que su padre se sentara en el lugar que le correspondía. Todos tomaron asiento y se hizo el silencio. 

-Queridos hermanos, estamos aquí reunidos...- Comenzó el cura a dar su monólogo. 

Ella no era del tipo religiosa. Nunca lo fue. Y aunque esa ceremonia le parecía algo cursi e innecesaria, sin embargo, tradiciones eran tradiciones y ahora que tenía a su familia con ella, no iba a dejar de complacerlos ni un instante. 

El cura avanzó con el protocolo hasta llegar a la parte importante. 

-Emma, ¿Aceptas a este joven, en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?- Preguntó leyendo su librito color negro. 

Sonrió -Acepto- Se mordió el labio inferior. 

-Y tu, Matthew, ¿Aceptas a esta joven, en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?- Repitió.

-Acepto- Contestó sonriendo. 

-Entonces los declaro marido y mujer- Hizo una pausa -Puede besar a la novia- Concluyó. 

Matthew le apartó el velo color blanco del rostro y la sostuvo por la cintura, para luego posar sus labios con los de ella en un beso suave. Se tomaron de la mano y salieron de la iglesia, pasando por entre la gente alegre hasta llegar hasta el convertible blanco. 
Emma se sentó sobre el respaldar del asiento para despedirse de sus familiares y amigos. Aunque una persona, al otro lado de la calle, atrajo su atención. Sus ojos azules se clavaron sobre ella, mostrando una mirada triste, al borde del llanto. Ella cerró los ojos con fuerza y se acomodó sobre el asiento. Intentando ignorar aquella imagen en su cabeza. Tomó la mano de Matthew que comenzaba a avanzar por entre la calle. Iban a aeorpuerto. Directo a su luna de miel. 

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Sus cualidades culinarias habían mejorado luego de casarse, hasta el punto de querer aventurarse a hacer pollo al horno. Toda una hazaña considerando los resultados obtenidos con otros alimentos cocinados en el horno. Pero era una ocasión especial. Su primer aniversario tenía que ser inolvidable.
Miró el libro de recetas, en donde decía que para mejor toque mojar con algún tipo de licor el pollo antes de meterlo al fuego. Miró en las gavetas. Nada. Suspiró con pesadez y tapó la bandeja con papel de aluminio. La metió en la heladera y salió al supermercado. A comprar una botella de algún vino caro. 

Caminó por los pasillos hasta encontrar la sección de bebidas. Se detuvo y tomó una botella de vino tinto y miró su etiqueta. Una voz conocida hizo que se sobresaltara. 

-Siempre te gusto el vino blanco. ¿Cambiaste tus gustos?- Preguntó el hombre casi en su oído. 

-Alfie, creí haberte dicho que no quería volverte a ver. Aléjate de mi- Le dijo seria sin mirarlo, con sus ojos fijos en la etiqueta del vino. 

-Tranquila, Emms. Vengo por algo que seguramente te interesa. Es sobre Charlie- Le dijo calmado. 

¿Cómo se atrevía a mencionarlo sabiendo que fue gracias a eso que todo terminó entre ellos?. Dejó la botella sobre la estantería y se giró lentamente. Lo fulminó con la mirada y se cruzó de brazos. Esperando. 

Carraspeó -Tengo algunos objetos personales que seguramente te gustaría tener- Se encogió de hombros y se mordió el labio inferior. 

-¿Por qué me lo vienes a decir ahora?- Preguntó indignada. 

-Porque después de un año y medio seguramente dejarías que te hablara- Le contestó con naturalidad. 

Emma dudó unos instantes. Miró su reloj de muñeca -Está bien, pero debe ser rápido. Tengo que llegar a casa- Se adelantó para caminar delante de él. Alfie la siguió.

Se aparecieron en el apartamento. Que lucía casi igual que cuando lo había dejado, tantos meses atrás. No pudo evitar tener un flashback con todos los recuerdos de ella y él. Juntos. Cuando estaban bien. Pero la imagen del anillo contra su rostro le regresó, lo que hizo que volviera en si. 

-¿Donde están las cosas?- Preguntó con cierto desdén. 

-Ya las busco- Le dijo sonriendo entrando en la habitación. Al parecer aún encontraba gracioso que Emma se molestara, aunque la razón de su enfado no fuera del todo agradable. 
Volvió a la sala con una caja cerrada. La colocó sobre el sofá -Aquí hay algunas prendas, perfumes, relojes y su libreta negra de telefonos- Suspiró y la miró -Estuve a punto de robármela, pero no pude hacerlo- Se mordió el labio inferior. 

No pudo ignorar el comentario -¿Por qué no?, me parece muy raro en ti- Alzó una ceja mirándolo. 

-Porque no he podido estar con nadie más. Pienso en ti cuando lo hago- Admitió sincero. La honestidad se le veía en los ojos. 

Bajó la mirada con rapidez. ¿Por qué ahora si es importante?, ¿Por qué ahora es que la toma en cuenta cuando sale con otras mujeres?. Eso le molestó mucho, lo que hizo que al abrir la caja lo hiciera con fuerza. Miró el interior. Sus ojos se empañaron en lágrimas al percibir el olor de Charlie. 

Miró a Alfie -¿Por qué tienes que darte cuenta de las cosas tan tarde?- Le preguntó entrecortadamente. 

Se acercó a ella tomándola por la cintura -Aún no es tarde Emma, nunca es tarde- La miró a los ojos y se acercó para intentar besarla. 

Emma lo empujó. 

-No, Alfie, estoy casada, no puedo hacer esto- Se secó las lágrimas y luego se volteó para cerrar la caja. Él se acercó hasta ella y la tomó por las caderas. 

-No pudiste olvidarme, Emma. No puedes- Dijo con voz seductora mientras acariciaba la parte de su abdomen por encima de su ropa. 

Se colocó derecha y le entró un escalofrío en la espalda -S-si lo hice- Dijo torpemente intentando aclarar su mente, pero aún sin mover las manos para apartar las de él. 

Acercó su rostro hasta el cuello de Emma, para rozarlo con su nariz -Tu sabes porqué hice lo que hice, debes entender que yo nunca deseé verte triste, en especial porque me preferiste a mi sobre Charlie. Nunca estaré conforme por como actué. Yo solo quiero que tu seas feliz- Besó con suavidad todo lo largo del cuello mientras sus manos se metían dentro de su camisa para acariciarle el abdomen. 

-N-no, Alfie, no puedo. Me hiciste daño y está Matthew- Comenzó a hiperventilar. Su corazón latía a mil por minuto. 

-Yo aún te amo Emma, nunca dejé de hacerlo y sé que tu tampoco porque puedo sentir como tu corazón viene y va por el pulso de tu cuello- Besó con lentitud esa parte de retumbaba -Y Matthew no te conoce mejor que yo ni es mejor amante que yo- Una vez dichas esas palabras, Alfie comenzó a besarle el lóbulo de la oreja mientras sus manos subian de a poco y volvian a bajar hasta su vientre. Emma soltó un gemido he intentó pensar en Matthew de nuevo, logrando colocar las manos sobre las de Alfie para que se detuviera en ese moviendo de vaiven. 

-No, Alfie por favor, detente, sabes que no puedo- Dijo en un hilo de voz. 

Alfie la soltó. Emma se dio la vuelta y lo miró a los ojos. Esos ojos azules que jamás pensó que podrían volverla a derretir. Trataba de buscar una razón por la cual irse de allí y volver con Matthew. Y el dolor por la mentira de Alfie intentaba llegar. Pero era cierto, no podía odiarlo. 

Él le acarició el cabello y sus ojos se pusieron vidriosos -Creo que después de todo, si es demasiado tarde- Una lágrima se resbaló por su mejilla -Te he perdido- Se mordió el labio inferior - Ni tampoco puedo creer que él sea mejor en la cama que yo- Sonrió mostrando su larga fila de dientes blancos. 

Emma pasó la yema de sus dedos por la mejilla de Alfie para secarle la lágrima. Sonrió -No, no es mejor que tu- Se mordió el labio inferior. Entre Alfie y Matthew había una gran diferencia en muchas cosas. Alfie le superaba por mucho en el sexo porque él sabía lo que le gustaba y lo que no, lo que no aún no había experimentado y lo que debería dejar de hacer. Matthew era como su mejor amigo, su compañero y Alfie era su complemento. 

Entre todos esos pensamientos Alfie no perdió tiempo y la besó en los labios. Ella le puso las manos en el pecho con intención de separarlo. Pero cuando sus lenguas se rozaron fue imposible detenerlo. Subió sus manos hasta su cuello y entrelazó una mano con su cabello. Alfie se metió debajo de su ropa de nuevo para acariciar la piel de la espalda, el abdomen, el brassier, el broche del brassier, su piel sin brassier, sus pechos, sus piernas. Todo. Era piel que conocía a la perfección. 
Piel que volvía ser suya depués de tanto tiempo.  

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Estaba en una de sus guardias normales. Comía un sandwich que se había preparado antes de venirse al trabajo. Últimamente había comido demasiado, o por lo menos el doble de lo que siempre consumía. Matthew bromeaba con que se iba a volver una gorda enorme, lo que le molestaba pero no podía dejar de comer. Era casi una necesidad. 
Terminó de tragar el último bocado del sandwich cuando en su estómago comenzó a librar una batalla dentro de ella. Tuvo que correr y dejar su puesto de vigilancia para subir por el ascensor y llegar a un piso con servicios. Por suerte para todos, logró llegar al baño a vomitar. Estuvo allí gran parte de la mañana y eso le preocupó, porque no eran síntomas normales en ella. 

