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Apr. 5th, 2011


[info]secretadmirer

Fancrap dump

Montoncito de cosas de malísima calidad que andaban perdidas en mi PC desde hace muchos meses. Es como... como un post lleno de bloopers y errores de la naturaleza.

Fic
Sin título - Julie, Duke (y en menor medida, Fred)
(En mi defensa (?), lo escribí antes de que jugaran al Spin the Wand. Y en mi mente también todos pegan con todos, hahaha, ¡piedra libre!)

Primero, creo que lo que quieres hacer es una apuesta, no una propuesta )


Video
I'm in Love - Kyle & Kerry
Cada vez más masacradas las canciones, ¡perdón!

You may kiss me again and again, I'll hold on tight )

Manips
Jesse
Alexander
(Una más deforme que la otra)
Oh, por Merlín, ¡MIS OJOS! )

Video
Dosvedanya - Waleska, Duke, Mina
(Katie Melua tiene que salir en una película ya mismo, haha, necesito footage)
I hear snow is falling on Red Square... )

Vale, eso es todo. En la próxima entrega, lo que quedó en el fondo de mi tacho de basura XD

Mar. 27th, 2011


[info]julieolivier

Best Team in Potions

Yo sé que debía dormir, pero me encontré con dos imágenes que pedían a gritos ser unidas. ¡A gritos! ¡FOTOS GRITANDO! Yo sé que es muy creepy y por eso me van a entender. xD

Best Team in Potions: Julie Olivier & Scotty Popper.



PD: A ver si pueden vencer a este equipo, Duncan y Manon.

Jan. 27th, 2011

[info]copynpastel

Alzó las cejas, con incredulidad. ¿En serio? ¡¿En serio?!
El otro le sonrió, inmerso en su infantil sonrisa. Alzó por un segundo las cejas, como diciendo 'Genial, ¿No?'

- Eres un retrasado. - concluyó en voz alta el menor de los dos. No bromeaba.

Faust Duke cambió su expresión al instante, confundido. ¿Cómo que retrasado?

- ¿De qué hablas? Esto es arte, Antoine.

Tony Duke pestañeó, confuso, preguntándose mentalmente si su hermano sería adoptado, habría caído de cabeza de bebé o si su madre había tenido un ataque en el pasado y lo había bañado en alguna poción que había causado un daño irreparable en él. Ese tipo no podía ser su hermano. Tener sus genes casi que lo aterrorizaba.
Suspiró, frustrado, pasándose la mano por el cabello y cerrando los ojos. No era un tipo con una paciencia eterna, Faust.

- Pintar la pared de la cocina con jugo de horklump no hará más que atraer duendes. - explicó, con voz condescendiente. Suerte que Regina había practicado un hechizo repelente a los duendes la semana pasada. - Lo cual sería hilarante si esta no fuera nuestra cocina.

Tony miró a Faust, esperando una reacción acorde a la información recibida. Faust parecía confundido, como si se hubiese dado cuenta de algo.

- Entonces sí es gracioso. - aclaró Faust, agitando su cabecita rubia.

Este tipo no tiene caso, pensó Antoine suspirando.

- Nuestra cocina. - repitió, en voz un poco más alta.

¿Por qué no podían ser él y Regina? Hubiesen sido felices. Lou, Benji, Oscar, Regina y él. Y Meghan y Kirley, si insisten mucho. Pero Faust era innecesario. Negó con la cabeza, rodando los ojos y hubiese deseado que su madre y su hermana no fueran tan obsesivo-compulsivas como para odiar los elfos domésticos, así no tendrían que limpiar ellas las idioteces que se le ocurrían a Faust.
Abrió la nevera y sacó un tarro con creme brule (siempre hay de eso en la casa de los Duke) y le dio una cucharada, como para descargar la tensión con el postre. Cerró la puerta de la heladera con la rodilla.

- Tú no entiendes, hermanito. - le dijo Faust. - Te estoy dando lecciones de vida. - Y lo tomó del hombro.

Ah, ahí tenían que estar de acuerdo. Pero Tony no estaba seguro de cuál era la lección más apropiada para el momento. Estaba en algún lugar entre 'Nunca dejes a tu estúpido hermano mayor sólo en la cocina' o 'No tengas hijos, por que pueden salir así'

- Después de todo, esto recién es el inicio. - le dijo Faust.

Tony alzó las cejas. Oh, no.

- Lo que sea que estés pensando, no lo hagas. - le dijo, serio. - Es una mala idea.
- ¿Tú crees? - preguntó Faust, con toda la intensión del mundo. Miró su reloj. - Sólo mantente lejos de esa pared. - Y lo tomó del hombro para pararlos junto a la mesada, lejos de la pared rosada.

No pasaron más de quince segundos antes de que la puerta de la cocina se abriera y por ella entrara Regina, pálida, arrastrando bajo su abrazo a su novio, Austin Cooper, que lucía hinchado. Austin traía una remera que Faust amablemente le había prestado al llegar, por que había caído en una de sus trampas del jardín delantero. Una remera extrañamente rosada. Pero lo más vistoso que tenía era que su piel se estaba llenando de pústulas rojas, mientras gemía suavemente del dolor. Tenía los párpados tan hinchados que ni siquiera podía abrir los ojos.
La puerta de la cocina no se cerró, extrañamente.

- No pregunten. - dijo a sus hermanos. - Austin es alérgico a la saliva de duende. Lo mordió uno. - pero se detuvo, a mirar la pared que Faust había pintado. - ¿Desde cuando la cocina es rosada? - preguntó.

Faust habló. O más bien, alzó los hombros.

- Mamá.

Y con esto de que estaba un poco... huh... ida, Faust usaba a su madre como excusa de todo. Regina no tenía mucho tiempo para pensar, así que no ahondó, apoyando a su novio en la pared, para que se sentara. Si sus hermanos la conocían bien sabían que no lo acercaría a ningún lugar donde se cocinara o comiera, por su propio carácter.
Regina salió corriendo al piso de arriba. Probablemente a buscar algo contra las alergias.

- Pensé que Regina había puesto un hechizo para los duendes la semana pasada. - dijo Tony, intrigado. Su hermana no solía fallar mucho en lo que hacía.
- Me preguntó que habrá pasado. - dijo Faust alzando las cejas con una gran sonrisa que le indicara a su hermano quién era el culpable de por qué no estaba ahí.

Y mientras hablaba, abrió la puerta de la alacena de la cocina, de la que salieron una multitud nueva de duendes que había encerrado en una jaula la noche anterior.
Mientras Antoine Duke observaba como los duendes simplemente se abalanzaban hacia la remera de Austin y la pared, comía creme brule pensando por primera vez que su hermano era un genio.

Jan. 15th, 2011

[info]copynpastel

Autos y Dientes (III)

Ya habían pasado más de cinco minutos de silencio entre ellos, en los que solo se habían mirado. Él apretó los labios, ella bajó la cabeza, finalmente. Ninguno de los dos se sentían bien acerca de eso. Pero a la vez, no querían dejarlo. Ambos corrieron la mirada, tratando de evitarse. Los silencios entre ellos distaban de ser incómodos, pero éste era diferente.

- Tienes... - él frunció el ceño. Iba a decir novio, pero ese termino en su vida quedaba obsoleto, desconocido e infantil. Y a pesar de que en su casa bien podrían categorizarlo como el primero (por que Ophelia se aburría con facilidad), trataba de alejarse de los otros dos, al menos con ella.
- No vayas por ese camino, Clyde. - dijo ella, cruzándose de brazos y con un gesto de inconformidad bajo sus pecas. Ella llevaba ventaja. Al menos no estaba casada. - Tenemos.

El nuevo silencio hizo que Clyde mirara el tablero del auto, donde yacía su anillo de oro. Estiró la mano y se lo volvió a colocar, a pesar de que se sentía un poco mal cada vez que lo tenía puesto en presencia de esta persona. No es que sintiese que engañara a Ophelia, sino que a ella. Y por ella me refiero a Meghan Duke, tan pecosa como siempre y con su eterna mueca de disconformidad en la cara.
Las cosas jamás eran perfectas en su vida. Conseguía padre, pero ganaba una familia disfuncional como los Duke. Conseguía novio, pero él jamás dejaría ir la sombra de sus inseguridades. Conseguía a Clyde luego, pero no lo tenía realmente, por que era de otra. Estaba acostumbrada a que su vida fuera una de cal y ochenta de arena, pero no estaba segura de querer que esto fuera de por vida.

- Tú eres jugadora de Quiddich, yo soy esposo. Es lo que hacemos. - Su empleo distaba de ser linguista.
- Y se supone que tengo que vivir con eso... - comentó ella sin mirarlo.
- No. No deberías. - confirmó él. Pero después de muchos años de sentirse vacío por ser siempre el último orejón del tarro, Clyde se había puesto un poco egoísta. No quería que ella estuviera con él, por que sabía que no era lo mejor para Meghan, pero no iba a ser él quién la dejara. Podía, pero no quería.

Meghan apretó los labios. Ella sabía que no debería, pero de alguna manera extraña, prefería que él se lo dijese. Lo sentía como una disculpa. Era un poco tarde para eso, pero mejor era eso que nada. Y mejor era tenerlo a él en su vida que fuera de ella. Después de todo, no es como si pudiese no verlo nunca más.

- Llévame a casa. - y se incorporó un poco para darle un beso en la mejilla.

Gruñó, afirmativamente y arrancó el regalo que su padre le dio por buena conducta.
Media hora después, detenía su automóvil en la vieja casona en las afueras de Edinburgo. En el pórtico de entrada, una figura alta se alzó y caminó rápidamente hacia ellos, con un gesto de desconfianza en la cara. Abrió la puerta del carro con brusquedad y sin dejarles tiempo ni siquiera para hablar, arrojó un sobre sobre la falda de su novia.

- Te escribió tu amiguito,- dijo con la voz tensa de ira. -Otra vez.

Miró al conductor del automóvil y Clyde le sonrió.

- Hey Ed.
- Ese idiota. - continuó, Edward Goldsmith indignado.

Meghan, acostumbrada a las eternas rabietas de Edward cada vez que se mencionaba el nombre de Dante, abrió el sobre, básicamente ignorándolo y empezó a leer la carta con cara de nada, en actitud zen total. La verdad es que si se empezaba a pelear con él (por que no podía entrar en razón cada vez que su amigo galés salía a colación), ya estaría sacando arrugas. Y las arrugas no eran atractivas a los veintitantos, el imbécil de Faust se lo decía cada vez que tenía la oportunidad.
Clyde titubeó en decirle 'Es sólo una carta', pero creyó de que no era lo ideal. Ed sostenía la puerta de su porsche y si se convertía en una fiera no era muy consciente de sus acciones. Sonrió y asintió un poco, a modo de alivio. De vez en cuando funcionaba.

- Gracias por ir buscarla, pero sabes como es Lana con respecto a sus tiempos conmigo.

Clyde siguió asintiendo, a pesar de que no tenía idea de como era Lana. Ella le daba pánico así que había evitado cruzarse en exceso con ella. Los mellizos en general le daban miedo, por que eran demasiado simbiótico el uno con el otro. No sabía por que los padres insistían con todo este asunto de fraternidad al extremo.
Meghan bajó del auto sin darle mucha importancia al asunto, por que tenía sus períodos en los que sólo ignoraba la presencia de su cuñada. Le dio un beso en los labios a Edward y ni miró a Clyde al salir. Ni un gracias le dijo por ir a buscarla al entrenamiento y traerla a casa.

- Deja de leer esa idiotez y dile gracias a Clyde por traerte. - ordenó Edward, enfadado, sentándose en el auto un segundo.
- Podía volver sola, Edward. No necesito que tu amigo sea mi niñera. - le aclaró Meghan entrando a la casa.
- Cuídate, Meghan. - comentó Clyde alzando la mano y tocando la bocina del auto, tratando de llamar su atención. Ay, esa frialdad glaciar. Y eso era clave para 'Te amo' entre ellos.
- Tú también cuídate, Clyde. Nos vemos el sábado a la noche.

Edward rodó los ojos.

- No me gusta que vuelva sola. - dijo, en tono protector.

Mentira. Todavía recordaba un incidente en que había ido a buscarla y en vez de encontrarla entrenando en el campo de quiddich, estaba en el café del estadio disfrutando del té con Dante, que había desembarcado ese día y la había ido a visitar. Edward solía pensar que a pesar de que Meghan podía hacer todo lo que quisiera, debería consultárselo antes. Sobre todo cuando tenía que ver con Dante.
Como si él estuviese interesado en Meghan, pensó Clyde. Últimamente, en lo único que estaba interesado, según ella, era en los submarinosrusos. La royal navy le había lavado un poco el cerebro, sospechaba ella.
Clyde todavía asentía en silencio.