Una idea de pasó por la mente y se le hizo un vuelco en el corazón.
Al salir del trabajo se llegó hasta la farmacia a comprar un pequeño paquete azul. Llegó al apartamento y entró directo al cuarto de baño. Abrió la cajita y siguió la instrucciones que indicaba. 
Estaba nerviosa. Miró el aparatito que en pocos segundos le revelaría la posible razón de sus nuevos síntomas. 
Tres. Dos. Uno. 

Pregnant.

Fuck.

Apr. 30th, 2010

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Chapter VII

Se metió las manos en los bolsillos del pantalón. Suspiró mientras veía la vidriera de la tienda. Se fijó en un par de discos que le llamaron a atención. Pero para eso no iba a ese lugar. Empujó la puerta y la campanilla sonó al entrar. 
Se acercó a la caja donde estaba un joven de cabello castaño. 

-¿Eres Matthew?- Le preguntó serio. 

Él lo miró con la ceja alzada -No, aquí dice Matthew pero en realidad de llamo Nancy, error de tipeo- Rodó los ojos y le volvió a señalar el pequeño distintivo que tenía en su camisa -¿En que puedo ayudarle?- Dijo medio aburrido. Era la primera hora de la mañana, siempre tenía cara de medio dormido en esos momentos. 

-Mi nombre es Alfie- Le dijo serio. Confiando en que Emma le había mencionado algo de él. 

Matthew frunció el entrecejo -Con que tu eres Alfie- Lo miró de arriba a abajo -Eres tan viejo como ella dijo que lo eras- Le dijo sonriendo -A ver, sonríe, tengo que ver esos dientes- Le pidió conteniendo una carcajada. 

Alfie se mantuvo serio. ¿Eso era lo que Emma prefería?, ¿Un tipo infantil que no se puede tomar las cosas en serio?, Emma podría ser muchas cosas, pero niña no era. Rodó los ojos y se cruzó de brazos -¿Cómo está ella?- Preguntó con calma. 

Matthew bufó -Mucho mejor ahora que está conmigo- Dijo muy seguro de sus palabras -La dejaste en un hueco, Alfie, ni yo me puedo creer lo que hiciste, de todas las porquerías que hay en este mundo tu debes ser la más inferior- Le dijo haciendo una mueca de asco. 

Alfie intentó contar hasta diez, pero no se pudo contener. Miró a su alrededor. Luego de verficar que no había nadie sacó la varita con agilidad del bolsillo. Lo tomó por el cuello de la camisa y apuntó a su cuello con la varita -Sé que tu no puedes hacer magia, Matthew, sé muchas cosas de ti ahora, así que no intentes provocarme, no te conviene. De quien no sabes nada es de Emma. Por eso estoy aquí- Lo siguió sosteniendo. 

-¿Puedes soltarme?- Le pidió fulminándolo con la mirada. Él era payaso, más no idiota. Sabía que iba a perder si competía con él. 

Alfie lo soltó y se guardó la varita. Se cruzó de brazos y alzó ambas cejas. 

Matthew lo imitó -Y creo que sé mucho más de Emma que tú, así que si a eso viniste, allí está la salida- Se la señaló con el dedo índice. 

Alfie negó con la cabeza riendo -¿En serio crees que la conoces?- Esbozó su larga fila de dientes alineados -En ese caso, creo que no debo ir a más ningún lugar-  Suspiró y volvió a ponerse serio. No podía creer lo que estaba a punto de hacer. No sabía si él se lo merecía, pero no lo hacía por él. Sino por ella. 

-Hay ciertos detalles que debes saber de Emma que seguramente no sabes- Hizo una pausa y bajó la mirada -Odia levantarse en las mañanas y cuando lo hace le gusta que la recibas con un café, no muy oscuro, y a veces con limón. Le gustan los huevos revueltos para desayunar los domingos. Invítala a salir. Haz que se distraiga. Si está cansada, déjala dormir. Sino- Cortó la frase, no podía imaginarse a Emma durmiendo con alguien más. Le partía el corazón -Sino, complácela de alguna forma. Le gusta The Police, gracias mi- Se le hizo un nudo en la garganta por lo que tuvo que parar para tragar -Pero en tu caso no deberías de colocarle ninguna canción, se acordará de mi. Si aprende a cocinar algo nuevo, no importa que tan mal sepa, cómetelo, la lastimarás si no lo haces. Le gusta cuando uno huele a perfume, le dan más ganas de abrazarte. Sé delicado con ella en todo momento. No te olvides de ser caballeroso, déjala pasar antes, ábrele las puertas, ella se acuerda de todos esos detalles. Sé romántico de vez en cuando, no la dejes a un lado nunca. Escúchala, sé su mejor amigo. Dale consejos, si se siente mal por algo no pares hasta saber que fue lo que le sucedió y luego arréglalo. Le gusta que le acaricies el cabello, la hace dormir. Si quieres que se calle, bésala- Sonrió con meláncolía recordando -Su punto débil es el lóbulo de la oreja. Le gusta que la beses tomándola por la barbilla o por la cintura- Inhaló aire por la nariz con fuerza para intentar no quebrarse -Nunca olvides que ella es más importante que todo lo demás. No seas egoísta ni por un minuto. No dejes que se arrepienta de estar contigo. Haz que cada día de su vida sea perfecto- Sus ojos se ablandaron un poco -Dale la razón siempre que puedas. Te ahorrarás muchos conflictos. Dile que la quieres siempre que puedas, pero dile que la amas en momentos especiales, sino perderá el valor- Bajó la cabeza y se frotó los ojos. Lo miró con detenimiento -Hazla feliz, Matthew. Mucho más de lo que yo lo pude hacer- Le extendió una mano, en forma de despedida. 

Matthew lo escuchó con antención. Entonces esta escoria si la amó. Y mucho. Le estrechó una mano de igual forma. Casi en señal de respeto. Pero no se atrevió a decirle gracias. 


-Oye, Alfie- Le dijo en voz alta -¿Por qué no le dijiste que su hermano había muerto?- Le preguntó con curiosidad.

Sonrió con tristeza -Intenta decirle eso a una persona que dejó todo por ti, que dejó a su familia, su fortuna, todo, por estar contigo. Si puedes decirle que su hermano, al que no le hablaba desde hacía cinco años, murió. Entonces eres un ser sin corazón- Le contestó con toda sinceridad.

Alfie lo volvió a mirar y se dio media vuelta para irse. 
Acababa de darle pie a la relación de un completo idiota con Emma. Su Emma. Pero solo quería que ella fuera feliz. 
Eso era todo lo que quería.
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-Llegaste temprano- Le dijo con una sonrisa mientras se acercaba a él y le daba un beso en los labios -¿Cómo te fue hoy?- Le tomó una mano y miró a los ojos. 

-Me fue bien, gracias- Forzó una sonrisa. 

-¿Sucedió algo?- Le preguntó frunciedo el entrecejo. 

Negó con la cabeza -No, no pasó nada malo, es solo que estoy un poco cansado, pero estoy bien- Se acercó de a poco  a ella y la sostuvo por la cintura. Le acomodó el cabello detrás de las orejas y la miró con cierta duda. No obstante, decidió intentarlo. Así que la besó en la frente, luego en la mejilla, luego en los labios, luego en la barbilla, en el cuello hasta que llegó al lóbulo de la oreja donde se detuvo para besarla con lentitud. La respuesta fue casi inmediata. Emma se mordió el labio inferior intentando en vano ahogar un gemido. 
Maldito Alfie que tenía razón. 

La cargó hasta la habitación sin parar de besarla en el cuello. Se quitaron la ropa con rapidez y antes de que se dieran cuenta de algo, ya habían terminado. 
Habían hecho el amor por primera vez juntos. 

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Los meses pasaron con velocidad y felicidad. Emma lucía cada vez más radiante. Lo que hacía que Matthew se sintiera más seguro de la decición que iba a tomar. 
Entró en la tienda con cierta inseguridad. Estar rodeado de cosas caras no era su ambiente favorito. Se sentó en una silla que estaba frente al mostrador y esperó a que el anciano lo viera. 

-¿En que puedo servirle?- Le preguntó con voz áspera viéndolo a través de sus lentes cuadrados. 

-Quiero ver los anillos- Le dijo con rapidez como si de una confesión se tratara. 

El anciano asintió con la cabeza y le señaló la vidriera del mostrador -Aquí están los modelos, podemos grabarle algo en el interior también- Agregó. 

Matthew se acercó a ver los anillos. Joder. ¡Todos eran iguales a sus ojos!. Lo suyo nunca habían sido las joyas. 

El anciano miró su cara de preocupación con gracia -Tal vez podría ayudarlo en su elección, si me describe a la joven- Esbozó una sonrisa escalofriante. Las arrugas no lo ayudaban en nada. Pero él requería una mano. Con cayos o sin cayos, le daba igual. 

Suspiró y se puso a pensar -Ella es...Ella es- Ni siquiera podía describirla, no sabía si eso era algo bueno porque era tan maravillosa que no encontraba palabras para describirla o más bien malo porque no estaba muy seguro. Ese pensamiento le nubló la mente y no pudo contestarle nada al viejo. 

-¿Especial?- Completó el anciano. 

-Si, lo es, y mucho, ella me da todo lo que yo necesito con tan solo sonreír- Se mordió el labio inferior un poco apenado por las palabras cursis que había pronunciado. Él no era de decir tan explícitamente sus sentimientos. 

El viejo asintió y sacó los anillos. Los miró con detenimiento y tomó uno con una piedra azul en el medio y diamantes pequeños alrededor -Este es perfecto para una mujer tan especial. Solo hay uno como estos. Lo hice yo- Agregó orgulloso. 

Matthew tomó el anillo con sus dedos y lo posó sobre su palma para observarlo bien. Hasta una persona tan poco emotiva para esas cosas como él, podía admitir que esa joya era preciosa. Sonrió triunfante al anciano. 
-¿Podría grabarle Matthew and Emma forever?- Le preguntó. 