- El sábado, entonces. - comentó palmeando su hombro Edward. - No olvides traer a Ophelia. Pero más importante, no olvides mi regalo.

Clyde negó con la cabeza, rodando los ojos.

- ¡Qué tiene de especial este cumpleaños? - comentó, incrédulo de la emoción casi infantil que veía en él para esta ocasión.

Tres segundos después, cuando Edward sacó una caja de terciopelo de su bolsillo y le mostró el anillo de compromiso, quiso cocerse la boca. Apretó los labios, con disconformidad, incapaz de mostrar su expresión de desagrado.

- Sé lo que crees del matrimonio, Clyde. - le aclaró Edward. - Pero Meghan no es Ophelia.

Clyde abrió la boca, para decirle que lo sabía, pero la sorpresa y un enorme nudo en la garganta le impidió hablar.

- Quédate a cenar. - Le ofreció Edward con calma.
- No puedo. - respondió Clyde, automáticamente, incapaz de mirar a Edward a la cara. - Ermengarde está sacando los dientes. Sabes como son los bebés.

Aunque sus deseos de huir de ese lugar poco tenían que ver con su hija.
Se remojó los labios.

- Como quieras. - terminó Edward, saliendo del auto, mucho más calmado que cuando entró.

Por eso le agradaba Clyde. Era como que lo calmaba de cualquier cosa. Siendo cualquier cosa Dante, por supuesto.
Cerró la puerta y lo miró por la ventanilla notando el obvio nerviosismo que su amigo había tomado en un segundo.

- Voy a hacerlo, Clyde. Va a salir todo bien.

Por supuesto que va a hacerlo, pensó Clyde. Pero de lo segundo no estaba seguro.

- N-n-nos v-v-vemos, Ed.

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Cap II: http://copynpastel.insanejournal.com/3571.html?mode=reply

Jan. 6th, 2011


[info]julieolivier

Elección

Ella pasó la mano por su vientre, aún bastante plano, y miró a su marido.- No lo sé -, respondió a su pregunta.- ¿Tú prefieres alguno de los dos?

Él negó con la cabeza.- Si tú tampoco puedes decidirte, podemos hacerlo al azar -, propuso.

Miraron el pergamino desplegado sobre la mesa y ella cerró los ojos y alzó un dedo.

-Dale una vuelta -, indicó.

Cuando él hubo girado un par de veces el pergamino, ella dejó caer el dedo sobre una de las dos opciones y luego abrió los ojos.

-Nuestro nuevo hogar -, dijo él.

-Nuestro nuevo hogar -, repitió ella.

Y se miraron con toda la ilusión y el amor que solo dos recién casados pueden demostrar.

-o-

Manon bajó de la habitación para ir a desayunar. Esa mañana tendrían el primero de los exámenes de los OWLs, pero para ella era casi un día normal. Como siempre, había estudiado un 120% del contenido exigido para aprobar. Su equipo de estudio era infalible, a pesar de contar solo con dos miembros: Ella y Duncan.

Duncan, quien la esperaba sentado en un sillón de la sala común, con los ojos cerrados.

-Alguien aquí necesita su taza de café -, dijo Manon mientras se acercaba por detrás y lo abrazaba con fuerza, pegando su mejilla a la de él.- No te habrás quedado repasando los apuntes, ¿no?

Él abrió los ojos, sonriente aunque soñoliento, y giró el rostro para darle un beso.

Si había una pareja perfecta en Hogwarts, probablemente eran ellos dos. Desde el primer curso se habían hecho mejores amigos, a mediados del tercer curso ya eran una pareja de inocentes novios que intercambiaban obsequios, se tomaban de la mano en los recreos y se daban algún que otro beso tímido cuando nadie los veía. Ahora, ya en el quinto curso, eran una de esas parejas que nadie visualiza separados y que todos tratan como una sola persona. Sus compañeros los llamaban, en broma, 'mamá y papá'.

Bajaron al Gran Comedor tomados de la mano, cada uno con un bolso lleno de libros y pergaminos colgando de un hombro. Se sentaron a desayunar en el momento en el que llegaban las lechuzas con la correspondencia. Duncan pagó su ejemplar de "El Profeta Diario" y lo dejó a un lado. Manon recibió una carta de sus padres, la cual abrió y leyó mientras él untaba un par de panes con mermelada para ambos.

-Te mandan muchos saludos y preguntan si te gustó el libro que te regalaron para tu cumpleaños -, le dijo ella.

-Luego les escribo para agradecerles -, respondió Duncan. Y habría vuelto a lo suyo, dejando que ella termine la carta sin interrupciones, pero notó que el ceño de Manon se contraía.- ¿Qué sucede?

-Nada... Es que el niño de al lado de casa sigue molestando a Val. Me cuenta mamá que le sacó la cabeza a su osito preferido y la escondió tan bien que todavía no la encuentran.

Manon levantó la vista, indignada y triste por lo mal que lo pasaba su hermanita con su vecino que, además de odiarla, era mago y tenía la misma edad que ella.

-Verás que ya se arreglará todo cuando vengan al colegio y haya más niños -, le dijo él, acariciándole la espalda para tranquilizarla.

Manon terminó de leer la carta, suspiró y la guardó. Él retiró la mano y comenzó a desayunar. Luego de un momento la miró, negando con la cabeza y sonriendo.

-Hubiese sido genial que tu mamá apoyara el dedo sobre la segunda opción, ¡hubiésemos sido vecinos! ¿Te imaginas?

Dec. 7th, 2010


[info]secretadmirer

Podcast N°2



¡Ya está listo el segundo podcast!

Haz click en el gadget para comenzar a escuchar el podcast. Dura casi 40 minutos.



Mil disculpas por todos los errores y estupideces, espero que no lo odien. Los temas que faltaron entrarán en el tercer podcast, perdonen por dejarlos a fuera, fue pura falta de tiempo. ¡Espero más colaboraciones por PM o a bttppodcast@yahoo.com!

Supongo que cuando tenga más tiempo estaré subiendo los temas sueltos, la lista de dedicaciones y el script del podcast para los que tienen más dificultad entendiendo lo que digo, que imagino que deben ser varios, haha... umm.

Dec. 5th, 2010

[info]copynpastel

Estaba sentado en el pórtico de entrada, leyendo atentamente un libro de historias de soldados. Había salido el sol por unos minutos de entre la espesa nubosidad que se situaba sobre Bexley y él parecía iluminado, mientras una suave brisa de verano revolvía su cabello, para su propio desagrado. Le gustaba la perfección y la rectitud, a diferencia de su hermano Faust.
Ella se había detenido a mirarlo por unos segundos, tragado saliva. Todavía no entendía como era que estaba con él, como era que él quería estar con ella.
Él no se percato (o lo disimuló muy bien) y no levantó la mirada o cortó su lectura hasta que el hizo le hizo sombra. Como respuesta no se movió en exceso, sino que levantó la mirada y la observó en silencio, por debajo de un gesto severo.

- ¡Que serio! – dijo ella con una sonrisa. - ¿Pasó algo?
- ¿Tenía que pasar algo? – preguntó él, un tanto ausente para su estilo.

No se levantó, ni la saludó, ni cambió su expresión.
Julie Olivier se sintió nerviosa de repente, como si algo fuese extraño en esa escena. Antoinè no era así, o al menos no con ella. Sin embargo no quitó su sonrisa.

- Siento llegar tarde. Nos emocionamos con las chicas y no nos dimos cuenta de la hora que era… - y sobre su hombro traído su instrumento musical. - ¿Estas enfadado?

Y recién ahí él se puso de pie, irguiendo su espalda extrañamente y parándose sobre el pórtico de su puerta.

- No me gusta esperar. – le dijo, brevemente.
- Lo siento, Tony…
- No me digas Tony. – le dijo él, cortándola. Alzó la muñeca y chequeó el tiempo.
- ¿Por qué no?
- Odio cuando me llamas Tony.

Ella se quedó pasmada. Mentira. Él amaba cuando lo llamaba Tony. ¿No?
Enrojeció notoriamente y se llevó la mano a una mejilla, tratando de disimularlo. Se suponía que ya no se ponía roja cuando estaba con Antoinè. Ya había pasado la época de enamoramiento idiota, ¿No? Después de un año esa etapa ya había pasado.
Pero este… este era un nuevo tono en su voz. Y las cosas nuevas medio que la ponían nerviosa. O la extrañaban y la hacían sentir un tanto insegura.

- Lo siento, no quería que te enfad-
- Vete. No te quiero ver ahora. – le dijo él.

Shock. Silencio.
Su cerebro tardó en procesar un par de segundos lo que decía.

- ¿Qué?
- Ya me oíste. – dijo él, dándose vuelta y subiendo los escalones del pórtico. – Vuelve otro día, hoy no quiero verte. – repitió.

Y ella se quedó mirándolo, en silencio, sin saber como reaccionar mientras él daba tres pasos cortos y un tanto poco ruidosos para su estilo antes de que le cerrara la puerta en la cara.
Dudó un par de segundos si no seguirlo y pedirle perdón, pero su propio carácter hizo que se diera vuelta y se fuera, tristemente, hacia lo de Kerry.
Sí, necesitaba una amiga que le explicara como actuar a partir de aquí. O qué era lo que había pasado.
Pf, sólo había llegado dos horas tarde.

***

Cerró la puerta y se apoyó en ella, suspirando. Miró el reloj. Dos horas, casi dos horas tarde había llegado. Bajó la cabeza y se rascó la nuca, revolviendo el cabello corto y rió un poco. Eso había estado cerca. Demasiado cerca.
Al quitar su mano, el cabello la acompañó, creciendo a velocidad anormal hasta llegar a la mitad de su espalda. Al mismo tiempo pareció encogerse en el lugar tanto en sentido vertical como horizontal. En su rostro la mandíbula se le afinó, la nariz y las cejas se le achicaron. Bajo de la camisa a cuadros aparecieron las sombras de un pecho femenino y los pantalones tendieron a caer al suelo y quedaron oscilando, un poco demasiado amplios para sus delgaduchas piernecitas.
Cuando el cambio acabó, se peinó el cabello hacia atrás, con los dedos de una mano, mientras que con la otra sostenía el libro de soldados y los pantalones.
Sonó el timbre y Regina dio un salto. ¿No se había ido acaso? Giró sobre si misma y miró por la mirilla, esperando ver a Julie y su estúpida cara de nada en su pórtico. Por Merlín, ¿Qué tiene que hacer una chica para que la novia de su hermano desaparezca?
Sin embargo, por la mirilla apareció otra cabeza rubia. Abrió la puerta.

- ¿Olvidaste las llaves de nuevo?
- ¿Puedes crees que Marge me dejó plantado? – preguntó Faust, entrando molesto a la casa. Regina alzó las cejas, a pesar de que sí le creía. – Me llegó un mensaje de su hermano como hace media hora, algo de San Mungo, no sé. No me importa.

Regina asintió, cara de compungida, como si ella misma no le hubiese mandado chocolates con veneno la noche anterior. No me miren así, era veneno del bueno. Del que solo te da una indigestión de aquellas, no del que te deja fría.
Faust, entro rezongando al grito de ‘¿Qué tiene que hacer un hombre para conseguir un polvo?’ pero se detuvo a mirarla.

- ¿Esa es ropa mía?
- De Toto. Me queda cómoda. – dijo ella, cerrando la puerta.

Pero a Faust no le interesaba, por que siguió hasta la cocina, hambriento, como para ahogar sus penas en algo masticable.

- ¡¿Es qué no hay nada más que Cremè Brulé en esta casa?! – escuchó que le exclamaba a la heladera.

Regina empezó a subir por las escaleras, dejando caer el libro de soldados en su camino y al llegar al primer piso enfiló hacia el cuarto de su hermanito menor. Abrió la puerta, sin tocar, y asomó la cabeza a la habitación oscura.

- ¿Toto?

Alguien gruñó desde adentro de manera somnolienta.

- Tu novia debería haber llegado dos horas atrás. ¿Qué le pasó?

Se escuchó un gruñido nuevo similar que tenía un aire a ‘Yo que sé’

- ¿Quieres que te traiga algo de comer para despabilarte? Debe estar por llegar.
- …dormir.
- Oh. Está bien. Te despierto cuando venga.

Y Antoine, desde su cama, volvió a gruñir algo como un ‘gracias’.
Regina cerró la puerta a su espalda y sonrió mientras chequeaba el estado de sus cutículas, tal vez se le había ido la mano con las judías soporíferas de la poción de dormir de Antoine.