-Si, por supuesto- Contestó. 

-Entonces, me lo llevo- 

Apr. 29th, 2010

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Chapter VI

Llegó al apartamento aún llorando. Se detuvo frente a la puerta e intentó calmarse sin mucho éxito. Metió la llave en la cerradura y empujó la puerta para entrar. 
Alfie no estaba. 
Buscó una silla y se sentó en la entrada, para que cuando él llegara fuera ella lo primero que viera. Comenzó a sollozar de nuevo. Habían sido muchas cosas acumuladas, nunca se había detenido a llorar porque su familia la había abandonado, no, porque no quería que Alfie se sintiera culpable ni quería que pensara que se estaba arrepintiendo. Habría pasado por todo eso de nuevo por él. Aunque ya no estaba tan segura. 

Alfie llegó a la medianoche. Con aliento a alcohol y a perfume de mujer, como antes. Pero Emma no quería hablar de sus aventuras en ese momento. 

Él la miró confundido mientras cerraba la puerta tras de si -¿Está todo bien?- Le preguntó en un tono un poco más preocupado al mismo tiempo que se acercaba a ella. Se arrodilló y le puso una mano en la pierna -¿Que sucede Emms?- 

-Dime que no es cierto- Le dijo entre sollozos -¡Dime que no es cierto!- Repitió con fuerza. 

Él la miró a los ojos y fue allí cuando se dio cuenta que ya lo sabía. Bajó la mirada y suspiró -¿Quién te lo dijo?- Le preguntó aún sin mirarla a la cara. 

-¿Acaso eso importa?- Paró de llorar -Un momento- Se puso de pie en un salto -Entonces lo sabías- Volvió a sollozar -¡Lo sabías y no me dijiste nada!- Fue como si le hubiesen clavado un puñal en la espalda -¿Por qué no me lo dijiste?- Se mordió el labio inferior agarrando aire entrecortadamente. 

Él se levantó con lentitud y caminó hasta ella -Emma, lo siento, es que no sabía como decírtelo, no quería verte mal- Abrió los brazos con intención de abrazarla. 

-¡NO ME TOQUES!- Le gritó apartándose dos pasos -Alfie, ¿Cómo crees que me siento ahora?, ¿Feliz?, ¿Complacida?, ¿Sastisfecha?- Las lágrimas le caían por las mejillas sin piedad -¿Cómo crees que se siente que la persona en quien tu más confías te oculta que su propio hermano estaba muerto?, ¡Desde hace dos años, Alfie, dos años!, ¿Cómo pudiste?- Se tapó la cara con las manos así duró unos minutos -¿Hubo algún funeral?- Preguntó cuando se calmó un poco. 

Alfie se quedó en el sitio viéndola con expresión culpable. Tardó en contestar -Si, hubo uno a los dos días de su muerte- Metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

Emma bajó la mirada -¿Y tu asististe?-  Se mordió el labio inferior con tal fuerza que se sacó sangre, deseando con todas sus fuerzas que la respuesta sea negativa. 

Alfie bajó la cabeza porque no tuvo el valor de verla a los ojos -Si- Fue lo único que dijo. 

Y esa fue la sentencia final. 

Emma ahogó un sollozo y corrió hasta la habitación. Abrió el armario y sacó de este el primer maletín que encontró. Lo abrió sobre la cama y metió todo lo que vio que le pertenecía a ella sin arreglarlo si quiera. 

-Emms, por favor, vamos a hablar un minuto- Le rogó al entrar en la habitación y verla empacar sus cosas. 

-Aléjate de mi- Le dijo con odio mientras seguía metiendo ropa. Entró en el baño a buscar su cepillo de dientes y del cabello, los metió en la maleta y la cerró con esfuerzo. Tenía ruedas así que al bajarla la arrastró hasta la salida, chocando con Alfie en el trayecto. 

-¡Emma!, por favor, ¡No te vayas!, ¡Te necesito!- Le gritó cuando ella ya tenía una mano en el pomo de la puerta. 

Ella se dio media vuelta rompíó a llorar de nuevo -¡Fuck you, Alfie!- Le gritó mientras se quitaba el anillo y se lo lanzaba justo a la cara. Luego empujó la puerta y la cerró de golpe.

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Estaba lloviendo afuera, así que al tocar la puerta estaba completamente empapada de arriba a abajo. 
Un joven con ojos cafés le abrió -¡Emma!, ¿Que te sucedió?- Avanzó para abrazarla. 

Ella dejó caer la maleta para devolverle el abrazo. Rompió a llorar sin parar. 

-Ven, entra, te daré ropa seca- Se separó para poder coger la maleta y llevarla a la habitación, donde tomó una de sus camisas enormes y se la llevó a Emma, que estaba sentada en el sofá con el rostro tapado.

-Toma, puedes cambiarte en el baño, que es aquella puerta de allá- La miraba con mucha preocupación.

Se levantó con lentitud y tomó la camisa. Se llegó hasta el baño donde se cambió y salió luego. 

Él la esperó sentado en el sofá donde ella luego se le unió. 

-Puedes quedarte aquí todo lo que quieras, yo dormiré en el sofá no me importa- Le pasó dudoso un brazo por la espalda. 

-Rompí con Alfie, Matthew y no pienso volverlo a ver- Le dijo mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. 

Él la abrazó con fuerza. Debería de estar feliz por eso. Ya la tenía para él solo. Pero verla en esas condiciones era insoportable. 

La sostuvo por la barbilla y le sonrió -Ya no lo necesitas, estarás bien. Yo estoy aquí- Se acercó de a poco y posó sus labios sobre los de ella con suavidad. Ella le correspondió al principió pero luego se separó. 

-No tan rápido, Matthew, por favor- Se mordió el labio inferior. Aunque no quisiera ver a Alfie de nuevo, no era fácil olvidar. 

Le dedicó una sonrisa reconfortante -De acuerdo, si te esperé hasta ahora, no tengo problema con esperar un poco más- Estiró una mano para tomar la de ella.
Una mano libre de compromisos.

Apr. 27th, 2010

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Chapter V

Estaba sentada en la misma mesa al lado de la ventana, desayunando los mismo huevos con tocino de siempre. Veía su plato con aburrimiento, luego observó la calle a través de la ventana. Esperanzada de verlo pasar por allí. Pero no, no estaba, ni iba a estarlo. Por supuesto que no. Le había dicho que salir con él había sido un error. ¿Que podía esperar de él después de eso?, nada, no tenía la moral de exigirle nada. Se sentía como una basura, culpando a sus impulsos por sus deseos de verlo cada mañana, desayunando con ella, hablando con ella. Era terrible sentir su ausencia, era como perder a su mejor amigo. 

Repitió esa rutina por meses, ya ni siquiera compraba desayuno. Había adelgazado como tres kilos por eso. Recostó los codos sobre la mesa y se tapó la cara con las manos. Escuchó como alguien se sentaba en el puesto de en frente. 

-Sabía que volverías- Dijo sonriendo para sus adentros mientras bajaba las manos -¿Alfie?- Miró a su nuevo acompañante confundida. 

Él alzó una ceja -¿Esperabas a alguien más?- Preguntó sorprendido. 

Negó con la cabeza -No, es solo que no te esperaba- Sonrió para cubrir su mentira. Alfie la conocía muy bien, su mirada de desconfianza demostró que no le había creído, no obstante, luego mostró su fila de dientes poco ingleses con rostro más relajado. 

-Te seguí para hablarte de algo que debimos de planear hace mucho tiempo- Hizo una pausa para tomarle una mano -La boda-

Ladeó la cabeza -¿Boda?- Se miró el anillo -Ah, si, cierto, hay que planear la boda- Bajó la cabeza. De lo menos que quería hablar era de eso, especialmente porque el hecho de que extrañe tanto a Matthew la hacía estar confundida. 

Alfie estiró una mano y le agarró la barbilla -¿Sucede algo malo?- Preguntó preocupado. 

Emma se mordió el labio inferior -No, es solo que, ya sabes, eso me hace pensar en mi familia, en Charlie- Le dijo sin mentirle demasiado. Tener una boda sin ellos presentes era deprimente para ella. 

Él se mordió el labio inferior -No podemos hacer nada, Emma, ellos fueron los que te dejaron de hablar, no han querido razonar, si quieres, le podemos enviar la invitación, quedaría de parte de ellos venir a la boda o no- Le sonrió para reconfortarla. 

-Sabes que no vendrán, Alfie, ninguno de los tres- Se separó para recostarse del respaldar de la silla -En fin, debo irme, hablamos de esto en la casa- Se levantó y se acercó a él para darle un pequeño beso en los labios como despedida. 

No volvieron a tocar ese tema. 

Dos años después.

Se sentó en la mesa con aburrimiento, como si su cuerpo pesara mil toneladas. Acababa de pelear con Alfie porque aún no habían planeado la boda luego de tantos meses. Pero se le era imposible hacerlo cuando una parte de ella se había quedado en ese apartamento de segunda con ojos llorosos. La imagen aún le hacía revolver el estómago. 

Miró a ningún lugar en especial con la mirada perdida. 

-Veo que sigues haciendote la interesante con esa mirada de depresión, Emma. Pues te cuento que no te luce- Le dijo bromeando un joven con cabello corto y castaño. 

Emma se sobresaltó y lo miró como si estuviese viendo a un fantasma -¿Matthew?- Preguntó para estar segura. Tenía el cabello muy corto, estaba aseado, con ropa formal. Se veía demasiado elegante para lo que sus ojos estaban acostumbrados a ver. 

-No, soy un holograma producto de tu imaginación- Agregó con su viejo sarcásmo. Al menos eso no había cambiado. 