Oct. 17th, 2010


[info]ilovekermit

Yearbook Spin-Off

Hay gente que quisiera ser Harry, Hermione o Draco. Yo siempre quise ser Hedwig. En un esfuerzo por ayudarme a cumplir ese sueño, secretadmirer me dejó ser la lechuza que transmite este mensaje a las masas (pfft). Ok, no, lo que pasa es esto: como colaboradoras del anuario, nos tocó y/o elegimos hacer algunas manips. El anuario se ha tardado un poco, así que decidimos compartirlas para que tengan oportunidad de verlas ahora (independientemente de que el anuario sigue siendo un trabajo en proceso, hasta donde sé).

La mayoría de las manips no son mías, así que en la página podrán encontrar una introducción más decente, pero una lechuza hace su trabajo lo mejor que puede XD Los curiosos, favor de seguir el link.


Oct. 18th, 2010


[info]secretadmirer

Podcast N°1

¡Terminado el podcast!



Muchísimas gracias a todos los que participaron pidiendo, sugiriendo, dejando mensajes y teniéndome paciencia. Mil disculpas por la calidad, por mi voz (especialmente mis errores y mi acento molesto) y por todas esas canciones y mensajes que no pude dejar por falta de tiempo.

Haz click en el gadget para comenzar a escuchar el podcast. Dura un poco más de 30 minutos.



¡Espero que les guste!

Oct. 10th, 2010

[info]copynpastel

Couples I

Como últimamente mis trabajos en Photoshop programas gráficos de parejas están prosperando, decidí compartir algunos con ustedes. Van de los más nuevos a los más viejos (que tenía archivados en las profundidades de mi computadora.

Dante & Prudence R.



Manon & Scotty



Clyde & Ophelia (x2)



Barty & María



Rabastan & Queenie

Sep. 28th, 2010


[info]secretadmirer

BTTP: The Podcast

¡Hola! Como habrán notado, esto no es un fic ni nada por el estilo, haha. Voy a ser lo más sencilla que pueda para explicar mi propuesta.

Me gustaría su colaboración para hacer un podcast para BTTP.





Lo que necesitaría es que me envíen por mensaje privado en el foro,
e-mail
o mensaje privado aquí es una, algunas o todas de estas cosas:

Mensajes de personaje a personaje

Dedicación de canciones de personaje a personaje

Mensajes de player a personaje o player, comentarios, etc.

Pedido de temas, si se explica la razón del tema elegido, mejor.



Si quieren colaborar grabando un mensaje (fuera, dentro, de costado de personaje, como quieran) y enviándomelo, muchísimo mejor.

Si no recibo colaboraciones obviamente no voy a molestarlos con el podcast, hahaha, entiendo si no les gusta la idea ♥

Sep. 3rd, 2010

[info]copynpastel

Autos y Dientes (II)

Si Gerald tuviese que señalar un lugar en el mundo que pareciese terreno post-apocalíptico, sería ese, sin dudarlo ni un segundo. Se abrió otro botón de la camisa arremangada, mientras se apantallaba con la mano: Que calor, por Merlín. Miró el motor del auto de nuevo, alzando una ceja y casi podía escuchar el ‘Te lo dije’ que Queenie tenía pintado en su sonrisa.
Nota mental: Cuando su novia tiene razón, tiene razón.

- ¿Seguro que no necesitas ayuda con eso, Jerry? – preguntó ella saliendo del auto al fin, mientras subía la radio, donde sonaba una más que estridente canción de Dolly Parton. Se iba a poner a cantar en tres, dos, uno…
- Seguro.

Aunque tal vez empezara a aplicar el sentido de su novia en otro momento, por que sentía como que el orgullo se caía a trozos a cada segundo que pasaban varados en ese lugar.
Queenie empezó a cantar el estribillo, mientras saltaba sobre el techo, junto a su propia hermana. Cathleen miró a la pareja con las cejas alzadas. Oh, esto no le gustaba.
La pelirroja continuó como si nada con la remera anudada a la cintura y empezó a trenzarse el cabello después de colocarse sus lentes de sol. Se dispuso a broncearse, por que ella tenía plena fe en Jerry y sus habilidades mecánicas. Habilidades no-existentes, por cierto.
Gerald alzó la cabeza y la miró, como dudando si no decirle que lo ayude, pero no. No, Gerald. Tú eres el hombre. Resuélvelo.

- Gerald, deja que te ayuden. – dijo Cath, fastidiosa, sentada sobre el techo del auto. Se quitó la remera, para quedarse en la parte superior de un bikini. Oh, por merlín, iba a deshidratarse. Empezó a secarse el sudor con la remera que se había sacado, que ya parecía pasada por agua.

Que calor que hace en Texas.

- Estoy-bien-Cathleen. – le recordó, mirando lo que él creía era el motor con ojo crítico.

Por supuesto, era un carburador.

- ¿Necesitas bronceador? – preguntó Billy Ray, pasando por detrás de él y extendiendo un pomo.
- No.
- Oh. Bien. – alzó la mirada y se recordó a sí mismo de comprar tomates para cuando esa noche Gerald sufriese severas quemaduras de sol. - ¿Cathleen?

Ella miró al texano con una ceja alzada. Sonrió, un poco coqueta de más.

- Sí, por favor. En mi espalda.
- Ya voy.

Y ahí fue el buen Billy, a colocarle bronceador sobre la espalda, acomodándose el sombrero de vaquero.
Gerald suspiró, mirando el descompuesto auto y preguntándose por qué su digitad lo abandonaba en middleofnowhere, Texas, donde su novia, el primo y su hermana podían ser testigos en primera fila de ello. Sólo había hecho ‘Puf’ y se había detenido. Así sin más.
Queenie le había dicho ‘No lleves ese auto’ cuando quiso rentarlo, pero él no tomó muy seriamente su consejo cuando ella señaló en cambio una pick up excesivamente grande para ellos cuatro.

- A las tres. – dijo Cath de repente, señalando a lo lejos, mientras volvía a jugar su juego con los texanos.

Ambos giraron la cabeza, al mismo tiempo y se quedaron mirando.

- Roca. – replicaron juntos.

Aparentemente uno de los muchos talentos de los Texanos consistía en distinguir rocas de armadillos a trescientas yardas de distancia. Talento de utilidad cuestionable, pero talento al fin. Y a Cath le gustaba ponerlo a prueba, cada tanto.
Gerald suspiró y miró el motor, con una ceja alzada. No tenía idea de qué era. Se mordió el labio inferior. Ok, ok. Tu ganas, Queenie.

- Ya deja de fingir que puedo hacerlo. – dijo, al fin, mirando a su novia pero sin dirigirse a nadie específicamente. – Ayúdame.

Queenie le ofreció una de sus grandes sonrisas americanas y se bajó del techo, para pararse junto a él. Se quedó mirando el auto con brazos cruzados durante tres milésimas de segundos.

- ¿Cuánto nos falta para llegar al rancho, primo?
- Veinte, veinticinco minutos. – preguntó alzando la cabeza y mirando la ruta como si pudiese ver la distancia que los dividía de su destino. Tal vez podía escuchar a sus otros familiares, no lo sé.
- ¿Cuánto sería eso en millas? – preguntó Gerald.
- No sé de millas, en Texas las distancias se miden en minutos. – explicó Billy Ray. - ¿Qué pasó, prima?
- Es el radiador, se sobrecalentó. – dijo ella, rascando su cabeza.
- Ah, no hay problema. Podemos llegar con agua sin quemarlo.

Queenie alzó una ceja y miró a Cath, que en ese momento se estaba bajando lo último que les quedaba de agua. Ella se quedó con el agua en la boca, con cara de pánico.

- ¡CATH!
- No hay problema. – dijo Billy Ray de nuevo, palmeándole la espalda. – Yo me encargo.

Y se bajó del techo con calma mientras se colocaba la mano en el zipper y lo bajaba, con una normalidad que sólo él y su prima tendrían en esa situación.
Diez minutos después, Gerald iba en el auto del acompañante, cara de pánico y con un trauma que, de tener terapeuta, debería estar consultando ahora mismo. Estaba incapacitado a conducir, por el horror. Era la primera vez que escuchaba que alguien hacía pis sobre un radiador para bajarle la temperatura. Y lo que lo aterrorizaba es que le sonaba que no iba a ser la última.

Sep. 2nd, 2010

[info]copynpastel

Ah, Hyde Park solo veía unos pocos días al año el sol. Por eso, cuando era un día como ese, todo Londres salía a pasear, para chupar la mayor cantidad de rayos posibles. Por eso, el parque estaba lleno de prepuberes, chicas ruidosas, parejas jóvenes con bebes y muchachos jugando fútbol. Y ellos, que no eran muy distintos, a no ser que los miraras de cerca.
Estaban sentados espalda contra espalda espalda, sobre una lona, leyendo cada uno un libro. Y a pesar de que no podrían lucir más peculiarmente diferentes, se notaba a millas que tenían pasta de pareja. Ella se movió por un segundo, corriendo su cabello hacia uno de sus hombros y él volteó, a chequear si estaba todo bien. Dos segundos después, ambos volvieron a sus libros sin proferir palabra y casi al mismo tiempo, como si lo hubiesen coordinado, ella le dio una pitada al cigarrillo y él una mordida al chocolate.
Él tosió, inevitablemente y ella giró la cabeza a mirarlo, pero como él no volteó, ella volvió a las páginas de 'El Dador', con una mueca de desagrado en la cara. Tres segundos después él alzó la mano y se acomodó su gorro tejido, para que no se saliera y pasó la página de 'Huckleberry Finn', con un poco de aburrimiento. Tres segundos después, de nuevo el chocolate y el cigarrillo. Ella tosió.

- Deja eso. - dijo él, sin voltear.
- Cállate. Leyendo. - dijo ella monosilábica y cortante. Y le dio otra pitada al cigarrillo, con una mueca de desagrado.

Él volvió a su libro, negando, antes de echar su cabeza hacia atrás, para acomodar su nuca sobre la coronilla de ella. Suspiró, con un poco de tranquilidad. Y ella gruñó, molesta.

- Lo siento. - dijo él, sin darse cuenta.

Un segundo, soltó el libro.
Dos segundos, se dio una palmada en la frente.
Cuando volteó, ella tenía una sonrisa de oreja a oreja, de las que no estaba acostumbrada. Había bajado su libro también.

- Ja. Perdiste de nuevo. - dijo, señalándolo. Oh, esa ya era la décima vez seguida.
- No, espera. - dijo él, negando.
- Las reglas son simples.
- No, no. Pero...
- No protestes. Tuviste tu chance. - estiró la mano con una sonrisa.

Él suspiró, con fastidio y trató de mirarla como para conmoverla, pero ella no era de esas. Y por más que no era especialmente obstinada, sí se preocupaba por aquellos que le importaban. Ella sonrió, alzando las cejas.
Desde hacía varios años ya que tenían ese juego. Todos los sábados debían actuar como si fueran el otro: Ella se calzaba sus demins viejos, sus remeras de groopie y borcegos y andaba todo el día fumando como chimenea y leyendo libros depresivos; él usaba gorros tejidos, miraba a la gente fijo y tarareaba canciones de Pink Floyd. De vez en cuando hasta usaba un extremadamente falso acento de Bristol y sonreía más habitualmente. El que durara más tiempo sin actuar como si mismo ganaba y el perdedor debía pagar con algo.
Prudence Ritchie siempre pedía lo mismo: Dante Vaughan metió la mano en su bolsillo y sacó un atado de cigarrillos que había comprado esa misma mañana, convencido de que iba a ganar ese día. Agh, no podía sacarse esa maldita costumbre de decir 'Lo siento' por todo. Necesitaba sus cigarrillos, por todos los Merlines.

- Huckleberry Finn es una mierda. - dijo, tratando de compensar su ira. - Y Pink Floyd es una mierda mainstream.
- Oh, madura. - dijo Prudence, con media sonrisa, a pesar de que se sentía un poco culpable.

Él entrecerró los ojos y suspiró, cruzándose de brazos. Ahora necesitaba ocupar sus manos con otra cosa. Empezó a arrancar pedazos de pasto con los dedos, mordiendo su labio inferior. Tenía treinta y cuatro años, pero bien podía actuar como si tuviese dieciséis, como cuando ella se lo había cruzado en esa casa de discos en Manchester. Todavía seguía siendo el flacuchento pecoso con pinta de dolido.
Estaba frustrado, desde hacía diez semanas que estaba perdiendo. Y no sólo le molestaba no poder fumar desde hacía diez semanas (lo cual era terrible. TERRIBLE), sino que no había podido ganar. Y esta vez estaba empecinado a hacerlo. '¿Qué quieres?' había preguntado ella unas tres semanas atrás al notar como el nivel de frustración de Dante iba creciendo progresivamente con cada derrota. 'Quiero fumar.' le había mentido. Por que aparentemente a ella y a Bea eran las únicas a las que le podía mentir en algo. 'Mentiroso. ¿Qué quieres?' había dicho ella. 'Sorpresa.' respondió él.
Se había pasado toda la semana tratando de sacárselo, pero Dante se había mantenido firme. Extrañamente firme. Así que ella terminó por dejarlo, por que ya lo descubriría, eventualmente. No iba a ganar para siempre.
Pero ahora se sentía un poco culpable. Y curiosa.

- Sabes que no tienes que ganarme para pedirme algo, ¿Cierto? - preguntó ella, alzando una ceja.

Él gruñó, dejándose caer entre ella y una cesta, labios sellados, mirando al cielo. Si iba a perder, al menos se dignaría a hacer una escena. No quería hacerlo de esta manera, no quería que fuera por lástima. Por que él había perdido. Ella seguramente diría que sí sólo de lástima.
Siempre era por lástima con Prudence.

- Y odio el chocolate. - dijo, sinceramente, por que a él le gusta la comida salada.

En realidad no lo odiaba, pero a ella le gustaba tanto que él sólo quería fastidiarla. Estiró la barra de chocolate hacia Prudence, tres segundos después, con culpa.

- Lo siento.
- Gracias. - dijo ella, amablemente tomándola.

Estiró la mano contraria y le movió el gorro tejido que se le había encimado sobre la frente, con media sonrisa. Se veía lindo tratando de ser ella.
Él no se movió, por que tarde o temprano tenía que acostumbrarse al contacto humano. Tarde o temprano debía salir de su cascarón. Bueno, aparentemente le llevó un tiempo pero ya estaba mejor.

- Sólo dilo.
- No.
- Tengo curiosidad.

Dante gruñó.

- Agh. Como quieras. - dijo ella soltando la caja de cigarrillos que había guardado. Tardó unos segundos. - Dilo.
- No. - dijo él sin tocar el atado.
- ¡Dante!
- No. Guarda eso. No quiero fumar.
- Como quieras. - dijo ella, rodando los ojos. - De todos modos sé que es.

Él alzó una ceja.

- Ajá. - dijo, incrédulo.
- Vas a proponerme matrimonio. - dijo ella, como decepcionada. Suspiró y rodó los ojos. Sí, se lo veía venir. Dante fingía que era todo frío y cero romántico, pero tanto misterio la llevaba a pensar en eso. Era una opción más que lógica.

Dante rió.

- No.

Ella lo miró.

- ¿No?
- No.

Silencio.

- ¿Seguro?
- Seguro.

Segundo silencio.

- ¿Por qué no?
- Por que el matrimonio es una institución que trata de reglamentar algo que va más allá de...
- Ya, ya. Entendí. - dijo ella, por que se acordaba los discursos de Dante de memoria. Tenía pocos y eran todos parecidos. - No te vas a proponer.
- No.
- Ja. - dijo ella, insegura de si sentirse bien o mal por ello. Después de todo, Dante era Dante. Pensar que lo iba a cambiar era ridículo.

Él la miró, frunciendo el ceño.

- ¿Tu quieres casarte?

Ella dudó.

- ¿Te estas proponiendo?
- Definitivamente no. - dijo, obstinado, pero con una sonrisa divertida. Le había dado gracia algo, aparentemente. Su novia Mainstream, quizá.

Ella alzó las cejas.

- Entonces no preguntes. - y le bajó el gorro sobre los ojos, para que aprenda. No sé qué, pero algo iba a aprender.

Tal vez estaba un poco sensible, desde la muerte de Diana. Inglaterra entera se había conmovido por ello, después de todo. Todo el mundo se estaba casando y expresando sus sentimientos y volviéndose poco británicos, a forma de catarsis. Y ahora además se estaba poniendo de moda el psicoanalísis. Sí, eso tenía que ver con sus sentimientos no tan lejanos al matrimonio.
Vivían juntos, de todos modos. Habían armado una vida. Pretendían quedarse así por tiempo indefinido (a Dante no le gustaba los para siempre, por que eran utópicos e idiotas, en su opinión). Incluso...
Un quejido interrumpió sus pensamientos y corrió su mirada hacia la cesta, al mismo tiempo que Dante se incorporaba como si el piso estuviese electrocutado. Ambos se quedaron mirando la canasta, donde una beba pecosa, de cabello oscuro y cejas pobladas volvía a dormir como si nada, después de acomodarse mejor.
Dante se quedó a la espera, como si algo más fuese a ocurrir. Siempre había sido protector, no era un secreto. Cuando no había sido con ella, era con Bea. De todos modos, no perdía oportunidad de señalarlo, lo cual Dante odiaba, por que según él, Bea y Prudence eran lo suficientemente adultas para cuidarse solas.

- Mírate, todo paternal y atento. - se burló ella.
- Cállate. - Agh. Es que nadie la protegía a ella, nadie podía ser como él había sido con Bea. Si al menos vivieran en Gales, donde Bea funcionaba como incubadora humana, estarían sus hiperactivos primos. Pero en Londres...
- Eres todo un padre modelo. ¿Dan medallas para eso?
- Basta, Prudence. - dijo él, apretando los labios.
- ¿Eso no es como... mainstream o falso o idiota? ¿No que todos aprendemos a sobrevivir?
- No tires de la cuerda, Prudence. - dijo él volviendo a acostarse como si nada, refunfuñando y molesto como siempre, mientras ahogaba el 'Lydia necesita un hermanito' que tenía preparado desde hacía diez semanas.

***
Puedes volver al lado de la luz, sweetnonsensepeople. Y deja de tirarte el cabello, lemonincest.

Sep. 1st, 2010

[info]nonsensepeople

Confesiones

-Ya lo sé todo Goulding-

Emma la miró extrañada dejando su taza de té sobre la mesa.

-¿A que te refieres?

Tracy rodó los ojos y puso una sonrisa de suficiencia en los labios.

-Tu sabes a lo que me refiero- Hizo una pausa como si esperara a que ella entendiera -Lo tuyo con Alfie- Dijo finalmente al no conseguir respuesta.

El rostro de Emma se puso pálido pero hizo un esfuerzo para sonreír.

-No sé de que estás hablando-

Volvió a tomar su taza de té y bebió un sorbo.

-No te hagas la inocente Goulding, ya no me puedes engañar-

Emma volvió a dejar la taza en la mesa, colocó sus manos juntas en su regazo y alzó la vista.

-¿Desde cuando lo sabes?- Preguntó ya sin ánimos para insistir, además, era Tracy Wayman, si ya lo sabía no había manera de hacerle cambiar de parecer.

-Desde que mi trabajo me obligó a visitar Hartfield y por casualidades de la vida me crucé con un café de segunda y los vi. Dos segundos más tarde lo besaste- Hizo una pausa -¿Quién diría que un descuido puede ocasionar esto, no?, por cierto, no creí que tu irías a un sitio como ese, ¿Tus gustos han decaído con él?- Soltó una risa burlona. Era claro que se estaba divirtiendo, controlando la situación -¿Y que pasó?, ¿Tus padres no estaban y aprovechaste y saliste con él?-

Emma trató de controlarse lo mejor que pudo.

-Eso no te interesa, Wayman-

Tracy soltó otra carcajada cargada de sarcasmo -Por supuesto que me interesa, si le voy a decir a Charlie es mejor que sepa la historia completa-

El poco color que Emma tenía en el rostro se esfumó -No le digas a Charlie, Por favor- Las palabras le salieron casi en tono de súplica.

Tracy sonrió de nuevo -No lo haré tranquila- Dijo después de unos segundos y fue como si Emma volviera a respirar.

-Gracias-

-Si, porque no vale la pena decírselo sabiendo que eso se acabará pronto- Agregó sin darle mucha importancia a lo que decía.

Emma frunció el entrecejo sin entender muy bien el punto -¿Que te hace pensar eso?-

Tracy alzó una ceja -Oh, vamos Emma, ¿Realmente piensas que eso va a durar?-

-Llevamos casi un año- Apuntó orgullosa.

-Pero, ¿Cuantas veces se han visto?, el tiempo se reduce a unos pocos meses, ¿Cierto?-

Emma guardó silencio porque tenía razón.

-Pero estamos muy bien- Soltó.

Bufó -No me estas hablando enserio, ¿Verdad?-

Emma frunció el entrecejo -Hablo muy enserio-

Sonrió -Querida, ¿Realmente crees que el te diría si algo anduviera mal?, no me hagas pensar que eres así de crédula-

Esas palabras le revolvieron el estómago -Las cosas van bien Tracy, si algo anduviera mal yo lo sentiría, ¿No crees?-

La castaña rodó los ojos -Sinceramente lo dudo, Goulding, porque solo el hecho de que quisieras algo serio con él ya deja mucho que desear en cuanto a tu percepción de las cosas-

Emma se levantó de golpe.

-¡Tu no conoces a Alfie como yo, Wayman, así que te agradezco que omitas cualquier comentario!- Le aclaró en voz alta.

Tracy rodó los ojos y con toda la tranquilidad del mundo tomó su taza de té y le dio un pequeño sorbo.

-Emma, Emma, Emma, no hace falta que te alteres, de hecho, siento que te estoy haciendo un favor-

Alzó una ceja y se cruzó de brazos -No sé que clase de favor me estás haciendo-

Tracy le dio otro sorbo al té y lo volvió a dejar sobre la mesa para enfocar toda su atención en Emma -Tu eres tan solo una niña para Alfie, Emma-

-Te equivocas- Soltó de inmediato.

-El jamás te va a decir que algo anda mal porque no va a herir a una niña indefensa-

-No sabes lo que dices-

-No hace falta contarte nada porque no se ven seguido-

-¿Qué estás insinuando con eso?-

-Él no ha cambiado, Emma-

Emma se volteó y caminó lejos de Tracy. En un punto se giró para verla.

-Tal vez tu no lo creas, pero si ha cambiado, y mucho-

Tracy negó con la cabeza en señal de desaprobación -Eso es lo que pasa cuando dejas que tu corazón piense por ti- Comentó -¿Eres tan ilusa para pensar que por ti Alfie va a cambiar su personalidad y estilo de vida?-

-No sabes lo que dices- Repitió convencida.

-Emma, tu solo eres una de muchas, ¿Que esperas?, ¿Un matrimonio?-

-No-

-¿Un novio que te dure para toda la vida?-

Vaciló -No lo sé-

Tracy soltó una carcajada burlona -Emma, por Merlín, no creo que seas tan estúpida como para pensar que él te ama.

El pulso de Emma se aceleró -Eso tu no lo sabes- Un nudo en su garganta se formó, pero debía ser fuerte, porque ella era la estaba en lo cierto, Tracy no.

-Emma, conozco a los de su clase, esos no cambian de esa forma-

-Alfie es diferente-

-No, no lo es, ¿Piensas que yo no lo conozco?, sé más de él que tú-

-Si, claro- Dijo con sarcasmo.

-Él no te ama-

-Claro que si-

-Él no va a cambiar por ti-

-Ya lo hizo-

-¡Emma, despierta!-

-¡No!-

-Debes darte cuenta que...-

-¡Cállate!- No la dejó terminar. Y antes de que Tracy se diera cuenta Emma ya había sacado su varita y le estaba apuntando justo en la nariz.

-Goulding baja eso, ambas sabemos que no vas a hacer nada-

-Podría hacerlo-

-Pero no lo harás-

-Retracta tus mentiras-

Tracy rodó los ojos, ya cansada del asunto -Emma, estás peor de lo que pensé-

-¡Retráctate!-

-No lo haré, porque no he mentido-

-Alfie me quiere y ha cambiado, ¿Por qué no puedes aceptar eso?-

-¡Porque yo me acosté con él!- Soltó finalmente.

Emma se quedó muda y sin poder evitarlo sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Lamento tener que decírtelo así, pero has ido demasiado lejos con esto, él no te amó, no te ama y nunca te amará, así de simple- Y una sonrisa casi imperceptible se dibujó en los labios de Tracy, como si estuviera orgullosa de haber terminado algo que era importante.

En ese instante, Emma la odió como no había odiado a nadie en su vida. Le apuntó en la cabeza con la varita y una lágrima rodó por su mejilla.

-Avada Kedavra-

Un destello de luz verde llenó todo el apartamento y Tracy Wayman cayó muerta en el suelo con la misma sonrisa burlona.

***

Emma se levantó jadeando y con el sudor corriéndole la espalda, la frente y la nuca. Giró la cabeza y notó que estaba sola en la cama. Se levantó algo aturdida todavía hasta la cocina en donde Alfie estaba cocinando el desayuno.

-¡Hola, dormilona!- Exclamó con su típica sonrisa perfecta.

Emma aún estaba algo conmocionada y Alfie se percató de ello.