Emma no pudo evitarlo y se levantó para abrazarlo con fuerza -Pensé que no te volvería a ver- Le dijo cuando se separó -Ha pasado mucho tiempo- Agregó. 

Matthew alzó una ceja -Y yo pensé que no querías volver a verme, ni siquiera se te ocurrió pasar por la tienda un día- Le dijo algo molesto -Tomé eso como un rechazo definitivo, hasta que te vi sentada aquí, todos los días, con esa misma cara de tristeza- Suspiró y bajó la mirada -No quería entrar, tu anillo se notaba a través del vidrio, no creí correcto meterme más en tu vida, pero pensé que hoy era importante venir- Sonrió y la miró a los ojos -¿Tienes idea del porqué?- Preguntó más alegre. 

-No, no tengo ni idea- Dijo luego de pensar unos instantes. 

-Ayer fue mi audiencia con el Wizengamot- Dijo por fin. 

Abrió los ojos -¿De verdad?, ¿Y cómo te fue?- Preguntó interesada inclinándose más adelante. 

-Me dijeron que volviera la próxima semana, porque tenían que evaluar mi situación con el jefe (Que me dijeron se llama Crouch) y que lo mejor sería hacer una audiencia con él- Suspiró -Pero ayer me enviaron una lechuza diciendo que se había pospuesto para dentro de un mes. Crouch se ha vuelto un culo desde que a su (Al parecer) excelente secretario lo asesinaron- Rodó los ojos -Un asunto lamentable pero no significa que tenga que cancelar citas de esa forma- 

Emma se quedó en el sitio y lo miró fijamente -¿Q-que has dicho?- Pestañeó varias veces. Debía haber una equivocación. 

-¿Que me pospusieron mi cita para el próximo mes?, ¿Que Crouch se volvió un culo porque asesinaron a su secretario?- Comenzó a adivinar. 

-¡Si, eso!, ¿Cómo que asesinaron al secretario de Crouch?, ¿Quien te lo dijo?, ¿Cuando te enteraste?- No había entrado en pánico porque estaba segura que esa información estaba mal dicha. Era imposible que estuviese hablando de ese secretario. 

Matthew alzó una ceja -¿Vives en el ministerio y no te enteras de nada?- Preguntó casi incrédulo. 

Rodó los ojos -Los inefables son tan misteriosos como su profesión, a ninguno le importa lo que pase arriba, o por lo menos no con los que yo convivo- Suspiró impaciente -¿Sabes el nombre de ese joven al que asesinaron?, ¿Sabes cuando pasó?- Preguntó inquieta. 

-No, no sé el nombre, debe de estar en algún artículo del profeta, que imagino que tampoco lees- Negó con la cabeza -¿Cómo es que no eres una bruja normal que lee el profeta y compra la corazón?, hasta yo hago eso, es lo único mágico que puedo hacer- 

-¡Matthew!- Alzó la voz -¿Cuando te enteraste de ese asesinato?- Preguntó con voz lenta y seria. 

-Creo que ocurrió hace casi dos años, después de que nos pelearamos- Contestó por fin sin darle mucha inportancia al asunto. 

Emma suspiró de alivio. Si ese hubiese sido Charlie, Alfie se lo hubiera dicho en el momento en que él se hubiera enterado. Así que respiró hondo más tranquila -Me asustaste. Pensé que había sido reciente y que la víctima había sido Charles Goulding-

-¡Ese mismo es!, ¡Si!, ya recordé, lo mataron al salir de un bar, según me dijeron, le había robado la chica a un tipo de grandes influencias y con la valentía de asesinar a alguien- Matthew hablaba como si del clima se tratase. 

Tragó saliva -Debe de haber algún error, él no pudo haber sido- Le dijo aún incrédula. 

-Si, es él, si pudiera te traería el profeta viejo de mi casa, pero no se si quieras esperarme aquí como media hora- Se encogió de hombros. 

-Esperaré. Ve, por favor- Se mordió el labio inferior y miró irse casi corriendo. 

Mientras el tiempo pasaba, ella veía cada vez menos posible ver el nombre de su hermano en ese artículo. Es decir, ¿Alfie?, ¿Ocultándole la muerte de su hermano?, imposible. 

Tenía los ojos cerrado cuando él llegó. 

-Aquí está- Dijo jadeando por el camino que había recorrido. 

Con duda, Emma tomó el periódico y leyó el gran artículo del frente: "Asesinado funcionario del Ministerio". Siguió el artículo que ponía: "En la noche de ayer el secretario del jefe del departamento de Aplicación de la Ley Mágica, Bartemious Crouch Sr, fue asesinado al salir de un bar desconocido en West End, Londres, bajo el maleficio imperdonable mortal. El jóven, llamado Charlie Goulding, fue encontrado por una dama, de nombre Anne Schellden, esa misma noche dos horas después de su muerte. Aún se desconoce el paradero del asesino, pero el Ministerio está trabajando duro en ello" Miró la fecha del artículo "17 de Diciembre de 1985" dos años atrás. 

El mundo se le vino encima. Tiró el periódico en la mesa y comenzó a temblar. 

Matthew la miró precupado -¿Que tienes?-  Preguntó poniéndole agarrándole una mano para que dejara de temblar. 

-Matthew, ¿Alguna vez te dije mi apellido?- Le preguntó con un hilo de voz a punto de quiebre. 

El negó con la cabeza. 

-Goulding, mi apellido es Goulding- En ese momento colapsó y rompió a sollozar. Se tapó la cara con las manos. No podía seguir allí, tenía que saber... 

Se levantó de golpe y sin despedirse, salió disparada hasta la calle. Hasta la casa, donde esperaba encontrar a Alfie allí aún. 

Debía encontrar respuestas. Todo parecía recién salido de una pesadilla.

Apr. 24th, 2010

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Chapter IV

Guardó el anillo en la cartera y suspiró. Caminó hasta la puerta del restaurant donde él estaba parado. Le dedicó una pequeña sonrisa, como para demostrar que estaba alegre de verlo. 

Matthew le ofreció el brazo -Vamos entonces, tengo un buen desayuno preparado- Le dijo sonriente. 

Emma le miró el brazo con desconfianza -Prefiero caminar por mi cuenta, si no te molesta- Le dijo lo más educada que pudo. No podía arriesgarse a ser vista por otros que saben que anda con Alfie. 

Él bajó el brazo un poco incómodo pero le sonrió para que ella no se diera cuenta -Busqué al chef que hay dentro de mi para poder hacer el plato de hoy, normalmente cocino terrible. Pero por ti creo que me quedó decente- Agregó esperando que eso fuera a alagarla un poco. 

Ella estiró el brazo y le tomó la mano, le dio un pequeño apreton en señal de agradecimiento. La retiró con rapidez y siguieron su camino hablando de nimiedades del trabajo y del clima hasta el apartamento de Matthew.

Al llegar. Matthew metió la llave en la acerradura y dijo -Hogar dulce, hogar- Luego empujó la puerta mostrando un pequeño apartamento con muebles de segunda color café, paredes beige, sin comedor y una cocina a la izquierda con lo básico: cocina, refrigerador, fregadero y una pequeña mesa de madera gruesa para desayunar/almorzar/cenar. Entre la simplicidad del espacio el lugar estaba limpio y ordenado, se notaba que lo había limpiado el día anterior. Sin embargo, lo más resaltante de todo era la pequeña mesa con dos sillas, un ramo de flores silvestres en medio y un par de platos con lo que creía eran tostadas francesas en ellos. Emma miró el escenario con cierta ternura y se mordió el labio inferior.

-¿Hiciste todo esto por mi?- Le preguntó viéndolo a los ojos.

-No, Emma, realmente yo suelo preparar dos desayunos y me turno de puestos, soy así de maniaco- Le contestó sarcásticamente. Como siempre solía hacer, cosa que a Emma usualmente lo molestaba de los demás, pero en él era gracioso. 

Ella rodó los ojos y comenzó a avanzar hasta su puesto. Él se le adelantó para arrimarle hacia atrás la silla. Ambos se sentaron y se vieron el uno al otro unos minutos. Luego comenzaron a comer e iniciaron sus típicas conversaciones sobre la vida cuando estaba el Dark Lord entre otras cosas. 

Una vez terminado de desayunar Matthew le sonríe -¿Quieres bailar?- Le preguntó señalándole un pequeño radio que estaba en el suelo. 
Emma lo miró extrañada pero terminó aceptando, puso el bolso sobre la mesa mientras él colocaba la música, una balada romántica para variar. Ella se acercó a él con desconfianza, él la tomó por la cintura y ella por el cuello. El espacio entre ellos cada vez se hacía más mínimo. Matthew le acarició el cabello y en el proceso su mano se detuvo en el cuello de Emma, para atraerla hacia él. Al principio ella pensó en evitarlo, pero su mente no reaccionó en el momento y se dejó besar por él. Un beso suave y diferente, porque estaba probando labios diferentes esa vez. 

Cuando se dio cuenta de el error que estaba comentiendo se separó de golpe -Tengo que irme- Le dijo alcanzando su bolso sobre la mesa. 

-No te vayas, por favor- Le rogó y le sujetó el bolso para detenerla. Ella jaló la cartera de tal forma que las tiras se rompieron, dejando caer al suelo el interior de la misma. Incluyendo el anillo. Matthew se apresuró a recogerle las cosas. 

-Yo puedo hacerlo sola- Le dijo con cierta desgana buscando el anillo con la mirada. 

Pero él lo encontró primero. 

-Puedo explicarlo- Fue lo primero que pronunció cuando vio que Matthew tenía el anillo entre sus dedos. 

-Estas casada- Le dijo en un hilo de voz. 

Suspiró -Comprometida- Agregó como si eso fuese una gran diferencia. 