-¿Sucede algo?- Preguntó algo preocupado.

Emma pensó por unos instantes pero luego sonrió

-Nada, solo fue un mal sueño-



FIN.

Aug. 28th, 2010

[info]copynpastel

Autobús Noctámbulo

Salió rápido de su casa, saludando a los gritos a su mamá, papá y hermano, que se habían quedado en la cocina cenando. No quería que la retuvieran por mucho tiempo, por que moría por llegar a la casa de su mejor amiga. De todos modos, se había quedado dormida, por lo que del apuro ni siquiera había chequeado su aspecto final en el espejo.
Caminó con zancadas típicas de ella, mientras sostenía con una mano su bolso (mucho más ligero de lo que debía estar, gracias a la magia) y estirando su vestido para que no le quedara corto. Seriamente, esto de ser alta tenía sus desventajas. Al llegar a la esquina, se tomó su tiempo para mirar en todas las direcciones, chequeando no tener gente mirándola. No que creyera que la gente la miraba, pero... ¡vamos! ¡Seamos sinceros! Seguramente si hubiese un chico de su edad por ahí lo haría. Ese vestido destacaba en serio sus piernas. Y además, con todos los cuidados que se daba a ella misma...
Como sea. No había moros en la costa, así que alzó la varita. No pasaron ni tres centésimas de segundo antes de que un autobus conocido se detuviese frente a ella. De la parte de atrás empezó a salir una monótona voz juvenil.

- Bienvenida al autobús noctámb... - pero el chico que apareció por detrás, dandole la bienvenida se detuvo en seco de repente. Exactamente en el segundo en que la miró. Pasaron un par de instantes antes de que cayera en cuenta de que la estaba mirando fijo. - ulo. Soy... - y se quedó mirándola, dudoso.

Joy Plucknett se sonrió a sí misma. Ya, ya, chico. Ya sabía que era atractiva, puedes dejar de mirarla. De todos modos, los chicos del autobús noctámbulo no eran su tipo. Se quedó con las cejas alzadas y media sonrisa en la cara.

- ¿Eres...? - preguntó coqueteando sólo un poco. Sólo un poco. No quiere darle muchas esperanzas.
- Mike. - dijo el chico.
- ¿Puedo subir, Mike? - preguntó ella, con una sonrisa un tanto pícara.

El chico tardó en reaccionar.

- Claro. Lo siento. - y se hizo a un lado, mientras Joy pasaba.
- Voy a Londres, por cierto. - Y le dio la dirección de la esquina de la casa de Cici.
- Oh. Claro, claro. Lo siento.

Joy se ubicó estratégicamente en una de las últimas filas: Es que el chico se sentaba adelante, no daba darle mucha charla si es que no buscaba nada con él. Se cruzó de piernas y se acomodó el cabello mientras se felicitaba a ella misma. Todos estos cuidados extra que se estaba dando daban resultado. Había dejado a Mike sin aliento.
Él pasó de largo, no sin antes darle una pequeña mirada de terror. Awn, que tieno, Mike era tímido. Joy volvió a reír para sus adentros. Tímidos eran su especialidad. Aunque, seamos sinceros: con esas piernas, ¿Quién no la miraría?
Peinarse El flequillo con ruleros y la mascarilla facial daban resultado. Su autoestima subía, así como la cantidad de miradas en Rochester. Y si en Londres, cuando saliera con su amiga, todos la miraban como Mike, sus propinas invertidas en cuidados personales no serían en vano. Alzó la mirada y notó que el chico del noctámbulo la miraba de vuelta. En cuanto se cruzaron sus ojos, él bajó la mirada.
Joy se le quedó mirando, por un par de segundos. Mh, no era tan feo. Era como adorable, si le restamos sus granos y un lunar feo que tenía en el cuello. Y la expresión de pánico por supuesto.

No, Joy. Tu puedes hacer mejor que eso.

Pero en cuanto alzó la mirada, Mike la miraba de nuevo y ella se sonrió divertida. ¿Quién diría que una fea pasta verde la haría toda una rompecorazones? Giró la cabeza hacia la ventana, para no tentarse a sonreirle o guiñarle un ojo. No podía ser tan cruel, ella no era Sebedward, que andaba flirteando por ahí para divertirse y dejar corazones rotos tras su andar.

No, Joy. Concentrate.

Giró los ojos, casi por default. Mike la miraba de nuevo. Ok, en serio no era feo.
Los autos junto a la ventana pasaban rápido. Tan rápido como se terminaba su chance de flirtear con Mike. Ladeó la boca y tamborileó sus dedos, indecisa. No, no, no. A ella no le interesaba. Basta de pensar idioteces.
Pero al volver a mirarlo, de vuelta la miraba. Corrió la mirada, tomando un color morado levemente adorable. Joy sonrió y se pasó los dedos por las puntas del cabello, nerviosa.

Bueno, bueno. Hazlo. Pero solo por esta vez.

Se aclaró la garganta y lo miró, alzando una ceja con la mirada provocativa. O lo que ella creía que era una mirada provocativa. Sin embargo, el morado Mike no la miraba de nuevo. Se aclaró la garganta, en pos de llamar su atención, pero no pareció funcionar.
Por cierto, desde ese ángulo no se veía su feo lunar, por lo que sumaba bastante puntos.
Joy volvió a carraspear, cruzando sus piernas sensualmente. Mike miró de reojo y tomó un tierno color remolacha.

Oh, sí. Sabes que lo quieres, Mike. Finge que eres interesante.

Alzando las cejas, Joy miró por la ventana y giró levemente la barbilla hacia el techo, haciendo gala de su largo y blanco cuello. Sí, Mike se acercaría en cualquier segundo. Pobre, es que era tímido. Vamos, ¿Quién podría decirle que no a una sugerente Joy Plucknett?
Giró los ojos, ansiosa. Mike no se movía. Sí, sólo estaba haciendo tiempo.
Cruzó las piernas al otro lado, con un movimiento tan premeditado que dejaría en ridículo a Sharon Stone en Bajos Instintos. Tardó tres segundos en chequear. Nada.

Siempre los tímidos, siempre los tímidos.

Rodó los ojos, molesta y suspiró.

Sólo olvídalo.

Y relajó su postura, echándole una mirada final a Mike. Volvió a la original, al notar que caminaba hacia ella, rascándose la nuca. La miró por un segundo, pero al ver que ella lo miraba de nuevo, bajó la cabeza. Todavía no recuperaba su color.
Joy se sonrió. Tarde, pero seguro.

- Uhm. - el chico carraspeó

Joy alzó las cejas y la mirada.

- Hola. - dijo, con una sonrisa que gritaba 'Disponible'
- Uhm. Hola.
- Dime... - dudó. - Mike.

El chico carraspeó, nervioso, y se rascó la mejilla.

- Es solo que...
- ¿Sí?
- Quería decir que tienes... - Se señaló la cabeza
- ¿Ajá?

Mike abrió la boca para decir algo, pero un segundo después el autobús se detuvo tan abrupto como nunca y el chico cayó sobre sus rodillas, de la sorpresa. El conductor gritó la dirección de la esquina de Ciara.
Joy miró por la ventana.

- Oh, mira nada más - Mierda. No era tan feo. - Llegué.

Mike se puso de pie, al mismo tiempo que Joy risitas ricitos de oro y cerró la boca.

- Espero que haya tenido un buen viaje en el autobús noctámbulo. - dijo, automáticamente, con un poco de nerviosismo.
- Pudo haber sido mejor. - dijo Joy, frunciendo la nariz. No hubiese funcionado, de todos modos. - Nos vemos en un mes.

Y guiñó un ojo, antes de salir del bus.
Al voltear, Joy pudo distinguir algo así como una mirada de horror de Mike. Tampoco para tanto Suspiró, riendo, como si no estuviese enterada de sus propios y evidentemente obvios encantos, antes de caminar hasta la puerta de la casa de su mejor amiga. Tocó el timbre, riendo para ella por su boast de autoestima. Gracias, Mike
Tres segundos después, Cici abrió la puerta, más que alegre, como era habitual.

- ¡Hola, amiga! - dijo Joy, arrojándose contra ella para abrazarla.

Pero Ciara no le devolvió el abrazo. Joy frunció el ceño.

- ¿Qué pasa, Ci?

Ciara la miró, ceñuda y con los ojos entrecerrados.

- Uhm... - dudó. - ¿Qué tienes en el rostro? - y medio que se rió, nerviosa.

Joy alzó las cejas y se llevó la mano a la mejilla. Y al voltear a un espejo en el hall de la casa de su amiga se quedó pasmada frente al reflejo de una rubia de pote extremadamente alta, enfundada en un vestido más que corto que hacía ver sus piernas alucinantes. Y de accesorio, el rostro untado de una fea crema verde y un rulero enrollado en el flequillo que había olvidado quitar en Rochester.

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Comedy is back. Almost.

Aug. 23rd, 2010

[info]copynpastel

Frunció la nariz al tocar la manija de la puerta y empujó, con un poco de asco. Ugh, odiaba ensuciarse, por todos los Merlines. Jamás te hubiese pasado esto si escucharas a... No. No, no. Mejor ni siquiera pensarlo.
Entró a la casona abandonada en las afueras de Londres mirando alrededor, tratando de distinguir figuras entre las penumbras, el humo y el impactante y avasallador olor a decadencia que había ahí adentro. Distinguió unos ojos observándola a dos metros de distancia, pero no eran los de él, por que tras unos segundos la voz de esa figura la invitó a acercarse. No era él, no era su voz. Miró alrededor y caminó cuidando sus pasos por un sinfín de mugre, objetos rotos y restos de lo que era una casa pintoresca ocupada por... ellos.
Debería haberlo sabido. No, rectifico: Debería haber escuchado. Por que de no haberse interesado en él, tan lejano e imposible, jamás se hubiese metido en ese portal al infierno.

***

Lo reconocería a kilómetros de distancia, por su inconfundible charme de chico malo y dolido. Aun cuando había tanta gente a su alrededor, él no perdería esa desgarbada postura y esa expresión de 'No me importa lo que pienses de mi'. Avanzó por el mugriento pub, estirando su ropa, e insegura de lo que fuese a decir.
Y lo único que salió, al pararse a su lado sin que él siquiera la note (tan distraído como siempre, mirando una banda de mala muerte) fue un horroroso: - Dame un cigarrillo, Vaughan.

***

- ¿Dante? - preguntó agachándose, mientras echaba su cabello hacia atrás de sus orejas aproximándose a un joven excesivamente delgado y alto y de cabello claro. Estaba a contraluz, no veía bien.

El muchacho la miró de vuelta, pero tampoco era Dante.

- ¡Danny! - exclamó el chico, sin camisa, rascándose el hombro con la misma mano con la que sostenía un cigarrillo de dudosa procedencia.

Cerró sus ojos, tratando de no sentir el olor que emanaba, pero era inútil. Estaba tratando de no ver lo mal que estaba todo esto, pero era en vano. Por que ella sabía que Dante estaba ahí para hacer una sola cosa: Caer más profundo en ese pozo de autodestrucción que él mismo (y el destino) lo habían mandado a cavar.
En cierto modo, no lo culpaba. No podía hacerlo, en primera por que entendía. En segunda, por que lo quería. Y no era humillante decirlo, por que él necesitaba alguien que lo quiera. Ahora, que quisiera era algo totalmente distinto.

- No me llamo Danny. - dijo una voz rasposa, desde cerca de una ventana, al otro lado del salón.

Ella volteó y suspiró, con eterna calma. Oh, gracias a todos los santos. Estaba ahí. Escuchar su voz fue un bálsamo.

- Es tu novia de nuevo. - le dijo el tipo cerca de ella, sin reparar en mirarla demasiado.

Dante gruñó, para variar. No era su novia.

***

- No. No te lo voy a permitir. - dijo él, tomándola del antebrazo.
- Suéltame, Edward. - dijo zafándose un grito que lo hizo dar un paso atrás mirándola con horror. - Dante me necesita.
- ¡De todos los hombres que pudiste elegir te quedas con...!
- Sólo cállate. - dijo ella, frunciendo el ceño. - Cállate.

Y dio media vuelta, cerrando con un portazo lo que había sido la relación más larga y querida que había tenido.

***

Estiró la mano, para tocarle la mejilla y hacer que la mire. Lucía destruído, pero relativamente mejor de lo que esperaba. Se le llenaron los ojos de lágrimas, no supo si fue de alegría, por encontrarlo, o de tristeza, por su estado.

- Vete. - le dijo él, tras mirarla por un segundo, volviendo a la ventana.
- Vienes conmigo. Hay que volver a casa. - Y acarició su mejilla, esperando que él no se apartara.

No lo hizo, pero suspiró, con culpa cerrando los ojos. Tenía un cigarrillo en su mano, uno legal. Dio una pitada larga, llena de necesidad y angustia. Su mano le temblaba un poco.

- Vamos, Dante. - dijo ella, aferrándose a su destruido cárdigan. - Te busqué por todos lados, no me hagas volver sola.

Él cerró los ojos y se pasó la mano por la frente, secándose unas gotas de sudor frío, sin responder.

- Lo siento. - respondió tras unos segundos. - No quiero.

Apretó sus labios con angustia.

- No me dejes, por favor. ¿No me amas?

Y Dante no supo qué responder.

***

Lavaba los trastes con excesiva fuerza, pero no se dio cuenta hasta que rompió una taza. Él, que secaba con su calma habitual, la miró, alzando las cejas. ¿Le pasaba algo?

- ¿Estas bien?
- ¿Por qué vino Meghan? - preguntó ella, frunciendo el ceño. - Tu sabes que...
- Lo siento. - respondió Dante, sin dejarla terminar.

Tomó la taza y la reparó, con ayuda de su varita. Sabía que Meghan siempre levantaba polemicas. Era su amiga, pero ella ni siquiera podía escuchar su nombre. No la culpaba de todos modos, por que la comprendía.
Se comprendían uno al otro, pero aún así hacían su voluntad.

***

- Dan, ¿No me amas? - preguntó de nuevo, con las lágrimas precipitándose por sus mejillas.
- No seas así, Lana. - dijo él, volteando la cabeza. Le dio una pitada más a su cigarrillo, y más que nunca ella supo que había que devolverlo a casa. - No puedo.

Ella estiró la mano, con una sonrisa. El sonido de su nombre en la voz de Dante hizo que sonriese.

- Sé que es difícil.

Y el calló, por que es cierto que ella sabía.

- Es mi culpa.
- Dante, no es tu culpa. Fueron los mortíf...
- No me refiero a eso. Hablo de Edward. - Negó con la cabeza. No quería escucharlo. No podía. Él debería haber estado ahí. Jamás debería haber permitido que Bea fuera parte de la Orden del Fénix. - Vuelve con él.

Ella negó con la cabeza.

***

Era la primera vez que lo veía así. Era la primera vez que creía que había un sentimiento claro en la expresión de Dante. Estaba llorando desconsoladamente, ahogándose con sus propias lágrimas mientras dos desconocidos le decían que lo sentían.
Sin embargo, en sus expresiones no había nada como en la de Dante. Estaba muriendo ahí sentado,aferrando un papel entre sus dedos.

'Muerta en acción'

¿Se suponía que se sentía mejor por que había muerto como heroína? Por que no era así.

***

- Ed está bien. Yo no lo estoy sin ti. - rodó Lana.

Dante sonrió repentinamente, negando con la cabeza.

- Vete.

Ella no lo necesitaba a él. Él necesitaba a Lana y jamás sería de la otra manera. Y lo peor es que jamás sería suficiente, por que sin Bea, tampoco estaba bien. ¿Qué iba a hacer? ¿Volver con Lana y ser lo poco que quedaba sin su hermana?
Lana merecía algo más. Todo el que lo conociera necesitaba más. Y él jamás lo había dado.
Sin embargo, ella no se movió, todavía aferrada a su ropa.

- No te amo, Lana. - insistió en un murmullo poco creíble.

Y ella sonrió, negando.

- Eres un pésimo mentiroso. - Y ella sabia de mentiras y manipulaciones. - No me voy sin ti. - Y bajó por su brazo para entrelazar sus dedos con los de él.

Aún a través de la ropa, pudo sentir como la piel se le ponía de gallina, al contacto. Jamás iba a cambiar. Sin embargo, él, con su horroroso poco talento para mentir, le aseguraba que no era repulsión, sino más bien alivio.
Sintió el anillo frío, sobre su dedo y sonrió.

- ¿Te vas a ir con tu novia, Danny? - preguntó el drogadicto tras ellos. El segundo. - ¿Cuándo vuelves?
- No me llamo Danny. - insistió, Dante, dándole una última pitada a su cigarrillo. - Y no es mi novia.
- Y no volverás. - completó Lana, tocando su hombro. - Podemos salir de esto.

Él la miró frunciendo el ceño y preguntándose de donde diablos sacaba ella tanta confianza en él. No mentía, ella era una cabeza dura y cuando quería algo, no había nada que la detuviera. Él era la prueba (casi) viviente de ello.
Pero demasiada fe era idiota.

- No quiero salir de esto. - dijo, apagando su cigarrillo y arremangándose, por que empezaba a tener calor. Se secó con el dorso de la mano el sudor frío sobre su frente.

Quitó su brazo y trató de dar un paso hacia atrás, pero se tambaleó y cayó al suelo sentado. Sus ojos verdes eran casi indistinguibles incluso ahora, que estaba de frente a la luz. Sus flacuchos brazos parecían magullados por las marcas de agujas en su piel.
Dante la miró con culpa y se bajó las mangas. Ella no debería haber visto eso.

- ¿Quieres dejarme sola? - preguntó ella, con su natural expresión de borrego.
Él negó con la cabeza. - Vuelve con Edward.
- Ed es mi hermano. Ed tiene su familia. Tu eres la mía.

Dante suspiró y la miró, entrecerrando los ojos. Lo estaba convenciendo. No quería eso.

- Vamos a casa.
- Esta en casa. - dijo el otro tipo, desde su rincón. - Dile, Danny.

Dante cerró los ojos y se rascó la nuca. Apoyó sus manos en el piso y suspiró.

- No me llamo Danny. - insistió, poniéndose de pie. Se incorporó sobre Lana y le dio un beso en la frente, que hizo que su corazón se volviese a llenar de esperanza.

Podía quitarse a si mismo, pero jamás iba a quitarle la casa. Ella lo había dejado todo por él. Y aun lo dejaba todo, cuando nunca iba a merecerlo.
A su espalda, el drogadicto rió.

- Estarás de vuelta en unos días.

Y a pesar de que él estuviese más lejos de la realidad que Lana y Dante, era claramente el que tenía más razón.

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//Nota: Ya sé que prometí que no más drama, pero no me pude resistir.//

Aug. 6th, 2010

[info]copynpastel

- ¡ME AHOGO, ME AHOGO! - gritó, histérica, apantallándose con las manos mientras que su primera dama (que casualmente era un hombre) la ayudaba a que el aire llegara hasta ella.
- ¡No sudes! - le rogó él, como si pudiese controlarlo. - ¡Arruinarás el vestido!

Continuó moviendo las manos, tratando de que su cabello oscuro no se desordenara por un estúpido ahogo psicológico. Los ataques de pánicos eran tan poco glamorosos. La puerta se abrió y por ella entró una menuda mujer pelirroja, de expresión seria.

- Hay que ponerle el velo. - dijo trayendo con ella el tul y colocándolo sobre la cabeza de su (sorprendentemente) amiga.
- Noelle, se está ahogando. - le explicó Ollie lentamente, como si tuviese tres años.

Miró a la pelirroja ir y venir por una pequeña habitación de la capilla donde la novia se preparaba antes de su entrada con sorpresa, por que a pesar de que jamás la había visto perder la compostura, parecía una profesional en el asunto de preparación para la boda. La pobre santa debía soñar con esto todas las noches.

- Claro que se está ahogando. – asumió. - Es una francesa pecadora. Tardará unos segundos antes de normalizarse.

Ollie Newton levantó tanto sus cejas que bien podría haberse corrido la base que tenía sobre la cara para mejorar aun más el aspecto de su piel. Noelle jamás pararía con eso de los pecados y el infierno, ¿cierto?
Que fea manera de torturarse de por vida que era la religión. Los ateos tenían menos arrugas.

- Que no te extrañe si ardes en llamas también. - prosiguió, con la normalidad que se anuncia el clima. - Te aprecio, Oliver, pero tu estilo de vida es...
- Cállate, por favor. - dijo Ollie alzando la mano. Basta de tragedia por un rato, hora de concentrarse en la novia que aún parecía a punto de desmayarse.
- No me calles en la casa de Dios. Mary Lois, haz algo. - dijo, volviendo el velo lo más pomposo posible.
- Noelle, no me siento del todo bien... - dijo Manon dentro de su vestido de novia, tratando de recordar por qué se había dejado convencer por Noelle para hacer esto.

¿Desde cuando ella se quería casar por iglesia? Oh, sí. Desde que Ollie había implicado lo glamoroso que era usar vestido de novia y que no importaba si no creía en Dios siempre y cuando tuviese una hermosa ceremonia. Secretamente, Manon sospechaba que lo único que Ollie buscaba era padrinos borrachos, pero la idea de una fiesta para conmemorar su unión con su prometido no sonaba del todo mal.

- No te estarás acobardando, Mary Lois, ¿Cierto? - preguntó Noelle.
- No, sólo... Estoy un poco nerviosa. - respondió Manon, abanicándose persistentemente
- No te preocupes, el Señor te perdonará los pecados. - la consoló.
- Está nerviosa por el casamiento, no por sus pecados. - aclaró, Ollie, rodando los ojos con el dramatismo que lo caracterizaba.
- Tu por que estás lleno de ellos y te irás al infierno. - declaró Noelle, con su imbatible lógica.
- ¿Qué tiene de maravilloso este Señor tuyo, Noelle? En el cielo lo único que usan son túnicas y sandalias. – alzó los hombros. – Hello? La moda hippie terminó hace dos décadas.

Noelle lo miró con desagrado y Ollie le respondió del mismo modo. Jamás se llevarían bien, no importando cuanto lo desearan.

- Necesito aire. - dijo Manon poniéndose de pie de repente y sacando la cabeza por la ventana. Basta de escuchar dramas, por favor.

Inhaló mucho aire, llenando su ya de por sí grandioso pecho.
¿Por que se estaba casando? O mejor aún, ¿Por qué con Duncan? ¡Se habían odiado desde niños! ¿Qué es lo que había cambiado tanto, por el amor a Merlín? Y tendría que estar con él todos los días. Soportar todos los pequeños defectos que ahora encontraba tan... tan... irresistibles.
Idiota Duncan. Su idiota Duncan.
Se puso en puntas, sacando medio torso por la abertura de la ventana, como si esto le permitiese respirar mejor. Tal vez Noelle sí tuviese razón y se ahogaba por que era una Iglesia. Sí, no tenía nada que ver con el miedo antes de la boda, claro que no.

- ¡MANON! ¡EL VESTIDO! - dijo Ollie tomándola de la cintura. - ¡NO TE APOYES EN LA VENTANA!
- ¡ESTA ESCAPANDO! ¡ESTA ESCAPANDO! - exclamó Noelle, alarmada. - ¡No escapes de la dicha de pertenecer al Reino de Dios! - Y la tomó de la cintura también, tirando.
- Metete, Manny.

Oh. Podía escapar aún. Estaba a tiempo.
Podía huir. Podía volver a Francia y vivir con el odio de Duncan de por vida. Había sido así durante tantos años que no creía que hubiese mucha diferencia ahora.

- ¡MARY LOIS! - la llamó Noelle desde adentro.

¿Podía vivir con el odio de Duncan? Claro que sí. ¿Quería vivir con el odio de Duncan? Ja. Eso era otro asunto.
La respuesta era no. No quería vivir con el odio de Duncan. Quería vivir con él.

- Está bien, está bien. - dijo ella, rodando los ojos, vencida.

Trató de volver atrás, pero no pudo moverse, quedando colgada de la ventana. Se había atorado el vestido, a la altura del escote. Oh ironía. Sus tetas atacan de nuevo.

- Oh, Mierda. - dijo Manon.
- Cuida tu vocabulario en la casa del Señor.
- Lo siento. – dijo, rodando los ojos – Pero estoy atorada.
- ¡¿Cómo que se...?! – Ollie intentó tirar, pero casi no hizo nada, por miedo a rasgar la tela. – Noelle, dile a tu Señor que la baje.
- ¡OLLIE! ¡SÓLO BAJAME!
- ¡Pero mi vestido…! - Dijo Ollie dramáticamente, como si le perteneciera por haberlo diseñado.
- ¿Tú lo hiciste?
- Lo diseñé. - comentó con orgullo.
- Oh, por eso se atoró. Es aún peor de lo que pensé - dijo Noelle, negando con la cabeza.
- ¿De qué hablas? Es un modelo bellísimo.
- Está maldito por tus pecados desde antes de ser cocido, no tiene ni una chance de ser aprobado por Dios. Las pruebas están a la vista, la atoró en la ventana por que no acepta que se case en él.
- ¿Me estás diciendo que...?
- Ya me oíste, Oliver.
- ¡Que no se te ocurra...!
- ¿Disculpen? - gritó Manon, deteniendo la pelea. - ¡Novia atascada en la ventana!