Se levantó de golpe -¿Por qué saliste conmigo si estas comprometida?, ¿Por qué me hiciste enamorarme de ti y luego me haces esto?- Luego la miró como si hubiese descubierto un nuevo continente -¿Ya no lo quieres, cierto?, Lo vas a dejar y te quedarás conmigo- Sonrió triunfante.

-No- Le respondió seria -Lo amo- Le dijo con toda seguridad -Tu solo eres un error de mis impulsos- Se arrepintió de decir eso, porque todo había sido su culpa, y sabía que él era todo menos un error. 

Los ojos de Matthew se ablandaron un poco -En ese caso, creo que es mejor que te vayas- Le tomó una mano y con la suya temblando un poco le colocó el anillo. 

Emma salió del apartamento con un nudo en la garganta que descargó en sollozos al salir del edificio.

Apr. 23rd, 2010


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Kerry Whittaker

Kerry Whittaker

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¡Gracias por leer!

Apr. 20th, 2010

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Chapter III

-Feliz cumpleaños atrasado- Le dijo esbozando una pequeña sonrisa mientras estiraba la mano para darle un sobre. 

-¿Que es esto?- Le preguntó al mismo tiempo en que lo agarraba. 

-Una cita- Se mordió el labio inferior -Con el Wizengamot- Le dijo como si eso se lo resumiera todo. 

-¿Para que?- Preguntó confundido. 

-¿Cómo que para que?, ¡Para que puedas recuperar tu varita!, es una audiencia, te entrevistarán y tu intentarás convencerlos de que ya eres un ser cuidadoso y que quieres que te regresen tu magia- Concluyó. 

Matthew miró el sobre por unos instantes y si Emma no se equivocaba lo veía con admiración y sorpresa. 

-Gracias- Le dijo aún sin mirarla -¿Cómo lo conseguiste?- Preguntó interesado. 

-Fue sencillo- Mintió. 

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Estaba acostada en la cama viendo su anillo con el pijama puesto cuando Alfie entró al cuarto. Acababa de llegar a la casa.. 

-Hola, Ems- Le dijo esbozando una pequeña sonrisa mientras se acercaba a ella y le daba un suave beso en los labios como saludo -¿Que tal te fue hoy?- Preguntó mientras se comenzaba a desabotonar la camisa. Emma se levantó para ayudarle. 

-Bien- Dijo sin querer dar muchas explicaciones -Alfie, ¿Cómo se hace para que te devuelvan una varita cuando la perdiste por incumplir la ley?- Le preguntó intentando no mostrarse demasiado interesada con la respuesta mientras le terminaba de sacar la camisa. 

Alfie tardó en contestar -No puedes- Le dijo por fin -¿Por qué la pregunta?- Alzó una ceja. 

-Debe haber alguna forma, siempre la hay- Insistió evadiendo la pregunta. 

-Las únicas personas que pueden apelar tal hecho son las del Wizengamot, pero solo puedes conseguir una cita cuando eres alguien muy importante o hiciste algo terrible- Agregó mientras se sentaba en la cama para quitarse los zapatos -¿Quien quiere recuperar su varita?- Preguntó curioso. 

-Una amiga que conocí en el autobus- Mintió -Pero, ¿Tu no me puedes conseguir una?- Se sentó a su lado. 

-Emma, eso es imposible- Le contestó serio -Lo máximo que puedo conseguirte es una mini audiencia y seria dentro de meses. Y va a ser difícil, tengo que cobrar muchos favores valiosos. Preferiría no hacerlo, especialmente porque es para alguien que no conozco- Dijo en tono indiferente. 

Bajó la mirada un tanto derrotada. Si insistía le iba a preguntar quien era esa "chica" y no quería mentirle más de lo necesario.

Alfie rodó los ojos al verla -Si es tan importante para ti lo haré. Pero quiero algo a cambio. ¿No te gustaría bañarte un rato?- Y le sonrió pícaramente. 

Emma le sonrió -Me leiste la mente- Aunque para sus adentro no quería, porque estaba cansada, pero era un favor por otro que no lo era tanto. 

Alfie se levantó y se inclinó para besarla, luego la cargó y la llevó al cuarto de baño. Cerrando la puerta tras de si. 

-----------------------------------------------------------------

-¿Y para cuando me la pediste?- Preguntó aún sin atreverse a abrir el sobre. 

-Para dentro de dos años- Bajó la mirada un poco apenada -Pero ya esperaste hasta aquí, ¿No?, pienso que peor es nada- Se mordió el labio inferior. 

Él la miró sin ningún tipo de expresión en el rostros unos segundos. Terminó por sonreír -Si, peor es nada- Extendió un brazo para poder agarrarle la mano de Emma que estaba sobre la mesa y le besó en el dorso. Ella se sonrojó y se soltó con rapidez. 

-Debo irme- Le dijo. Como siempre hacía cuando sentía que su corazón bombeaba más de la cuenta. 

-Espera- Le dijo él. Igual que siempre -¿No te gustaría vistarme a mi casa?, solo un rato. 

Emma lo miró con duda -No estoy muy segura de poder- Ya había pasado sus límites desayunando con él todos los días. 

-¡Vamos!, te prepararé té. No te voy a secuestrar ni nada parecido. De querer hacerlo ya la hubiera hecho- Dijo bromeando. 

Rodó los ojos -Está bien. Pero hoy no- Debía almorzar con Alfie, porque esa oportunidad no se le daba con frecuencia. 

-Entonces mañana. Te paso buscando por aquí y desayunamos en mi casa- Se levantó de golpe -Nos vemos- Se acercó a ella y le dio un beso en la frente. Casi salió disparado luego para no recibir ningún tipo de daño físico por parte de Emma por pasarse la línea del espacio personal. 

Se quedó allí sentada un rato. Se estaba metiendo en un lío terrible. Pero la cruda verdad era que si quería asistir a esa cita.

Apr. 19th, 2010

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Chapter II

Fuck. Fuck. Fuck. ¿Por qué eso le pasaba a ella?, ¿Por qué cuando creía que todo le iba a salir bien por fin llegaba él intentando arreglar lo que no podía arreglarse?, ¿O si podía?, al fin y al cabo eso era lo que ella esperaba, algo distinto, algo porqué luchar con él. Al fin el quería establecerse con ella y eso estaba de maravilla...Si tan solo se lo hubiera pedido el día anterior, o en la mañana antes de salir. 

No obstante, cuando casi estaba segura de lo que iba a responder miró a los ojos a Alfie y por fin vio al hombre del que se había enamorado cuando era tan solo una adolescente. Esos ojos azules que hacían derretir cada uno de los nervios que componen tu cuerpo, y aunque unas arrugas ya se asomaban, lo veía tal cual como si tuviese veintiseis años. 

Sus ojos se empañaron en lágrimas. No, no podía decirle que no, lo amaba, al fin recordó lo que se sentía amar a alguien. Él era todo para ella, sacrificó su fortuna, a su querido hermano, todo, para estar con el hombre que en ese momento le estaba pidiendo matrimonio. Tal vez todo iba a mejorar a partir de ahora, tal vez todo iba a volver a ser como antes, pero solo lo iba a averiguar tomando una decisión. 

Se arrodilló frente a él.

-Si- Fue lo único que pudo contestar entre sollozos. Alfie sacó el anillo de la cajita y le tomó una mano para ponerselo. Sonrió. 

Se lanzó sobre él para besarlo. Luego hicieron el amor. Como antes lo hacían. 

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Llovía. Estaba en la otra calle en frente del restaurant con su paraguas negro. Viendo a Matthew sentado sobre la misma mesa que el día anterior. Veía su anillo constantemente. Debía tomar una decisión. Si a ella no le gusta que Alfie ande con otras, ella no debería de hacerle eso a él. Debía actuar como una adulta que ya era y mostrar algo de autocontrol ante esa situación. Pero no dejaba de rondarle la cabeza lo bien que se la había pasado con Matthew, la hacía sentir como una adolescente otra vez, pero ahora Alfie volvía a ser el de antes. Oh, fuck, odiaba los problemas. ¿Cómo habría sido su vida si nunca hubiese besado a Alfie en esa fiesta?, ¿Estaría de novia con algún chico millonario de Hartfield el cual su familia adoraría?, probablemente. Pero no podía pensar en eso, tenía algo que hacer en el presente, volver al pasado no le ayudaría en nada. 

Suspiró y se sacó el anillo. Lo guardó en el bolsillo y cruzó la calle. Entró al restaurant. 

-Hola, lamento la tardanza- Le dijo forzando una sonrisa mientras se sentaba en frente de él. 

-Pensé que no vendrías y que te habías ido con otro- Le dijo bromeando. 

Ella se puso seria por la cruel ironía -Yo no podría hacer eso, Matthew- Mintió. Si, se sentía como una completa basura. 

-Te compré un café, imaginé que no te gustaba muy oscuro- Le arrimó la taza. Emma sonrió con cierta tristeza, porque había acertado, dudaba si Alfie sabía eso de ella, que no le gustaba mucho el café negro

-Ayer nos quedamos hablando de lo que hacíamos, ¿Cierto?, me tocaba a mi hablar. Pues trabajo en una tienda de discos a unas cuantas calles de aquí, dan buena paga y me dan descuentos. Veo muchas chicas que coquetean conmigo. La verdad no se que tengo, pero vienen las mismas cada semana a comprar. Lo que es genial, más clientela- Bajó la mirada y luego la posó en los ojos de Emma -Tal vez por eso me agrades. Eres la primera que no coquetea conmigo de forma descarada. 

-¿Acaso lo hago de otra forma?- Le preguntó interesada. 

-Siento que indirectamente lo haces- Le contestó divertido. 