De repente, entre el barullo por el vestido, la ventana y la pelea acerca de creencias religiosas, se escuchó una risa tranquila, como de quien observa desde afuera una comedia. Noelle y Ollie giraron la cabeza y observaron a un pelirrojo altísimo apoyado sobre el marco de la puerta con su túnica de primera categoría y su aire de yo soy mucho mejor que tú. Scotty Popper parecía llevar horas en esa calculada posición.
Por un segundo, los tres se congelaron, mirándolo.

- No se puede... - empezó Noelle, con toda la intención de echarlo.
- Cállate, St. Marcus. - dijo Scotty avanzando y moviendo las manos, para que le dejaran paso detrás de Manon.

Los dos le abrieron camino, pero no entendieron muy bien por qué. Scotty solía ordenar cosas y que la gente lo obedeciera, por pura costumbre de la secundaria.

- Hey, Mann.
- Sácame de aquí. - pidió ella.
- Dame un segundo. - contestó él, tirando de la tela para soltarla. Tres segundos después, con mucha más calma que los otros acompañantes de Manon, la bajó al piso.

La novia volteó, apoyando las manos sobre su pecho, para chequear que todo estuviese bajo control. Sí, no se veía nada indebido. Esto de las tetas grandes apestaba con vestidos de escote promiente y ventanas mal intencionadas.
Se dejó caer sobre la silla, suspirando un sincero 'Gracias, Scott' y se pasó las manos por la cara, nerviosa. Oh, Merlín. ¿Por qué se estaba poniendo tan nerviosa? ¿No se supone que los momentos antes a casarse eran tranquilos y trascendentales para la novia?
Se suponía que no, ella miraba comedias románticas y había muchos desastres antes de las bodas. Si las películas románticas lo aseguraban, ella tenía que estar de acuerdo.

- Noelle, tenemos asuntos que resolver afuera. - dijo Oliver rápidamente, notando que cuatro eran más que multitud.

Cinco si contamos a Dios.
Manon miró a Noelle y Ollie. Damas de honor dramáticas y escandalosas, check.

- ¿Qué? Nada de eso. Yo no tengo que...
- Noelle, o me haces caso o llamo a mis amigos.

La pelirroja dudó.

- ¿Tus amigos son como tú? - preguntó, alzando las cejas y apoyando las manos sobre la cadera de su horroroso vestido. Vestidos de dama de honor ridículamente sosos, check.
- Peores. – aseguró Ollie, alzando las cejas.

Noelle miró a Scotty y luego a Ollie, mientras que Manon seguía chequeando todas los clichés de las bodas. Capilla adorable, check. Novio en el altar, pret check. Algo nuevo, el vestido. Algo azul, su sostén. Algo prestado, el velo de la mamá de Noelle. Algo viejo… Miró a Scotty, que la miró de vuelta.
Algo viejo, su ex novio. No, momento. Eso estaba mal. El ex no es una pertenencia.
Oh, algo viejo, el rouge que traía, tan rojo como siempre.
Noelle finalmente se decidió.

- Tienes cinco minutos, Popper. Ni uno más, ni uno menos. A Dios no le gusta la impuntualidad. - arrojó, siguiendo a Oliver fuera de la habitación.

Manon sintió que los pulmones se le llenaban de aire de nuevo, ahora que Scotty estaba ahí. Suspiró un par de veces más, como si su respiración volviese a la normalidad.

- No me extraña que no respires. Luces como un merengue. - observó él.
- ¿Por lo dulce?
- Por lo grande. - respondió él, poniéndose de cuclillas frente a ella y levantándole el velo, con una sonrisa malvada.
- Idiota. - dijo ella, golpeándolo en el pecho. - Estoy al borde de un ataque de nervios.
- ¿Al borde de ser tu misma?
- ¡BASTA!
- Esa es la palabra. Luces basta.
- ¡SCOTTY! - gruñó Manon apretando los dientes.

Él rió y se cruzó de brazos.

- Sólo cálmate. Es un trámite: Llevas años caminando hacia esto. Sólo termínalo.

Manon alzó las cejas, como si no entendiese lo que le decía.

- Es un trámite con alguien en quién ni siquiera crees, Manon.
- Sí creo en Duncan.
- Me refiero a Dios.
- Oh. Sí. No sé cómo terminé en este lugar. - dijo ella, poniéndose de pie y mirándose al espejo, toda preparada en su pomposo vestido de novia. Check.

Tras unos segundos, rió. Estiró el velo hacia atrás, mirándose más atentamente.

- Oh, Merlín. Sí me veo como un merengue.
- No seas crédula. Los merengues no tienen tan buenas tetas.

Manon volteó y lo miró, ofendida.

- Deja. de. mirar. mis. tetas.
- Deja de tenerlas tan a la vista.
- Duncan te matará.
- Uh. Mira como tiemblo. - dijo, agitando sus manos.

Manon rió, bajando la cabeza.

- Idiota.
- No, Scotty. - dijo señalándose.

Se miraron durante un segundo, ambos sonrientes y en silencio.
Manon tuvo la sensación que éste era el momento en que en las películas románticas los ex tenían un repentino brote de adrenalina y se besaban, haciendo resurgir todos esos sentimientos que habían mantenido ocultos desde hacía tanto tiempo. Este era el momento de ponerse idiota y hormonal: La boda de la chica, su boda. Este era el momento en que la novia duda de su amor por el novio y se va con el otro. Aún cuando su prometido estaba esperándola en el altar. Sí había un momento para escapar de esta pesadilla, era este.
Sonrió, avanzando hacia él y mirándolo fijo. Él alzó las cejas, desafiante. Ella le empujó la cabeza, juguetona. Le gustaba maltratarlo.

- Auch. – se quejó él, quisquilloso.

Manon rió.
Por fin estaba respirando con normalidad y volvió al espejo. No, claro que no engañaría a Duncan para irse con Scotty. Eso no iría a ocurrir. Ellos no querían eso. Ninguno de ellos.

- Siempre serás un idiota más para mi.
- Lo tendré en cuenta. - contestó Scotty, poniéndose de pie y camniando hacia ella con parcimonia. Le bajó el velo. - Iré a buscar a tus amigos, St. Marcus debe estar por tener una crisis.
- Bien. - dijo Manon, que extrañamente ya se sentía mejor, a pesar de que no habían pasado ni tres minutos.

Él pasó junto a ella, apenas rozándola con su aire de eterna superioridad.
Viendo a Scotty ahí, tan arreglado y mal comportado, como de costumbre, se sintió mucho más segura de todo lo que iba a suceder como debía. Como el destino decía que tenía que ocurrir.
Lo observó retirarse unos pasos, con media sonrisa.

- Scott.

Él volteó, rápidamente, alzando las cejas, como si ella hubiese tirado una soga.

- Gracias.

Scotty tardó unos segundos en sonreír ampliamente antes de salir por la puerta, como si nada. Tras ella, se llevó las manos al rostro y se pasó los dedos por el cabello, con frustración.
Él si sentía la necesidad de que ella huyera con él. Él no quería ser un idiota más. Quería ser su idiota.
Ex novio arrepentido, check.

Jul. 27th, 2010


[info]ilovekermit

El problema con las plumas que usaba en el mundo mágico era que no podía morder el tapón cuando quería masticar una idea. Vale, de poder, podría, pero ya lo había probado y descubrió por las malas que el sabor de las plumas no era lo que se dice apetitoso. Kyle estaba sentado a su lado en una de las mesas de la sala común. Tenía una expresión seria en el rostro mientras escribía. Kerry suspiró. Probablemente terminaría el trabajo antes que ella. Concéntrate. Esto es fácil. La tensión en las relaciones entre magos y centauros durante el siglo XVI llevó a la creación de un... Kyle detuvo súbitamente su pluma y se giró hacia ella haciendo una mueca con los labios.
-¿Sabes qué estaba pensando? -preguntó retóricamente, estaba enterado de que no leía mentes-. Si tu nombre fuera Kerry Olivier, tus iniciales serían K. O. Como en knockout -reveló, enarcando las cejas.
Kerry lo miró en silencio. Estás de broma. Era consciente de que contaba con sólo un par de segundos para reaccionar con naturalidad, pero la había tomado por sorpresa. ¿Si tu nombre fuera Kerry Olivier? El pulso se le aceleró. Ok, respira. No te freakees. No quiso decir eso, hizo un chiste. No significa nada. Y si te freakeas, se va a dar cuenta de que lo entendiste mal, y entonces él se va a freakear, va a pensar que eres una loca que se imagina cosas raras. Y no es así, yo no me imaginé nada. Contesta ya.
-Tú te llamas Kyle Olivier. Tus iniciales son K. O. -señaló, riéndose por lo bajo. Él frunció el ceño por un momento antes de sonreír.
-Es verdad, ¡ja!
Ella puso los ojos en blanco, le dio un beso en la mejilla y retornó su atención a su tarea, igual que él. Sus latidos se estabilizaron poco a poco.

-¡Rayos! -exclamó pasados unos minutos, cuando sintió que la pluma cedía entre sus dedos. Se había roto. Favor de anotar eso como otro problema. La dejó a un lado, sobre un bollo de pergamino previamente desechado, chorreando tinta.
-Traigo una extra en la mochila -ofreció Kyle mientras inspeccionaba que el trabajo de ella no hubiese quedado arruinado.
-Está bien, de todas formas tengo que ir al baño -respondió, mostrándole la mano y la manga de su túnica-. Ya vuelvo.
Kyle la miró alejarse y sonrió. Kerry no se había freakeado.

El trámite en el baño de la habitación de chicas fue breve. Su mano había quedado como si nada, la túnica tendría que hacerla lavar. Se dirigió a la puerta, pero al pasar junto a su cama se detuvo. Miró a su alrededor, estaba sola, de modo que se arrodilló frente a su baúl y lo abrió despacio, como si ahí dentro mantuviera algo que podría escapar si lo hiciera con brusquedad. Buscó en el fondo, debajo de todas las cosas que nunca necesitaba, pero simplemente no podía dejar en casa. Cuando la encontró, se aseguró otra vez de que no hubiese nadie más en el cuarto y pasó la mirada a la foto.
Un chico de cabello oscuro saludaba desde los terrenos del colegio. A su lado, su propia imagen de catorce años le hacía caras y mostraba la lengua. El chico tenía su brazo izquierdo sobre sus hombros, y cada tanto ejercía presión, acercándola a sí mismo.

-¿Sabes qué estaba pensando? -preguntó Phillip desde la silla de al lado. Estaban sentados en una mesa de la biblioteca, él haciendo tarea, ella perdiendo el tiempo, dibujando tonterías en los espacios en blanco de sus apuntes de Historia. Se suponía que estaba estudiando.
-Ni idea.
-Estaba pensando que si tu nombre fuera Kerry Colbert, tus iniciales serían K. C. Y la gente podría llamarte así, K. C.
Kerry lo miró como si sospechara que se había golpeado la cabeza contra un estante y se le había zafado un tornillo.
-¿K. C.?
-Uh huh.
-Tú eres Phillip Colbert, ¿debería llamarte P. C.?
-¿Por qué no?
Frunció el ceño, sonriendo, pero muy poco convencida por la idea.
-Y la gente nos llamaría P. C. y K. C., ¿no? -asumió, tratando de hacerle notar lo ridículo que sonaba. Él no se rió, sólo la miró con los labios apenas curvados hacia arriba.
-No. La gente nos llamaría los Colbert.

Devolvió la foto al baúl, nuevamente debajo de todas las cosas que jamás sacaba, tomó una de sus plumas de reserva, y cerró sin hacer ruido. Después se apresuró a salir de la habitación para regresar con Kyle.



Nota: Perdón por las libertades tomadas con personajes ajenos.

Jul. 25th, 2010


[info]julieolivier

Dolor de madre

Apoyada en el marco de la puerta, la mujer miraba hacia afuera con profunda tristeza. Su niñito de once años estaba sentado al final de la escalinata de entrada, a unos quince metros de ella. Se le estrujaba el corazón al ver esa ansiosa y diminuta espaldita, que pronto comenzaría a desarrollarse normalmente. Demasiado normalmente.

Su marido apareció detrás de ella, abrazándola por la cintura y dándole un breve beso en la mejilla.

-¿Nada aún? -, le preguntó en voz baja. Ella negó, bajando la cabeza para enjugar disimuladamente las lágrimas que insistían en caer. Levantó la vista y sonrió hacia su hijo.

-Argi... -, lo llamó dulcemente subiendo la voz para que él la escuche. Es inútil hijo, ven adentro, pensó sin tener el coraje para hablar.