-En tus sueños, Matthew- Le volteó los ojos. 

-Y a mi me encanta soñar- Ladeó la cabeza intentando buscar su mirada. Al ver que no lo conseguía se atrevió a tomarla por la barbilla. Tal y como Alfie hace. 

-¡Suéltame!-  Le empujó la mano lo que hizo que el café se derramara sobre la mesa. Emma se levantó y salió del restaurant, sin si quiera sacar el paraguas. Matthew ya corría detrás de ella. 

-¡Emma, espera!- Le gritó. Pero ella no se detuvo. 

Se metió las manos en los bolsillos del pantalón. Llovía a cántaros. Comenzó a llorar, no sabía si de culpabilidad o porque realmente quería voltear y seguir estando con él. Pero una de sus manos agarraba con fuerza el anillo. 

Él corrió lo suficiente como para atravesársele -¡Te suplico que me digas que te pasa!- La sostuvo con los hombros. 

Lo miró con esfuerzo sobrehumano -No lo entenderías- En eso soltó un sollozo que no pudo contener. 

Matthew la empujó hacia él para abrazarla. Emma le devolvió el abrazo y lloró en su pecho. 

-Te prometo que las cosas van a mejorar- Le dijo él en un intento de reconfortarla. Ella no pronunció palabra alguna. Se quedaron allí, abrazados en la lluvia un rato. 

-Debo irme a clases- Le dijo ella separándose y secándose las lágrimas en vano porque de todas formas tenía la cara empapada. 

-¿Te veré mañana?- Le preguntó él sosteniéndole la barbilla de nuevo. 

-No lo se, tal vez- Movió la cara para soltarse. 

-Te esperaré de todas formas- Esbozó una pequeña sonrisa -Mañana será mi cumpleaños número veinticinco, espero al menos eso como regalo. 

Lo miró sorprendida -Adiós Matthew- Le dijo antes de seguir su camino. 

Merlín. Y era casi de su edad. 


PD: Como yo no soy no tengo superpoderes para escribir como copynpastel (Sigo amándote) el próximo capitulo se los daré luego.

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Expectación

...Luego pensó mejor y se alejó, para colocarse en frente de la heladera -Dime los ingredientes mientras yo los busco- Le dijo -Y que sea algo con chocolate, por favor- Agregó. 

Él buscó en el recetario y encontró el típico mousse de chocolate, leyó cada uno de los ingredientes he hizo memoria para corroborar que tenía todo lo que necesitaba. Cuando estuvo seguro la miró y le sonrió. 

-Busca cuatro huevos y la leche de allí- Le señaló con el dedo índice cuando ella abrió la puerta de la heladera. 

Sacó los huevos. Agarró dos con cada mano y los puso sobre la superficie lisa de la cocina, luego buscó la leche. 

Lawrence leyó de nuevo y abrió los gabinetes de abajo para buscar la barra de chocolate, la mantequilla, el azúcar, la sal y el bowl en donde iban a preparar el postre. Todo puesto sobre el mesón de la cocina. 

Sara se adelantó y le quitó el libro de recetas -Dice que en una cacerola metemos el chocolate para que se derrita con la leche- Lawrence caminó hasta la cocina y notó que encima había una cacerola sin usar. Alegrado por su suerte, prendió el fuego y abrió la barra. 

-¿Cuanto dice que hay que echarle de chocolate?- Preguntó con el chocolate en la mano. 

-¿Importa?, solo métela y ya- Le dijo Sara volviendo a la lectura del libro. 

Él dudo unos instantes pero terminó haciendo lo que ella le decía. Siempre pensó que las mujeres tenían un sexto sentido para la comida. Aunque Sara obviamente no lo tenía. Luego la leche, calculó al ojo porciento lo que creyó correcto para mirar a Sara de nuevo. 

Ella siguió leyendo -Ahora hay que tener tres yemas de huevo bien mezcladas. ¡Eso lo hago yo!- Dejó el libro a un lado y separó un huevo encima el fregadero de la cocina, para dejar caer allí la clara. Hizo ese procedimiento tres veces más  y miró orgullosa su trabajo -Ahora si le voy a ganar a Cathleen en el concurso de cocina- Comentó más para si misma sonriendo. 

-Ahora hay que mezclarlas, ¿Recuerdas?- Le dijo él buscando un tenedor porque no tenía otra cosa con que batirlas. Se acercó al bowl y con movimientos circulares mezcló las yemas.
Sara volvió a tomar el libro -Lawrence, aquí dice que hay que mezclar cuatro claras, tambien, hacen falta más huevos- Dejó encima del mesón el recetario y caminó de nuevo hasta la heladera y tomó cuatro huevos más. Estaba regresando dando saltitos cuando resbaló por un charco de agua que apareció allí de repente.  Un huevo en la cara, uno en el cabello y dos en el estómago, en ese órden de caída. Lawrence se detuvo para ver si estaba bien. Luego soltó una carcajada muy sonora que no paraba. 

-¿Con que te estas riendo de mi?- Le preguntó alzando una ceja.

-Ni modo- Le contestó entre lágrimas. 

Sara se levantó con cuidado y buscó otro huevo. 

-Espera, Sara, no lo hagas, ¡Se van a acabar y no podremos hacer el postre!- Le comunicó alzando ambas manos como para detenerla. 

-No me importa- Luego de decir eso corrió hasta él y le explotó el huevo en la cabeza. Ahora ella reía. Lawrence tomó el bowl y ella salió corriendo por detrás de la barra desayunadora. 

-¡No, Lawrence!, ¡Recuerda que yo soy mujer y eso no se hace!- Le avisó alzando el dedo índice. 

-No me importa- Le dijo con una sonrisa mientras daba la vuelta y seguía persiguiendo. 

Ella corrió hasta la zona del living, llegando hasta la parte al lado de la chimenea. Hasta allí pudo correr porque él acorraló en la pared. 

-No Lawrence, por favor- Le rogó -Ya estoy bastante sucia- Se señaló de arriba a abajo. 

Él se acercó lentamente con el bowl en una mano -Dime, ¿Por qué no lo haría?, dame una razón- Alzó una ceja y sonrió de medio lado. 

Ella se mordió el labio inferior -Porque estoy frágil y deprimirda, no deberías de aprovecharte de eso- Le puso la mejor mirada de perrito que tenía. Con es Cath siempre caía. 

-Pues, yo no te veo demasiado deprimida, Sara- Se acercó un poco más. 

-Es que, ¡Tu me distraes!- Le dijo sincera. Le costaba pensar en la tristeza cuando se la pasaba bien. 

-¿Y no era eso lo que buscabamos?- El rostro de Lawrence estaba a escasos centímetros del de Sara. 

-Si, pero es que...- De repente su mente quedó en blanco y no pudo decir nada. Abrió la boca y la movió sin pronunciar palabra alguna. Intentaba pensar en Thomas, lo hizo, pero la frase de 'Está muerto, no lo volverás a ver' le rondaba en la cabeza. ¿Thomas no querría que ella fuese feliz?, por supuesto. Pero algo le impedía actuar. 

Ella se acercó un poco más, hasta que sus narices se rozaron. Lawrence dejó caer el bowl al suelo, derramando todas las yemas y sostuvo a Sara por la cintura. Él se sentía ligeramente culpable, no debería de hacer nada considerando el hecho de que ella está débil y pensativa en otra persona. Pero sigue siendo hombre y una parte de él sabía que incluso esto iba a ser bueno para ella. 

Lawrence le abrazó la espalda y la besó en los labios. Ella le correspondió y subió las manos, una la entrelazó con su cabello rubio y la otra en el cuello. 
Esperaba haber hecho lo correcto. 



((cofcofcofestoesloquemegustaríaquepasaraperocomosequenoocurriráhiceestonoseburlendemissueñoscofcofcofmuerehannahcofcofcof))

Apr. 18th, 2010

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Estaba sentada en una de las mesas pegadas a la ventana del restaurant. El lugar estaba atestado esa mañana. Tenía su plato de huevos con tocino en frente. No había probado ni un bocado. No había dormido en toda la noche. Siempre le costaba dormir cuando peleaba con Alfie, eso significaba que llevaba meses sin poder conciliar el sueño apropiadamente. Las cosas no iban bien, él llegaba tarde todos los días, ella le preparaba la cena y terminaba comiendo sola; llegaba con aliento a alcohol; habían días en los que ni la cara se veían; duraban dos semanas así hasta que hablaban y se reconciliaban teniendo sexo, sin embargo, desde hacía dos meses que eso ya no funcionaba, todo era demasiado mecánico, carecía de emoción, ya no era lo mismo. Comenzaba a pensar que Alfie se estaba arrepintiendo de ponerla a ella antes que a Charlie, aunque ya habían pasado cinco años desde que eso había ocurrido. 

Si, cinco años desde que no se hablaba ni con su hermano ni con su familia, cinco años llevaba viviendo con Alfie, cuatro estudiando para ser infable y cinco meses desde que su vida se había vuelto un infierno.
No podía recordar cuando había comenzado todo, sencillamente se dejaron de contar cosas, dejaron de ser los mejores amigos, pasando a ser sencillamente una pareja hasta ser unos conocidos que dormían juntos. Estaba cansada de pelear, de tener sexo sin emoción, de llegar a la casa sabiendo que todo iba a ser gris y negro, no obstante, había sacrificado mucho para poder estar con él, todo hubiese sido una pérdida si todo acabase así, pero no sabía que hacer, no podía exigirle nada porque sabía que eso solo empeoraría las cosas. En otras palabras no sabía que carajo hacer.

Tenía las manos cruzadas sobre sus piernas, viendo con mirada perdida su plato cuando le tocaron el hombro. 

-Oye, ¿Está ocupado?, es que el lugar está lleno- Le preguntó un chico. 

-No, no está ocupado, siéntate- Le contestó sin mirarlo si quiera, agarrando el tenedor para aparentar estar intersada en su comida.

-Gracias- Le dijo él mientras se sentaba en frente de ella y no perdía tiempo y comenzaba a comer. 

Emma miró el huevo y movió con el tenedor el tocino. Ya debía estar frío. Se le revolvió el estómago y apartó el plato, colocándo el tenedor sobre este. Se recostó del respaldar del asiento y miró por primera vez al chico. 

Tenía el cabello largo, castaño y ondulado, piel blanca, contextura ósea bastante buena, ojos...No podía saberlo, estaba muy concentrado en su comida para poder verlos. Se mordió el labio inferior ligeramente culpable por estar interesada en el joven. En eso, él levantó la cabeza y por fin pudo verle los ojos: castaños y muy penetrantes. Él le sonrió y tragó. 

-Uno de los mejores lugares para desayunar en todo Londres- Comentó antes de llevarse el vaso de jugo de naranja a la boca. 

Ella le sonrió pero no le dijo nada, porque no tenía nada que decir. Se quedaron en silencio hasta que él terminó de comer. 

-Soy, Matthew, por cierto- Le extendió una mano. 

-Emma, un placer-  Se la estrechó forzando una sonrisa. 

-Pues Emma, veo que no tocaste tu comida, ¿Te encuentras bien?- Le preguntó extrañamente interesado. 

-Si, perfectamente, es solo que se me quitó el hambre- Mintió. No pensaba hablar de sus problemas de pareja con desconocido, mucho menos con un hombre. 

-Sé que no debería de decirte nada, porque no es mi problema, pero las cosas van a mejorar, siempre mejoran, luego de llegar al fondo lo único que queda es subir- Agregó el chico esbozando una media sonrisa. 

Ella lo miró casi atónita, porque por más raro que suene, eso había sido muy reconfortante, se lo creyó completamente. Algo debe andar mal en ella. 

Suspiró, volviendo en si -Agradezco tu interés, pero no creo que seas la persona indicada para resolver mis problemas, si me disculpas, me retiro- Sacó de su bolsillo unos billetes, pero él le sostuvo una mano. 

-Espera, ¿Si te pago vendrías a caminar conmigo?- Le preguntó sin soltarla. 

Ella movió la mano para zafarse -¿Disculpa?, tengo novio y no, no necesito que me pagues nada- Le contestó molesta mientras se ponía de pie. Él la imitó. 

Caminó hasta la barra sin mirar atrás y le entregó los billetes a la cajera, a su lado, Matthew también estaba pagando su comida. Se dio media vuelta y caminó hasta la salida. Con él detrás. 

Llegó hasta la esquina cuando se detuvo y se volvió para enfrentarlo -Oye, no se quien te crees, así que déjame en paz y sigue con tu camino- 
Él le sostuvo el brazo. 

-Solo te pido que camines una cuadra conmigo, tan solo una, por favor- Le dijo en tono casi suplicante. 

Algo en la voz del chico hacía que su corazón se ablandara. Exhaló aire por la naríz y asintió con desgana. Él sonrió y avanzó hasta estar al lado de ella. 

-Espero que sepas que eres el ser irritante he insistente que me he topado, Matthew- Le comentó entre molesta y divertida. 

-Lo sé y me alegro por ello- Agregó muy satisfecho mientras se metía la mano en los bolsillos de su pantalón. 

Si quedaron en caminar una cuadra, mintieron terriblemente al caminar veinte y a paso lento.
Al caer la tarde, ya sabían muchas cosas del otro, como si hubieran tenido años de amistad. Emma supo que estuvo muy interesado en ella porque su varita sobresalió en su ropa. Que él es mago, pero el ministerio le había quitado su varita por hacer magia frente toda una muchedumbre de muggles siendo menor de edad. Emma le comentó ciertas cosas de su vida, obviando completamente a Alfie, incluso le mintió diciendo que no tenía novio. 

Era como si se hubiese olvidado completamente de su realidad. Volver a ser adolescente de nuevo, tener otra relación, a otra persona en su vida, cosa que no se había querido permitir, porque Alfie siempre fue suficiente. Suficiente hasta ese día. 

Él la acompañó hasta el apartamento de su novio. Estaban en la entrada del edificio uno en frente del otro.

-¿Podemos vernos mañana?, en el mismo lugar, para desayunar juntos- Él estiró una mano para colocarle un mechón detrás de la oreja.

Dudó unos instantes. Se sentía una basura como persona, Alfie no se merecía eso,de una forma u otra le estaba siendo infiel, viendo a alguien más, queriendo pasar tiempo con alguien más, sin embargo, a su mente le llegaron todas aquellas noches en las que él llegó con aliento a alcohol y perfume de mujer. 

-Si, a la misma hora- Le contestó con una sonrisa en el rostro. 

Se despidieron con un abrazo y ella entró para subir las escaleras. 

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Si, tenía que terminar esto hoy. No podía continuar así, Alfie iba a salir lastimado, ella también, la relación no tenía futuro si ambos no lo deseaban y como iban las cosas era obvio que ninguno de los dos quería seguir. 
Sacó la llave del bolsillo y la introdujo en la cerradura. Al entrar estaba él parado a pocos metros de ella observándola. 

-Tenemos que hablar- Las tres palabras más terribles que un hombre puede pronunciar. Ella se esperaba una pelea terrible porque Alfie la había visto con Matthew, ya estaba preparada para ello. 

-No podemos seguir así, Ems, tu estas mal, yo estoy mal, las cosas no van bien, si alguno de los dos no hace algo para mejorar la situación no tendremos un futuro, es por esto que he tomado una decisión- continuó. 

¡Si!, él le iba a romper, ella iba a estar de acuerdo, iban a terminar como amigos y podría ver a Matthew sin remordimiento de consciencia. Al fin algo salía bi...¿Por qué se está arrodillando?, ¿Que hace?, ¿Q-que está sacándo del bolsillo?. 

-Emma Goulding, ¿Quieres casarte conmigo?- Le dijo mostrándole un estuche negro con un anillo de diamantes en él. 

Fuck. 



Continuará. 

Apr. 15th, 2010

[info]copynpastel

Abrió los ojos y suspiró.

Había un número de factores que definían si el despertar de Regina Duke era agradable o no. Seamos sinceros, cuando eres una obsesiva compulsiva, no todo es tan sencillo como parece.
Ser tan detallista como ella incluía un millón de rutinas que la gente no podía entender: Iba mucho más allá de la dirección hacia donde apunta el asa de su taza, la manera en que limpian sus ventanas y la forma en que caen las cortinas. Ser un obsesivo compulsivo era mucho más difícil que eso.
Así que la mañana de Regina usualmente estaba definida por su despertar. Y esa era la razón principal por la que despertaba de mal humor en la escuela: Nadie se fijaba en la forma en que las cortinas caían, las ventanas eran limpiadas o dónde exactamente estaba tu bata de cama. Te tocaban en suerte otras cuatro locas con las que compartir la habitación. Y que sea lo que Dios y tu paciencia quiera. Ahora, sin embargo, era tiempo de felicidad: Vacaciones de verano llenas de cremè brulé materno, sábanas no utilizadas por Merlín sabe quién y buenos despertares, como suponía, ocurriría esa mañana.
En principio, le gustaba despertar sola en su cama, boca arriba, rodeada por el abrazo de su camisón de seda rosada y sus sabanas de algodón egipcio de 800 hilos. Luego de desperezarse, solía sentarse y chequear en primer lugar si escuchaba sonidos detrás de su puerta y luego, si ésta estaba apropiadamente cerrada. Le gustaba dormir con la puerta de su habitación cerrada y en silencio. Y punto.
Suspiró, nuevamente, peinando con los dedos el cabello hacia atrás y se masajeó el cuello, sonriendo. Las cosas iban bien esa mañana, todo como le agradaba. No podía pedir más. O menos, en realidad. Se puso de pie, tranquilamente y fue a chequear su apariencia al espejo, levantando de la butaca al final de su cama su bata, que había dejado ahí la noche anterior. Se pasó el cepillo por el pelo y lo peinó en un rodete, antes de caminar hacia la ventana, dispuesta a abrir sus cortinas (y chequear que cayeran del modo adecuado).
Las abrió.

-…-

Del otro lado de vidrio, Edward Goldsmith, en persona, la miró. Estaba tan sorprendido como ella, aparentemente. Él se puso de pie rápidamente, había estado acostado. Específicamente en su sillón tapizado en color manteca que tenía unas inusuales hojas verdes y manchas de clorofila.
Esas hojas, esas manchas le parecían conocidas. Muy parecidas a las de la libustrina que limitaba la casa de los Duke con la calle.

- ¿Qué haces en la habitación de Meghan? – preguntó él, a través del vidrio, volviéndose repentinamente rojo, de furia. En su mano, sostenía lo que Regina reconoció como el libro que había leído la noche anterior y estaba prácticamente segura de haber dejado sobre su mesa de luz.

Edward tenía la ropa arrugada y desprolija, además de llena de tierra. Tierra similar a la que estaba manchando su suelo, impecable, y sus tapizados. Sobre su hombro, colgaba todavía una hoja de la libustrina.

- ¡¿Estás haciéndole algo?! ¡LE VOY A DECIR, SERPIENTE PONZOÑOZA QUE…! - continuó, sin detenerse. Regina, extrañamente, escuchaba sus insultos a medias, mientras volvía al libro en la mano de Edward.

Volteó la cabeza, hacia su mesa de noche, ignorando la sarta de insultos totalmente inadecuados del joven del otro lado de la ventana. El joven que tenía aspecto (y humor) de quién se levanta en un sitio extraño, poco conocido.