Argus giró la cabeza, agitando una mano para saludarla, y le dedicó una inmensa sonrisa antes de darse vuelta de nuevo.

Y quedarse sentado con su gorrito de cumpleaños, esperando esa carta que nunca llegaría para él.


(Nota: Este es un mini fic viejo, quizás tenga poco que ver con el foro, pero quería postearlo igual porque hace mucho que no subo nada :P)

Jun. 1st, 2010

[info]copynpastel

1996 - La venganza

- ¡...Deja de gritar!
- ¡Ya cállate!
- ¡Dije que...!
- ¡AYUDA!
- ¡Me estas partiendo los tímpanos!
- ¡Cuando te salve la vida, creo que podrás dispensar tus tímpanos!
- ¿¡Salvarme?! ¿¡A mi?! - dijo la primera voz - ¡No puedes salvarte ni de ti misma...!

Se frotó las sienes con impaciencia, mientras las observaba en silencio, sentado a unos metros, oculto por las sombras. De todas sus ideas malas, sin duda esta tenía que ser la peor. ¿Qué, en todo este enorme mundo, lo había hecho pensar que reunir a estas dos iba a hacerlo sentir mejor?
Demente tenía que estar. Culpen a Azkaban, no a condiciónes preexistentes.

- ...¡Y apestas a colonia barata!
- ¡Ni siquiera uso colonia!
- ¡Ese es el punto!

Dieciseis años. Había pasado dieciseis años encerrado en una celda. Siempre había pensado de que su vida sería mejor de esa manera, dedicandose a dormir y comer en períodos regulares de tiempo, sin nada de obligaciones. Sin nadie que lo jodiera. Y sin embargo, se dio cuenta luego de los primeros meses que se había equivocado: Cuando los dementores finalmente habían vaciado su alma con los pocos recuerdos bellos de su vida (Cosas como los planes adolescentes con Barty, sus encuentros con Kitty) lo único que le quedaba...

- ¡Y ese estúpido acento! ¡Vives en Inglaterra desde hace más de veinte años! ¿Podrías, por favor, perder ese estúpido acento?
- Lo perderé el día que tu pierdas el palo que tienes metido en el trasero, Rebitchie.

Era eso.
Los gritos desesperados de las dos mujeres más insoportables de todo el planeta, reunidos en una habitación oscura. Eso había sido su estadía en Azkaban. Cuando toda la felicidad se termina, lo único que te quedan son los malos recuerdos.
Y vaya, ellas sí que clasificaban como pésimos recuerdos.

- ¡¿Cómo me llamaste?! - preguntó Rebecca Livenworth, sacando sus demonios a relucir - ¡¿Cómo te atreves, estropajo de... mujer?!
- ¡Auch! ¡No me patees! - le gritó Queenie McRiller, en su fuerte acento americano, agudo y acelerado
- ¡Estoy-tratando-de-soltarme! - dijo la primera, enfurecida. - ¡No pasaré ni un segundo más colgada de esta soga contigo!
- ¡No vas a soltarte rompiéndome las piernas, grandísima idiota!
- No. Pero cuando finalmente me suelten y yo sí pueda huir, voy a sentirme muy bien conmigo misma.
- ¡AYUDA! - gritó Queenie, de vuelta, conteniendo su temperamento. - ¡Está tratando de matarme! ¡Rebecca Livenworth me secuestró!
- ¡Deja-de-gritar! ¡Y yo no te secuestré!
- No puedes engañarme. - retrucó Queenie, en sus máximas capacidades intelectuales. - Sé que eres la autora de esto. Siempre me odiaste.

Rabastan sumergió su rostro entre sus manos, sorprendido de sí mismo. ¿Por qué había pensado de que esto de colgarlas del techo de un almacen abandonado (mientras pensaba en un mejor plan, como meterlas en una picadora de carne) iba a hacerlo sentir mejor?
Ahí, en ese oscuro espacio, se repetía su tortura de dieciseis años. Las voces insoportables y gritonas de las mujeres de las que había huido (en un giro del destino poco afortunado) al llegar a Azkaban.

- ¡Estoy colgada de esta cosa contigo, grandísima idiota! - le respondió Rebecca, al borde de un ataque de nervios. - ¿Por qué en el mundo querría estar aquí contigo?
- Seguramente necesitas dinero.
- ¡Tengo dinero!
- ¿¡Entonces por qué me secuestraste, psicópata!?
- ¡No te secuestré, McRiller! ¡Mis nervios no soportan ni siquiera verte!

Ya eran dos en ese punto, pensó Rabastan. Al fin algo en común con su prometida.

- ¡Esto no tiene sentido! ¡Si tu no me secuestraste, entonces no hay respuesta lógica al asunto!
- No sabes ni siquiera lo que la palabra lógica significa, McRiller. - Y pateó de nuevo, tratándo de zafarse estúpidamente de las sogas.

Muy bien. Éste era el momento. Aquí es donde Rabastan tenía una epifanía brillante sobre como asesinarlas de una vez, en castigo por tantos años de sufrimiento. Era tarde para buscar una picadora de carne, por que recién se le había ocurrido. No tenía margen para encontrar una que no estuviese en uso. No había posibilidades de que alguien no notara la falta de estas dos mujeres por mucho tiempo. Demasiado escándalo.
Tenía que pensar un plan.

- ...¿Por qué diablos iba a querer secuestrarte, idiota?
- Okay, okay. Capté. No me secuestraste.
- Y descuento que tu nos hayas secuestrado. A pesar de que eres totalmente capaz de enroscarte en tus propias sogas, es imposible que pienses un plan.
- ¡¿Por qué?!
- ¡POR QUE NO PIENSAS!
- Oh, claro. Cierto.

Un segundo. Dos segundos.

- ¡HEY! - dijo Queenie ofendida, cayendo en cuenta.

Oh, Merlín. No podía pensar con todo ese ruido.

- Como sea.
- Eres una...
- ¿Quien querría secuestrarnos? - se preguntó en voz alta Rebecca.

Piensa, Rabastan. Piensa.
Tortura. Muerte. El ridículo acento de McRiller erradicado para siempre. Por Merlín, nada lo haría más feliz que eso. Lo suyo era prácticamente una obrea humanitaria. La ONU debería estar agradecida de sus esfuerzos por la preservación de la cordura.

- ...En Texas, ya te hubiesen colgado de tu estirado cuellecito del mástil de... ¡AUCH! ¡DEJA DE PATEARME!
- ¡Quiero salir de aquí! ¡No quiero pasar un segundo más colgada junto cont...!

Oh, Merlín. ¿Por que no se podían callar? No podía oír sus propios pensamientos con tanto ruido.

- ...Te juro que...
- Eres una maldita...
- ¡CALLENSE! - gritó rabastan, al fin, acercándose a la luz. - ¿Por qué mierda no pueden callarse? ¡Estoy tratando de pensar!

Silencio. Ambas lo miraron.
La mandíbula de Rebecca bien podría haber caído al piso. Queenie lo miraba extrañada.

- ¿Quién es? - preguntó en un murmullo a Rebecca.

Rabastan se llevó una mano a la cara. Estúpida texana.

- ¡RABASTAN!
- ¿.....Quién?
- ¡RABASTAN! ¡RABASTAN LESTRANGE!

Queenie giró su cabeza y lo miró, entrecerrando los ojos.

- Oh. Por. Texas. ¡ESTA VIEJISIMO! ¿Qué diablos le pasó? - Un segundo, dos segundos. - OHHHH. Azkaban.

Pestañeó, sonriendo, mientras asentía, comprendiendo. Bueno, al menos en parte.

- ¡OH POR TEXAS! - gritó, emocionada. - ¡Stan! ¡Bájanos de aquí! ¡Alguien nos secuestró!

Silencio.

- ¡ÉL NOS SECUESTRO, IDIOTA! - gritó rebecca, mirando al techo.

Queenie rió, incrédula.

- NAH. - dijo Queenie, relajada, olvidando momentaneamente que estaba colgada del techo.
- ¡Sí! - Comentó Rebecca.
- ¡Que no!
- ¡Que sí!
- ¡DIJE QUE NO, REBITCHIE!
- ¡Sí, LO HIZO, TARADA!
- ¡DILE QUE NO LO HICISTE STAN! - Y pateó a Rebecca.
- ¡Auch! - dijo ella - Sí lo hizo. - Y pateó a Queenie de vuelta.
- ¡CALLENSE! ¡POR MERLÏN! ¡¿Qué diablos...?! - gritó Stan empezando a caminar de un lado al otro, como una fiera enjaulada. Sacó la varita de su túnica.

Jah. Sï. Las iba a matar con un avada Kedabra. No quedaba otra opción. Hablaban demasiado y no podía concentrarse en otra cosa.

- ¡AJA! ¿VES, Rebitchie? Stan salió de Azkaban para salvarme de tu secuestro. - dijo Queenie, confiada, al ver la varita.

Oh, mierda. Mataría a la Texana primero.
Listo, una desición menos.

- ¡QUIERE MATARNOS, IDIOTA!
- No es cierto.
- Sí es cierto.
- ¡Que no!
- ¡Que sí!
- ¡Dije que... Tú dile Stan! ¡Por qué seguimos colgadas y tu tienes esa cara de idiota! ¡Dile que viniste a salvarnos!

sí, definitivamente, la Texana primero.

- ¡¿PUEDES SIMPLEMENTE HACERLO, Lestrange?! NO LA SOPORTO MÁS. - dijo Rebecca mirando a Rabastan, como tratando de apurar el trámite. Por merlín, que Queenie cerrara la boca de una maldita vez. - Y no olvides que si me tratas de asesinar a mi, mis hermanos irán atrás tuyo.

Miró a Rebecca alzando las cejas. ¿Por qué le daba órdenes? ¿Por qué no podía calarse y temer? ¡Ella era la que colgaba de una soga! ¡El era el maniático con varita! ¡POR MERLIN! Siempre diciendo que hacer, siempre amenazando, siempre desubicada. ¿No era capaz de ser sumisa al menos una vez en su vida?
Agh. La odiaba.

- ¡Tu callate! - le dijo, a Rebecca, sin dejar de apuntar a Queenie.
- ¡AJA! ¿Lo ves? Stan es bueno. Yo siempre lo supe. Totalmente lo supe. - dijo Queenie, triunfante. - Es gracias a mi. Yo le salvé el alma, Rebitchie.
- ¡CALLATE, MCRILLER! - gritó Stan
- ¿Salvarle el alma? ¿cuándo le salvaste el alma? - preguntó, rodando los ojos.
- Oh, después de que él y yo... - Y Queenie se quedó muda. Oh, Mierda. Ella y su gran bocota.
- ¿El y tú qué? - preguntó, tratando de girar para mirarla.
- Nada, nada.
- ¡OH DIOS MIO! ¡Te acostaste con McRiller!
- Tecnicamente no fue acostados...
- ¡CALLATE! ¿¡TE ACOSTASTE CON MCRILLER?! ¡VOY A MATARTE! - Y pateó a Queenie, mirando a Stan.
- ¡AUCH!
- ¡YO TENGO LA VARITA! ¡Yo voy a matarte! - gritó Stan, apuntando a Rebecca por alguna razón extraña. Todavía (y más que nunca) quería matar a Queenie primero. Maldita bocona.
- ¡AJA! ¡Te dije que iba a matarnos!
- ¡Está-bromeando!
- ¡No lo está!
- ¡Sí que...! ¡STAN! ¡DILE!

Y la discusión no cesó.
Stan se quedó en el lugar, mientras que la pelirroja y la morena seguían a los gritos una contra la otra. Esto no era el plan. El plan es que rogaran por sus vidas. El plan era que gritaran de pavor. El plan era, en definitiva, tomar venganza de una tortura de dieciseis años.
¿Y qué conseguía? Que lo siguiesen torturando.
Oh, Merlín. Como las odiaba. Profunda, viceralmente. Sin remedio. Pero no podía matarlas de esta manera. No si no le prestaban atención. No si tenía que escuchar sus amenazas. O sus declaraciones acerca del alma que dudaba tener, sin que los dementores se la sacaran antes.
Guardó la varita y dio media vuelta, sin que ninguna de las dos dejara de gritar o prestaran ni la más mínima atención a su partida. Recién cuando estaba abriendo la puerta del almacén escuchó que la discusión empezó a cesar.

- ¡Y tu eres una...! - Silencio. - Oye, Rebitchie. ¿Adonde fue Stan?

Cerró la puerta sin trabarla.
Ojalá muriesen de hambre, gritandose la una a la otra. Aturdidas con sus propias voces. Como él.

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NdA:
Había empezado esto para el último desafío, pero nunca me gasté en terminarlo. Espero que se rían leyéndolo tanto como yo escribiéndolo.

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