- ¡...No puedes hacerle nada! ¡Por que Meghan...! ¡Yo amo a ...! - ¿Le importaba? No. Definitivamente no. Pero en cambio, la mesa junto a su cama...

Mesa, sí. Lámpara, sí. Reloj, sí. Banda del cabello, sí. Libro, no. Volvió a mirar la mano de Edward y cerro la cortina, muda, con los gritos del chico como música ambiental.

- ...Y nunca, jamás, podrás ser como ella. Morirás vieja, fea y...

Se puso sus pantuflas y salió de la habitación, con una expresión en blanco. Bien podrían haberle borrado la memoria. Al salir de su habitación, todavía escuchaba los gritos aislados de Edward, y sus puñetazos sobre el vidrio que no se rompería.
Antes de darse cuenta, entraba en la cocina, donde toda la familia trataba de acomodarse a la nueva dinámica de tener dos miembros más. Meghan se había terminado por adaptar, al igual que su hermano menor, a la forma de ser Duke.

- Bastarda. – la llamó, con calma, casi cariñosamente.

Se sentó en su lugar habitual y acomodó el asa de su taza hacia la derecha, mientras pasaba la punta de la servilleta por el borde del plato, limpiándolo.
Meghan, vestida con sus pantalones de Jogging viejos y una remera de Quiddich enorme (su pijama preferido: desarreglado y abiertamente desaprobado por Regina) la miró, superada de su apodo cariñoso.

- Tu acosador te busca en mi ventana.

Un segundo, nada. Dos, nada. A los tres segundos, todas las caras giraron en torno a Meghan.

- Dile que no quiero mi libro de vuelta – Se sentó en la mesa y alineó el asa de la taza hacia la puerta, como todas las mañanas, mientras servía su té. - …Jamás.

***
Reality killed the video Star.
University killed my imagination.

Apr. 14th, 2010


[info]secretadmirer






Apr. 7th, 2010

[info]copynpastel

Visita

Mientras tocaba la puerta, casi rezaba. No realmente, por que Dante Vaughan nunca se había caracterizado por ser una persona de fe en la religión (o en cualqier cosa), pero algo así como un 'Por favor, por favor, por favor.' Si él había pensado que su vida era aún más horrible desde la llegada de Edward Goldsmith a ella, es por que todavía no lo había conocido.
Andrew Maxwell abrió la puerta, con su correspondiente cigarrillo colgando de su sonrisa.

- ¡DAN! ¡HOLA! - dijo, alegremente, dándole una palmada en el hombro.

........Lo había llamado Dan. Oh, Merlín. ¿Por qué lo llamaba Dan? Eran sólo dos letras más. No era como si se llamara Dantifililusstraüs. Se llamaba Dante.

- Dan-te. - dijo en voz baja y áspera, razón por la que jamás había escuchado esa aclaración.
- ¿Que dijiste? - preguntó Andrew, atento, acercando su cabeza.

Dante lo miró, analizando por unos segundos si lo estaba burlando o si estaba preguntando en serio.

- Nada. Nada.
- ¡PRUDIE! ¡ES DAN! ¡VINO A VISITARNOS! - gritó, hacia adentro.

Prudie. Todavía no entendendía como era que Prudence no lo había envenenado por accidente con veneno de ratas. Si había algo que Prudence detestaba (sacando, por supuesto, la gente excesivamente feliz y ruidosa) era que la llamaran Prudie.

- No quiero incomodar, sólo... - dijo Dante, nervioso, sin mirar excesivamente hacia dentro. Pero antes de terminar, dos niños extremadamente rubios e hiperactivos salieron hacia él a abrazarlo al grito de '¡Tío Dan!'. Como si no le alcanzara con los hijos de Bea. - ...Pasaba. - Miró a los niños. Miró a Andrew.

Auxilio.
Lo estaban tocando. ¿Por qué lo estaban tocando? No le gustaba que lo tocaran. ¿Por qué los hijos de Andrew Maxwell (que por cierto, ya apestaban a fumador pasivo) lo estaban abrazando?

- Está bien, Dan. - dijo Andrew alegremente. - Nosotros ya nos íbamos. Tengo que llevar al batallón a Taekwondo.

¿Había dicho Taekwondo?
Taekwondo. Lo que faltaba. Demonios rubios hiperactivos e instruidos para matar de ser necesario. Prudence no había engendrado niños, angelitos o cachorros. Si los hijos de Prudence fuesen comerciables (Mh. tal vez en el mercado negro) bien podrían ser vendidos en la categoría de 'Armas mortales'.

- Oh. No quería int-
- No interrumpes, Dan. A Prudie no le agradan los gritos del gimnasio, así que se queda aquí. ¡Pasa! ¡Adelante! - dijo, haciendo lugar. - ¡Prudie!

Pero aunque ella apareciera, él no podría moverse, por las garrapatas Maxwell colgadas a sus rodillas.

- ...¿Qué dijiste, cariño? - gritó Andrew, como si pudiese escuchar la suave y monótona voz de Prudence desde algún rincón de su mente.
- Uhm. Andrew. - Dijo Dante.

Miró a los niños. Los niños miraron sonrientes a Dante.

- Un segundo, Dan. - dijo Andrew alzando un dedo, como tratando de entender algo que decía Prudence y que Dante era incapaz de oír. Se había vuelto un poco sordo por su trabajo.

Esperó un par de segundos, mirando a los niños fijo. Había superado su trauma con las miradas, en parte. Pero aún lo estaban tocando.

- ¿Andrew? - volvió a preguntar.
- Dame un segundo, Dan. - dijo, entrando a la casa y dejándolo sólo con los demonios.

Dante los miró.

- ¿A quién quieres más: a mi o a él? - preguntó uno de ellos, batiendo sus pestañas rubias. Era el más pequeño.

Creyó. No podía estar muy seguro, los niños eran un tema que no comprendía por completo.
Se había aprendido la respuesta a esa infantil pregunta.

- A los dos por igual.

Por que los odiaba por igual. Pero en secreto.
Y Bea lo había retado por cuarenta minutos seguidos la vez que le señaló a sus sobrinos cual era el que le caía mejor ('Tú, el de cabello rizado que no recuerdo' que al final era el vecino mudo), haciendo llorar a todos los demás. Así que había aprendido una valiosa lección: Manten la boca cerrada y nunca seas demasiado sincero con los niños, por que echarán a llorar y tendrás que alzarlos, lo que significa contacto personal.
Andrew salió de nuevo, con la llaves de su auto en la mano.

- Prudence dice que pases, Dante. - dijo, bajando la cabeza. Evidentemente, ella le había aclarado otra vez que no eran ni Prudie ni Dan. Lo miró, alzando las cejas. - ¿Cómo estás, de todos modos?

Y por si fuera poco tener a sus hijos colgando de las rodillas, él volvió a llevar su mano al hombro de Dante. Oh, maldita gente que habla y toca a la gente a la vez.

- Bien, gracias. - dijo, mientras alzaba la cabeza. También había aprendido que era mucho más corto decir 'bien, gracias' que 'La vida es una mierda por que soy un depresivo'
- ¿Cuándo llegaste?
- Hoy. Zarpamos mañana a la madrugada. - adelantó, bajando la mirada a Andrew.

Asintió un par de veces en silencio. De veras que había encontrado su trabajo ideal. Trabajaba como Jefe de máquinas en un buque de la marina mercante. Nadie en el barco era especialmente conversador, mirador o tocador. Compartía lo que era necesario y nada más. La vida de los marinos mercantes era bastante a su medida. Gente muy especial, solían decir para describirlos.

- Que mal. El domingo hará buen clima, iba a hacer una parrillada e invitar a nuestros amigos. - Que en realidad eran los-amigos-de-Andrew. Prudence, como él, no tenía tantos amigos.
- Lo siento. - por que era su frase comodín.
- Ya habrá oportunidad.

Dante asintió.

- No te preocupes, pal. - le golpeó dos veces el hombro. - Vamos batallón, al auto. El que llega primero, gana una taza extra de chocolate cuando volvamos.

Fue automático. Los niños se soltaron y corrieron al auto.
Uf, que alivio.

- Nos vemos, Dan. - Andrew se quedó quieto, mirándolo, sabiendo de su error. - Te.
Dante volvió a asentir, como si nada hubiese pasado. - Andrew. -
- ...No, YO LLEGUE PRIMERO. - gritó uno de los niños.
- ¡NO! ¡Papá! ¡Hizo trampa!
- Llegaron los dos juntos. - decidió Andrew, mientras caminaba hacia el auto.

Dante se introdujo a la casa y cerró la puerta, mientras se sacaba el abrigo y lo colgaba en el recibidor. Miró alrededor. La casa estaba tal cual la recordaba de la vez anterior que había ido (algo así como un añó atrás). Suspiró, buscando con la mirada a Prudence.
Extrañamente, el lugar no apestaba a cigarrillo, a pesar de que ambos (tanto Prudence como Andrew) eran fumadores compulsivos. Él lo había dejado, de mala gana, por que los cigarrillos no duran para siempre en el océano. Menos, cuando eres Dante Vaughan.
Entró a la cocina, donde Prudence estaba tranquilamente revolviendo la cacerola con salsa con cara de indiferencia. Se podría derrumbar la casa que ella no se hubiese dado por enterada. O a lo sumo, estaría fumando un cigarrillo, pero aún con esa expresión en blanco.
Pero algo (algo muy profundo en él) le dijo que tenía que decir más que un simple 'Hola' a su amiga.

- Realmente debería haberme sentado contigo en esa clase de pociones, Prudie.

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Nota:
Yo sé que Andrew no está muy IC. Pero sepan disculparme por amor a los hombres opuestos y lo cómico del asunto (?)

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